2010

viernes, 28 de diciembre de 2007

Epílogo


Oigo tus pasos y guardo silencio, espero a que me cubras de palabras ya antes ensayadas y a que reavivas el fuego en mi refugio de cenizas. Te observo cual sombra sin nombre y sin rostro, un sueño nuevo cada noche, un amanecer distinto.

En ti me identifico, descubro el remedio al bullicio y encuentro el universo prohibido. Me desarmas, me dejó conquistar por ti aún antes de empezar la batalla. Puedo sentir tus ojos leyéndome en la distancia, actor multifacético, amante insubordinado, no sabes que quisiera ser tu musa de cabellos largos, tu delirio de esquizofrenia y amnesia.

Y me dices que no piense, que me deshaga de los coágulos en el pecho, que muera esta noche contigo en el incendio. Y suspiro en secreto como si de pronto la chispa de idealismo que llevo encontrara en ti su complemento, y hago lo posible por besarte y no enamorarme, porque no existes, al despertar serás otro sueño.

Aún así, realismo es una palabra que desconozco al descubrirte, pues puedo ser yo también una simple invención de tu cerebro si así me lo pides.

Puedo ser tu muerte en el incendio y tu claustrofobia en noviembre, el efecto mariposa en tu cabeza y el recuerdo asesinado cuando finjo amnesia.

Es por eso que le invento vidas a los gatos y alas a los conejos, por eso es que he cambiado mi perspectiva y no sabes que aún después de todo te amaría sin que me lo pidieras, que ante ti soy un libro sin portada y sin título, un sueño vuelto pesadilla, un hoy de nostalgia y un intento de suicidio que gracias a ti sigue vivo; un por qué tú, sin permiso, una retrospectiva a tu pasado sin instrucciones para su olvido.

Puedo ser un ave sin alas derrumbándose sobre tu cuerpo, una desesperanza cayéndote como un frío regaderazo sobre la espalda, ser un reflejo y recordarte sobre la lluvia que cubre mi pavimento, una memoria extraída de un diario olvidado, una correspondencia sin destinatario.

Para ti seré un tú recreado y formando una sola historia entre tus brazos, una típica verdad a medias, un letargo injustificado y lo que quieras que sea.


¡Feliz Año!


martes, 18 de diciembre de 2007

Verdades incómodas


Hace mucho que quería publicar algo, pero que no sonara muy "efecto diciembre", es decir, dejar un rato los recuerdos guardados antes de que llegué fin de año, para intentar dejar buenas vibras para el 2008, y ya estaba planeando algo un poco más alegre y menos "emo" ¬¬, cuando de pronto se me ocurrió escribir sobre un hecho que a todos los lectores nos avergüenza.

Resulta que hoy en el centro en pleno Morelos, al estar esperando a que cambiara el semáforo el Dr. Lecter y yo, un tipo con acento foráneo se nos acerca preguntándonos: ¿Ustedes leen?

Y al principio yo puse cara de "No, gracias", pero hablaba de lectura y los libros que empezó a mostrarnos se veían tentadores, así que no nos quedó de otra (a parte, el semáforo seguía en verde, y pues para dónde correr) que ver la super oferta que tenía exclusivamente para nosotros.

Nos mostró mini libros de metafísica, el más allá, religiosos etc., temas que la verdad no me apasionan, pero uno nunca sabe qué puede descubrir en ellos. Total que nos dijo que los libros eran "gratis"... y la cooperación voluntaria, sí, "Lo que ustedes quieran darme, diez pesos..." Y pues saqué justamente diez pesos al meter la mano en la bolsa de la mochila que llevaba.

Ya qué, pensé, y es que porqué carajo todos piensan que en estas fechas uno trae el bolsillo lleno de monedas de oro y miles de pesos dispuestos a aventar y repartir por las calles.

Así que elegí uno titulado "Karma, la justicia inefable" que me salió totalmente regalado por diez pesos. La verdad ¿qué son diez pesos por un libro?, ¡nada!, y luego dicen que la cultura es cara. Sí, sí, y qué si me estafaron, al menos ya tengo material que sustituya el vacío que me deje Saramago al terminar de leer su libro, me dije.

"Gracias", nos dijo aquel desconocido, seguido de otras palabras nada gratas "Ya ven que México es el país con menos lectores, qué bueno que ustedes leen". Yo no sabía si darle toda la razón, o maldecirlo por restregárnoslo en la cara, porque la verdad sí duele que te recuerden cosas como esas.

Mucho se ha dicho de que México no es un país de lectores, nada de qué asustarse, es cierto, qué más podría decir yo, pero en vez de andarnos avergonzando por ello debemos (cliché) "hacer algo". Pero, y ese "algo" ¿qué es? ¿Ir de puerta en puerta ofreciendo libros baratos para ver si así la gente te pela?, ¿decir que quien lea tantos libros en un año obtiene una gran recompensa? La lectura no se trata de eso, de andar obligándola ni de premiarla, no es una competencia, cada quien es libre de leer lo que quiera o de no leer.

