2010

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jueves, 22 de mayo de 2008

Dimorfismo

Hoy volvió, ya no sólo como una actitud o una voz, sino como una presencia, tangible pero invisible, así, sin rodeos ni más advertencia que un simple presentimiento ignorado, llegó como otra pregunta para la que no existe respuesta.

Me dijo que también escribe, le gusta leer y en sus ratos libres ve películas; duerme hasta tarde y domestica gatos salvajes; la única diferencia fue su insistencia en tocar la guitarra y, de vez en cuando, el violonchelo.

Pienso en sus palabras mientras observo mi guitarra, exiliada en la esquina más lejana de mi cuarto, me devuelve la mirada con recelo por abandonarla, cubierta de polvo y con la sexta cuerda rota. Recuerdo las pocas veces en las que conseguí, casi a fuerzas, robarle unas cuantas notas, y la miro ahora, apartada y minusválida, como auqella parte de mí que se rehúsa a manifestarse porque simplemente no he aprendido a hacerlo sin desafinarme, sin romperme, sin sentir que las partituras que me fueron entregadas al nacer no corresponden con el instrumento que hoy sostienen mis manos .

Y me pregunto, si llegáramos a ser idénticas, ¿cómo podría distinguirme de mí misma?


lunes, 14 de enero de 2008

¿Coincidencias?

¿Qué me dirías si te confesara que tu destino todo este tiempo estuvo plasmado sobre un cuadro, adornando felizmente sin que tú te dieras cuenta la pared de la sala junto a la ventana que da para la cocina?
Te diría que estás completamente loca, que no creo ni en los horóscopos, mucho menos en que una fotografía pueda predecir cómo será tu vida.
Es que no te has detenido a observarla, tal vez porque las veces anteriores tu atención se centraba en esa niña de quince años, de mirada perdida y sonrisa falsa, en aquel vestido elaborado en tonos verdes y adornado con pequeñas incrustaciones y esperanzas bordadas.
Aquel retrato era sobre ella, por lo tanto para los ojos que lo enfocaban pasaba desapercibido el fondo sobre el cual posaba esa adolescente de labios tensos y rostro maquillado en exceso.
Nadie imaginó lo que guardó durante casi tres años dicho cuadro, o quizá no. Tal vez simplemente el hecho era tan obvio y permaneció siempre a la vista de todos que por eso mismo nunca nadie lo notó.
Claro, como la famosa carta de Monsieur Dupin, ¿no? ¿Quién lo esperaría de una fotografía encima del marco oxidado de la ventana?
Aún no me crees. Dime, observa bien y dime qué ves.
Tristeza, no puedo entender porqué una persona puede estar hecha pedazos y aún así esbozar una sonrisa. Quince años, nada raro, a mitad de la tormenta de la adolescencia. Pero no quisiera ser cómo ella, tener que volver a esa edad y superar dos veces las mismas tragedias.
Me pregunto cómo es que soportó ese dolor, las lágrimas decorando su vestido, los sueños de plástico.
¿Ya te diste cuenta de la profecía?
Quién iba a decir lo que esa serie de columnas fugadas significaría en los próximos años. Los arcos no perdieron parte de su luz ni de su sombra, al contrario, son ahora esos pedestales en los que su vida se mantiene firme y sin cuarteaduras.
Pero ahora observa bien su mano izquierda, bajo ella aparece ante nuestra vista, como si apenas en el instante en el que nos decidiéranos a mirarla surgiera de la nada, una silla.
¿Y eso qué representa?
Tal vez no su fondo o el espacio como la perspectiva antes mencionada, pero sí algo más propio, algo que sin importar el lugar en que estuviera la acompañaría de la mano toda su vida.
¿Ya adivinaste?
Su descanso, una especie de rincón aislado para cuando necesitara desaparecer de cuadro o tuviera que descansar un rato de la misma postura petrificada de todos los días.
¿Y sigues creyendo que estoy loca?
Quizá no si en este instante hicieras el mismo análisis contrastante con tu propia fotografía...

