2010

martes, 28 de agosto de 2007

Asesinando al recuerdo

Sostengo el cuchillo entre mis dedos, "No puedo". La hoja brillaba con un resplandor asesino, los finos dientes ansiaban encajarse y hundirse hasta lo más profundo de la piel. Sólo un segundo, un segundo de apretar los dientes para atacarla directo al corazón y el trabajo estaría terminado. Ahí está, la miro a los ojos en un intento desesperado por decirle que no lo quiero hacer pero que es necesario; ella me devuelve la mirada, lo sabe, sino porque estaría tan asustada. Su mirada intenta comunicarme algo pero al fin su boca habla: "Házlo ya", más que ordenarme pareció que lo suplicaba. No puedo mirarla, aunque está frente a mí en aquella escena triste y trágica.
La noche no es suficiente para ocultar el crimen que estoy a punto de cometer. Ella se arrodilla y su mirada se pierde quizá para que la muerte la tome por sorpresa. Sujeto con fuerza aquella arma homicida y el brillo plateado resplandece contra su cuello. Entonces el filo resbala hacia su estómago, apenas rozando su piel, su respiración deja de percibirse, y el cuchillo al fin encuentra su objetivo: el corazón.
Ella cierra los ojos, y por instinto, también cierro los míos. Silencio. Mi mano ensangrentada retira con fuerza el arma de su cuerpo. ¿Será suficiente? Por si acaso una segunda, una tercera puñalada, espero. La sangre ha dejado de fluir a borbotones, ella cayó al suelo, y yo estoy ahí mismo, pensando en lo que he hecho.
No está muerta, se levanta y vuelve a mirarme con el rostro apagado y me pregunta "¿Está muerto?", "Eso parece", le contesto. Y entonces, sonriente, miro a esa pobre mujer al pararme frente al espejo, ensangrentada mi playera azul, ensangrentado su pecho.
Y al abrir el puño de mi mano izquierda me muestro a mí misma lo que de dentro he sacado, cubierto todo de sangre:
el pedazo de tu recuerdo.

jueves, 23 de agosto de 2007

"Sin dormir pienso en ti"

Hoy como desde hace varios días relegué mi pluma y silencié mis manos, y mis ojos se llenaron de tinta para escribir lágrimas sobre un rostro cada vez más desconocido y cansado.
No entiendo, la semana se pasa tan rápido, cosas que quisiera decir mueren reprimidas. ¿Porqué tengo que escribir a escondidas de mí misma?
Sospecho que la falta de tiempo para expresarme lastimó mi ojo izquierdo y ahora está mucho más hinchado, aunque empezaba a quedarme ciega desde antes de que ocurriera esto, pues ya no distinguía mas que el horizonte pesado y vaporoso del sueño. Sueño ¡no me limites!, odio tenerte cuando no puedo. Sal de mí por las mañanas, vete de paseo, aléjate, porque lo abarcas todo, hinchas mi cerebro al igual que la inflamación a mi ojo izquierdo. Dices que es mi culpa, que son pocas cinco horas, que no duermo lo que debo, pero ya me cansé de que tomes el control absoluto de mis párpados, que te undas sobre mi cuerpo.
Déjame en paz, en mis noches de insomnio te das el lujo de ausentarte, sé que siempre ha sido así, una lucha constante entre lo que soy y entre lo que ya no quiero ser. Y sé también que no pienso desperdiciar un tercio de mi vida durmiendo.
Así que mañana que despierte y abra los ojos el mundo me parecerá otro, tu aroma adictivo saldrá de mi habitación, y tu cansancio contagioso, no sé cómo le harás, escóndete, tras los libros, bajo la cama, imprégnate al mosaico, enciérrate en el clóset o suicídate por la ventana.
Inspiración, ¿dónde andas? El sueño llega primero y me atrapa, me entra el miedo al saberme humana e imperfecta, me olvido de todo porque todo me cansa, las preocupaciones, las tareas inacabadas, las narices que gotean, los desvelos injustificados, todo eso me noquea, me entristece como gotas de un rocío inexistente descendiendo de entre mis pestañas.