Me puse a buscar estadísticas (en vez de leer, ironías) en la web y descubrí datos muy interesantes, he aquí un fragmento que me llamó mucho la atención:
Según los resultados del "Programa Internacional de Evaluación de Estudiantes (¡sólo estudiantes!) a cargo de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), que mostraron el déficit lector de los estudiantes mexicanos de entre 15 y 16 años, y que ubicaron a México en los últimos lugares [...] se afirma que en los adultos de 22 países participantes se observó que el nivel de la aptitud para la lectura contribuye a predecir qué tanto éxito tendrán las personas en el mercado laboral..."

¿Será cierto?

De todas formas, cierto o no, pienso que no deberíamos tener que buscar algún pretexto para tomar un libro y leerlo, una excusa cualquiera o en el peor de los casos una evaluación vergonzosa que nos posicione como último lugar en la lista del número de lectores que hay en el país.

Leer es algo que se aprende pero si no se procura con el tiempo se olvida, ¿porqué México es un país de no-lectores?, escusas comunes y sus respuestas:

A) No tengo tiempo, ando muy cansado.- Mentira!! Se puede leer un libro completo en dos meses o menos nada más en el transcurso de ida y vuelta de la escuela-trabajo a tu casa en el camión, y pues si traes carro, el tiempo que te ahorras en el tráfico (porque el camión se tarda mucho más en llegar), una hora, media hora diaria y con eso puedes terminar de leer el Diario de Ana Frank en aproximadamente dos meses y medio.

B) Los libros están muy caros, no tengo dinero.- La respuesta para este caso ya la vimos, si hasta por la calle te andan ofreciendo libros por diez pesos, cuando cambia de local una librería rematan libros hasta en ¡¡¡5 pesos!!! Eso de que la literatura es cara ya quedó en otros tiempos.

C) No me gusta, me aburre.- Bueno, pues ni modo, ahí qué le hacemos, es el punto más trágico de todos, no podemos obligar a que te guste algo que no se ha enseñado o no se ha mostrado de una manera "llamativa". Tampoco se puede taparle la nariz al otro para que abra los ojos y lea, ni que fuera medicina.

En resumen, y para no desvariar más, habrá miles de excusas, la flojera nunca dejará de existir, pero ¿en verdad necesitamos que vengan extranjeros a nuestro país a recalcarnoslo en lugar de nosotros mismos reflexionar y decir, "bueno, hoy voy a apagar la tele media hora más temprano y leer de perdido, el periódico".

PD: Si alguien sabe de las campañas en las cuales se dejaban libros en las plazas públicas para que quien quisiera los leyera y después los volviera a dejar para que alguien más también se beneficiara, si sólo fue una extraña utopía, un sueño, si en verdad se llevaron a cabo y si llegaron hasta estas tierras, les agradecería enormemente que se tomaran la molestia de informarme.

Gracias.

El texto completo pueden leerlo aquí, su autora es María Alicia Peredo Merlo.
www.publicaciones.cucsh.udg.mx/pperiod/espiral/espiralpdf/espiral33/167-188.pdf -

martes, 11 de diciembre de 2007

No sabes

No sabes que últimamente cuento los días
que se me atraviesan para verte
No sabes que acostumbro mirarte
cuando no me miras.

No sabes que me gusta el silencio
la soledad, los libros y los gatos
No sabes cuál es mi música favorita
ni los libros que leo.

No sabes que estoy hecha de cenizas
que frecuento caminar entre el fuego
No sabes que cada día renazco y luego muero
ni los fantasmas que oculto bajo las cobijas.

No sabes que los ojos y las palabras se desgastan
pero tu voz, se me ha quedado grabada
No sabes que pensar en ti no es esperanza
no sabes y admiro tu desconocimiento.

No sabes las palabras que desprendo de tu ausencia
de los poemas escritos con lágrimas
No sabes que acostumbro a olvidar las promesas
ni que callo y hablo más de lo que quisiera

No sabes
no me conoces
No sabes…
sólo mi nombre.