lunes, 3 de diciembre de 2007

Título que prefirió permanecer en el anonimato

Te observo y quisiera adivinar lo que sueñas. ¿Recuerdas?, ¿las figuras a lápiz que trazaste y que hoy se desdibujan con el paso del tiempo? Las tardes que desperdiciamos acariciando al silencio. Antes de que la imagen que tenía de ti se destruyera, tu nombre me contaba cuentos por las noches, tu voz permanecía sentada frente a mí junto a la puerta. Las cicatrices no eran necesarias, eran sombras adheridas al pavimento, inconsistencias. Te veía ahí, bajando las escaleras, acariciando las páginas de aquel libro que murió calcinado en el incendio.
Tus ojos me asfixiaban y ahora siento que esa ausencia de aire me hace falta, que la luz sigue traspasando las rendijas de la puerta pero sigo fingiendo que no la veo, que las que asoman debajo dejaron de ser tus huellas.
El polvo que dejaste danza enmudecido sobre el suelo de concreto, las hojas de aquel árbol detienen su azañas para leerme el pensamiento, pero nada importa, nada pasa, no hay respuestas en el cielo.
Todas tus palabras se escondieron tras las nubes y tu abrazo se transforma en un mecanismo de tortura para mi cuerpo, ya no en lluvia, como solía hacerlo.
Ojalá existieran los mundos que para mí inventaste, fingirme tu compañía a través de ellos, de las pinceladas de sensaciones que diste sobre mi cuerpo.
Pero sólo está la noche, muda, triste, creyendo que con su sobredosis logrará suprimir el dolor que el hueco de tu ausencia me provocó sin anestesia.
Llega y me da la mano para que hulla con ella.
Cierro los ojos, tomo su oscura mano y dejo que me envuelva, se acerca a mí, con sus ojos transparentes y sonrisa pétrea. Me dice, este es otro de tus sueños raros, despierta.

jueves, 23 de agosto de 2007

"Sin dormir pienso en ti"

Hoy como desde hace varios días relegué mi pluma y silencié mis manos, y mis ojos se llenaron de tinta para escribir lágrimas sobre un rostro cada vez más desconocido y cansado.
No entiendo, la semana se pasa tan rápido, cosas que quisiera decir mueren reprimidas. ¿Porqué tengo que escribir a escondidas de mí misma?
Sospecho que la falta de tiempo para expresarme lastimó mi ojo izquierdo y ahora está mucho más hinchado, aunque empezaba a quedarme ciega desde antes de que ocurriera esto, pues ya no distinguía mas que el horizonte pesado y vaporoso del sueño. Sueño ¡no me limites!, odio tenerte cuando no puedo. Sal de mí por las mañanas, vete de paseo, aléjate, porque lo abarcas todo, hinchas mi cerebro al igual que la inflamación a mi ojo izquierdo. Dices que es mi culpa, que son pocas cinco horas, que no duermo lo que debo, pero ya me cansé de que tomes el control absoluto de mis párpados, que te undas sobre mi cuerpo.
Déjame en paz, en mis noches de insomnio te das el lujo de ausentarte, sé que siempre ha sido así, una lucha constante entre lo que soy y entre lo que ya no quiero ser. Y sé también que no pienso desperdiciar un tercio de mi vida durmiendo.
Así que mañana que despierte y abra los ojos el mundo me parecerá otro, tu aroma adictivo saldrá de mi habitación, y tu cansancio contagioso, no sé cómo le harás, escóndete, tras los libros, bajo la cama, imprégnate al mosaico, enciérrate en el clóset o suicídate por la ventana.
Inspiración, ¿dónde andas? El sueño llega primero y me atrapa, me entra el miedo al saberme humana e imperfecta, me olvido de todo porque todo me cansa, las preocupaciones, las tareas inacabadas, las narices que gotean, los desvelos injustificados, todo eso me noquea, me entristece como gotas de un rocío inexistente descendiendo de entre mis pestañas.


PD: Gracias David por darme el título para este escrito que no tenía nombre, gracias por escucharme, hacerme sentir mejor, darme esperanzas y fuerzas para enfrentar el destino e inspirarme con tus frases sabias.


jueves, 12 de julio de 2007

No siempre es bueno un regaderazo a las dos de la madrugada

El agua resbalaba por mi frente y mis manos enjuagaban mis cabellos, al abrir los ojos mientras me duchaba descubrí la anónima presencia que me observaba. En una esquina del azulejo enmohecido, un poco maltratada por el peso de la gravedad, se aferraba una débil telaraña de plata. Podría haberla destruido y mandar al diablo todos los esfuerzos de quien la construyó con arrojarle simplemente un poco de agua, pero, ¿qué derecho tenía yo de hacerlo?, además, qué me importaba.
El agua continuó cayendo cuando en la esquina opuesta a la que miraba, encontré un pequeño insecto descendiendo sobre un hilo invisible desde el azulejo, una araña. La ignoré pero me dejó la impresión de que podía leer lo que pensaba, y entonces, contrario a todas mis suposiciones de que los gatos eran los únicos animales que podían hablar (de eso hablaré luego), escuché una vocecilla que bien podría ser la de mis propios pensamientos que me dijo, asombrada: "Pudiste haberme matado, pero no lo hiciste, pudiste haber aplastado mi casa de un manotazo", "No le tengo miedo a las arañas", "¿Miedo?, así que por miedo mi madre fue asesinada, pensé que era simple odio o repugnancia" "Bueno, yo odio a las cucarachas y nunca las mato porque me dan asco".
La araña permaneció en silencio, colgando boca abajo y mirando hacia el techo, y al cabo de unos minutos continuó: "Y si tuviera yo pelo, si fuera más grande como algunas de mi especie, entonces ¿me tendrías miedo?". La miré por última vez y en un rápido movimiento de maño quedó adherida a la pared del baño. Yo tampoco lo deseaba, pero era una araña, hablándome y hablaba demasiado.