PD: Gracias David por darme el título para este escrito que no tenía nombre, gracias por escucharme, hacerme sentir mejor, darme esperanzas y fuerzas para enfrentar el destino e inspirarme con tus frases sabias.


sábado, 18 de agosto de 2007

Recreaciones

El cielo gris y el viento negro
me aferro a los minutos pero nunca volverán
la luz es una línea imaginaria
la vida es una simple colección de soledad.

El silencio me habla
acompañándome mientras escribo
sentado en la silla más cercana
la que ha dejado vacía la esperanza.

Cierra los ojos,
haz de tus cabellos una soga y cuélgate del cielo
amarra a tu memoria los rastros de los años
y borra tus huellas de este blanco desierto.

Recuérdame
como yo te recuerdo
algo que se resiste a ser olvidado
el rostro inconforme del arrepentimiento
el espacio vacío que permanecerá entre tus brazos.

martes, 14 de agosto de 2007

Morir en el incendio

Parte uno (Basado en sueños reales).

Esperé el momento, inmóvil hasta verificar que nadie podía notar mi presencia, estaba oscureciendo cuando decidí que ya era buena hora de acabar con todo esto. Así que decidí salir de mi escondite y avanzé cautelosa hasta llegar a la primer columna del enorme edificio que se alzaba ante mi vista. Era tan gruesa que podía ocultarme tras ella mientras llevaba a cabo mi plan sin que nadie me descubriera, entonces, decidida, saqué de mi maleta un par de fósforos que representaban el fin, o quizá el empeoramiento de todas mis pesadillas.
De rodillas, con el olor a pasto debajo, y encima de mí el cielo nublado, encendí el primero de aquellos fósforos, la más joven de mis esperanzas y observé cómo la pequeña llama significaba todas las veces en las que no pude dormir, o las noches eternas en las que me quedaba despierta, sin palabras. Arrojé de una maldita vez cual piromaníaca el cerillo hacia la columna, esperando hasta que el fuego la recorriera, para ver qué hacía entonces la vida cuando le quemara despacio sus enormes pies, ¿cómo se sostendría?
Ya estaba el primer paso, así que me alejé para llegar a la segunda mientras en mi mente aún se reflejaba la imagen de aquel árbol a punto de arder. Hize lo mismo, acerqué el cerillo lo suficiente hasta que la esquina hubo absorbido el fuego y me pegunté cómo era posible que esa pequeña astilla pudiera derribar algo millones de veces mayor que ella.
Avancé hacia la tercer columna sintiéndome una especie de héroe de nadie, sabiendo que por mi culpa muchos morirían; esta vez un sólo fósforo no bastó, encendí dos y los dos lanzé, mientras mi corazón se aceleraba al saber que sólo faltaba una más...
Llegué hasta la última, el trabajo ya casi estaba hecho, no esperé más para ver cómo el último cimiento se consumía, me alejé un poco para poder ver de lejos mis esfuerzos cuando de pronto el fuego lo cubrió todo, el pasto, los muros y la enorme barda por la cual pensé escapar.
Mi cuerpo no lo soportaba, el calor era intenso y me envolvía por todos lados, acorralándome en mis propios remordimientos por lo que había hecho.
Quemándome, hice todo lo que pude por subir a la barda en llamas y saltar hacia la calle dónde una vez ahí corrí como si el incendio me persiguiera, reclamando venganza. A lo lejos pude ver todo el edificio, cómo se quemaban todos los recuerdos y los momentos en que sufrí y ya no serían mas que residuos, cenizas que jamás resurgirían. Lo que fui una vez ya nunca me persiguiría, había muerto, yo lo vi quemarse en el incendio.

jueves, 9 de agosto de 2007

Las alas del conejo...