Hoy

Las falsas cortinas limitan mi vista hacia la noche, intento no quedarme dormida y buscar una frase, o varias, que describan este día. Descarto cada idea instalada fugazmente en mi cabeza, como un proceso de evaluación riguroso, intentado que la más mínima cotidianidad luzca poética. Si no la realidad, en su afán de gobernarlo todo, habrá ganado y así, tratando que mi cansancio rime y mi esquizofrenia suene metafórica, es como creo un espacio donde el silencio es sólo para mí; donde las palabras son todo lo que necesito para sobrevivir, como si en ese lapso yo misma estuviese hecha de letras.
Escribo, ordeno y libero los fantasmas que se ocultan entre las pastas de los libros y la capa de polvo que forman con el librero.
Limpio y, falsamente, siento que elimino el rastro que me ata a los recuerdos.
Escribo, porque es más fácil agachar la mirada y formar símbolos que enfrentarme cada día al monstruo que habita debajo de la cama, a los crujidos de la madera, al tic-tac del reloj y al viento que traspasa la ventana mientras duermo.

lunes, 3 de diciembre de 2007

Noviembre

Hoy viniste a visitarnos. Con tus ojos irreconocibles y tu rostro pálido. Tu piel surcada de recuerdos como extrañas veredas que no alcanzo a entender, tus alforzadas manos.
Te miré y te acercaste a saludarme, en tus ojos pareciera que te olvidas poco a poco de quien besa tu mejilla, como si no reconocieras en mí a la parte de ti que me forma; no sabes cuánto deseé que te quedaras para siempre esta vez, que no tuvieras que dar media vuelta para seguir caminando.
Quisiera irme contigo, para abrazarte todas las veces que por vergüenza no lo he hecho, para dormir a tu lado mientras escucho tu voz proveniente de épocas desconocidas. No mereces lo que te está pasando, no mereces el sufrimiento ni la culpa que insistes en llevar a cuestas, ni los remordimientos que te acechan.
Te quiero mucho como para dejarte autodestruir así, sí, te quiero aunque siempre en mi garganta se atoren estas dos palabras cada vez que siento deseos de decírtelas.
Llévame contigo. Sé que te sientes sola y no necesitada, !yo te necesito!
Y sé que por ocuparme de cosas sin importancia te desperdicio, quisiera ser niña de nuevo para que tú volvieras a abrazarme contra tu pecho y sentarnos sobre la mecedora sobre la cual me contabas esas historias que por la noche me quitaban el miedo, ángel de alas deslustradas y aureola marchita.
Necesito dejar de parecer fantasma con mi silencio, decirte todo lo que siento, pero eso sólo significaría aceptar la inminente llegada de un destino que no quiero.
Quisiera que tus blancas alas me envolvieran de nuevo y me arrullaran mientras me cuentas las historias de cuando eras niña y acaricias mi cabello.
¿Por qué en lugar de estar aquí sentada escribiendo, no hago nada para alcanzarte y que de tu voz y tu presencia no sólo quede el eco?
Abue, quisiera que tus cabellos siguieran siendo dorados y que tus alas no tuvieran que caer de tu espalda por el peso de la gravedad. Sé que haces lo que puedes para recuperarte, que ella no debió dejarte, que no puedo hacer nada para que dejes de pensar en ella.
Ángel, no soporto verte llorar, ver tus lágrimas cual agua bendita descendiendo de tus ojos, cuánto quisiera arrancar la tristeza de tu rostro, regalarte mis fuerzas, restarte los años que me quedan, volver a ser yo la niña la cual necesitaba que tú la cuidaras, secar tu soledad, los días aferrados como cadenas a tu espalda.

Título que prefirió permanecer en el anonimato

Te observo y quisiera adivinar lo que sueñas. ¿Recuerdas?, ¿las figuras a lápiz que trazaste y que hoy se desdibujan con el paso del tiempo? Las tardes que desperdiciamos acariciando al silencio. Antes de que la imagen que tenía de ti se destruyera, tu nombre me contaba cuentos por las noches, tu voz permanecía sentada frente a mí junto a la puerta. Las cicatrices no eran necesarias, eran sombras adheridas al pavimento, inconsistencias. Te veía ahí, bajando las escaleras, acariciando las páginas de aquel libro que murió calcinado en el incendio.
Tus ojos me asfixiaban y ahora siento que esa ausencia de aire me hace falta, que la luz sigue traspasando las rendijas de la puerta pero sigo fingiendo que no la veo, que las que asoman debajo dejaron de ser tus huellas.
El polvo que dejaste danza enmudecido sobre el suelo de concreto, las hojas de aquel árbol detienen su azañas para leerme el pensamiento, pero nada importa, nada pasa, no hay respuestas en el cielo.
Todas tus palabras se escondieron tras las nubes y tu abrazo se transforma en un mecanismo de tortura para mi cuerpo, ya no en lluvia, como solía hacerlo.
Ojalá existieran los mundos que para mí inventaste, fingirme tu compañía a través de ellos, de las pinceladas de sensaciones que diste sobre mi cuerpo.
Pero sólo está la noche, muda, triste, creyendo que con su sobredosis logrará suprimir el dolor que el hueco de tu ausencia me provocó sin anestesia.
Llega y me da la mano para que hulla con ella.
Cierro los ojos, tomo su oscura mano y dejo que me envuelva, se acerca a mí, con sus ojos transparentes y sonrisa pétrea. Me dice, este es otro de tus sueños raros, despierta.