Lápiz labial, una taza de café enfriándose. Te despediste de mí aquella tarde, mientras los rayos del sol fallecían no sin antes colarse por la transparencia del vidrio que daba para la calle, como si fuese esa inútil cafetería su único destino.
Mis ojos se llenaron de aire al momento en el que diste un giro a la conversación, después de que me atreví a pedirte que te casaras conmigo. Recuerdo que tomé tus manos y sin aliento casi, te confesé que quería pasar contigo el resto de mi vida, pero retiraste tus manos como si éstas fueran quemadas por brasas ardientes y evitaste mirarme. Ya desde antes me sabía la respuesta, mucho antes de preguntarte, aún así decidí arriesgarme porque una obstinada parte de mí albergaba la más mínima esperanza.
Continuaste garabateando sobre una servilleta, y el silencio extendiéndose, pesado y asfixiante sobre nuestras cabezas. Por momentos creí que mi voz se había extinguido para siempre, noté cuan calientes eran los sorbos de café en mi garganta, hasta que extendiste hacia mí aquella servilleta, no sobre la cual garabateabas, sino con la que habías limpiado minutos antes tus labios, tu café aún seguía intacto y me preguntaste como si nada hubiera pasado "¿Crees que esto es un conejo?" Y no sé decir precisamente qué fue lo que me molestó más, si el hecho de que me mostraras esa estúpida mancha de maquillaje, o que simplemente no te hubieras atrevido a decirme que no, que no querías casarte conmigo.
Tomé aire pero me pareció que en realidad estaba respirando fuego, y te contesté: "¿Y tú crees que nada te he dicho, que puedes ignorarme?", "Tiene forma de un conejo -continuaste- mira, sus orejas y patas..." Te arrebaté aquel boceto no planeado y te obligué a que me miraras. Tu expresión había sido reconocida y era algo que nunca soportabas, querías huir, pero lo habías hecho tantas veces que no te quedó más remedio que devolverme la mirada y contestarme: "No es que no quiera casarme contigo, es que no quiero casarme", notaste que esa breve explicación no había sido suficiente, en realidad, nada de lo que pudieras haber dicho lo habría sido, y continuaste "Nunca te lo dije porque no pensaba que esto pasaría, perdóname".
No tenía ánimos de discutir, así que callé imitándome a recordar cada instante que estuvimos juntos como si estuvieran a punto de arrancarse de mí, como si mis esperanzas fueran de agua y con las palabras que acababas de decir hubieras removido el tapón de desagüe.
Miré hacia la calle a través del vidrio oscurecido intentando desaparecer, sabiendo que lo que decías era cierto, y te odié momentáneamente por hacerme sentir culpable, que en primer lugar no debí enamorarme. "Entiendo", al fin hablé como pensando en voz alta, "En marzo me iré a Francia, por lo de la beca, no era seguro pero acaban de confirmármelo, quería decírtelo antes, ésa era la gran sorpresa pero te me adelantaste" "Lo siento", fueron las dos palabras con las que intentaste justificarte, segundos antes de levantarte y salir por esa puerta por la que tantas veces te vi entrar, y de abandonarme tal cual taza de café que ni siquiera tocaste.
Me miraste por última vez y apretaste mi mano inmóvil sobre la mesa junto a la servilleta, y diste la media vuelta para salir en busca de tu propio camino, del cual yo no formaba parte. Pedí otro café mientras contemplaba al tuyo enfriarse, y a tu fantasma ocupando el lugar que por tanto tiempo tú ocupaste, y quise desesperadamente atribuir la humedad en mis ojos al café caliente o a lo amargo que me sabía ahora que ya no estabas, quise negar rotundamente que esa sensación acuosa en mi mirada era debida a las lágrimas. Así que discretamente tomé una servilleta para despistarlas y me topé con el bosquejo que dejaron tus labios en el blanco, el conejo escarlata de un beso tuyo sobre la nada. Y entonces vi que ese conejo parecía cobrar vida, tener movimiento, e imaginé las miles de figuras que cuando me besabas dejabas como rastro sobre mi cuerpo, como una secuencia animada recorriéndome por completo. Y accidentalmente derramé un sorbo de café sobre aquel lienzo improvisado y vi poco a poco como al conejo se le formaban una especie de alas en la espalda, y que se alejaba de mí, ya no saltando sino volando, volando junto con todas mis esperanzas.
Pd: Agradecimientos al Sr. Durán por que fueron él y su blog quienes me dieron la imagen del
conejo mutante sobre la servilleta.

viernes, 3 de agosto de 2007

Instrucciones para escribir (según yo)

Segunda parte de "Un típico sábado".
1. No despiertes sino hasta las dos de la tarde, no importa cuántos ruidos provengan de tu alrededor, esfuérzate por mantener los ojos cerrados y si es posible cubre tu cabeza con la almohada para que la molesta luz del sol deje de entrar por la ventana.
2. Claro que para esto tienes que dormirte lo más tarde que puedas, inventa algo que te entretenga, no sé, lee un rato, juega scrabble, prende la tele no importa que sólo transmitan los infomerciales o ese del "stop skin laser"; o si de plano nada de lo anterior te retiene, juega con tu gato y verás que el intentar desesperadamente safar tu mano de sus dientes te distraerá lo suficiente para mantenerte despierta hasta altas horas de la madrugada.
3. Ya que te levantes sin sueño a las dos de la tarde, baja a la cocina a ver si alguien te preparó el desayuno, no te sientas culpable, estás de vacaciones y necesitas descansar.
Pero pase lo que pase no pruebes nada, ni sobras de lo de ayer ni otras de la múltiples opciones. Bueno, ya si no aguantas el hambre tómate un yomi de vainilla y como a las tres horas uno de chocolate, o no estaría mal aquel mango que despreciaste cuando según tú había mejores cosas que comer.
4. Recuerda comer ese poco alimento mientras realizas cualquier otro tipo de actividad, excepto bañarte, ir al baño o dormir. De preferencia mientras lees un libro en la computadora, así lo comerás tan rápido que no sentirás su sabor y tu estómago te exigirá más. Pero no lo escuches, debes seguir todos y cada uno de estos pasos para que al tomar la pluma tu mente no se quede en blanco.
5. Por supuesto, lee varias cosas al mismo tiempo, ya sea un blog, una canción, un libro y hasta la información nutrimental del producto que acabas de tomarte. Puedes escuchar música mientras lo haces, es opcional, ayuda a evitar el ruido de la calle.
6. Sin importar cuántas ganas tengas de salir no salgas, la inspiración sólo te encuentra cuando estás aislada, cuando te sientes sola y que a nadie le importas. Necesitas silencio para concentrarte, las demás personas sólo te distraerían, así que olvídate del mundo y de sus problemas superficiales.
7. No te bañes, aunque seas la persona más limpia y aseada del planeta la inspiración sólo llega a aquellos individuos a los que les despreocupa su aspecto y permanecen varios días sin peinarse. Si en verdad lo deseas, entonces no olvides "El agua no va a ayudarte".
8. Recuerda además, sentirte culpable por no tener ni un peso disponible para comprar comida a tu gato, por no hablarle a tu madre desde el martes pasado y por ignorar a tu padre al que sólo ves dos o tres horas diarias como máximo. Aún así, no te autocompadezcas, la autocompasión nunca es buena.
9. Después de cumplir con los pasos anteriores sin excepción, entonces es justo que puedas comer una hamburguesa como premio por tu perseverancia y dedicación. Recuerda comerla desesperadamente pero con elegancia, para no inspirar pena ajena ni lástima en tus hermanas.
10. Una vez cumplidas estas especificaciones sube a tu habitación, aproximadamente a las doce de la noche a intentar seguir con la lectura que dejaste. Como si el dormir en exceso no fuera suficiente, recuéstate primero en tu cama a estirar un poco la espalda y reflexiona sobre todas las actividades importantes que desempeñaste en el transcurso del día. Puede que al principio las ideas parezcan confusas y poco claras, pero de pronto, habrá en tu cabeza una sensación extraña como de algo a punto de desbordarse, como si dentro de ti se multiplicaran todas las palabras que tenías acumuladas.
11. Entonces corre por una pluma y libreta, pero con expresión de absoluta calma y comienza a escribir. Engaña a esas palabras, házles creer que no las necesitas más de lo que ellas te necesitan a ti para existir, escribe tranquilamente, como siempre, como si dentro de ti no hubiese cambiado nada. Describe cómo te sientes, lo que hiciste a lo largo del día y deja que una a una las letras se acomoden para formar las frases exactas.
Siéntate derecha y no te distraigas, empieza a recordar las sensaciones que te hicieron llegar hasta ese lugar donde estás ahora sentada, y piensa que lo importante no es lo que dejas sino lo que no dejas de escribir.

Entonces, y sólo entonces las palabras volverán a ti.

PD: Felicidades a Gloria y a Sonia que cumplen años hoy y mañana respectivamente, y no, ellas son reales, por supuesto que no son imaginarias.

Los dejo, la lluvia me espera.