2010

viernes, 28 de diciembre de 2007

Epílogo


Oigo tus pasos y guardo silencio, espero a que me cubras de palabras ya antes ensayadas y a que reavivas el fuego en mi refugio de cenizas. Te observo cual sombra sin nombre y sin rostro, un sueño nuevo cada noche, un amanecer distinto.

En ti me identifico, descubro el remedio al bullicio y encuentro el universo prohibido. Me desarmas, me dejó conquistar por ti aún antes de empezar la batalla. Puedo sentir tus ojos leyéndome en la distancia, actor multifacético, amante insubordinado, no sabes que quisiera ser tu musa de cabellos largos, tu delirio de esquizofrenia y amnesia.

Y me dices que no piense, que me deshaga de los coágulos en el pecho, que muera esta noche contigo en el incendio. Y suspiro en secreto como si de pronto la chispa de idealismo que llevo encontrara en ti su complemento, y hago lo posible por besarte y no enamorarme, porque no existes, al despertar serás otro sueño.

Aún así, realismo es una palabra que desconozco al descubrirte, pues puedo ser yo también una simple invención de tu cerebro si así me lo pides.

Puedo ser tu muerte en el incendio y tu claustrofobia en noviembre, el efecto mariposa en tu cabeza y el recuerdo asesinado cuando finjo amnesia.

Es por eso que le invento vidas a los gatos y alas a los conejos, por eso es que he cambiado mi perspectiva y no sabes que aún después de todo te amaría sin que me lo pidieras, que ante ti soy un libro sin portada y sin título, un sueño vuelto pesadilla, un hoy de nostalgia y un intento de suicidio que gracias a ti sigue vivo; un por qué tú, sin permiso, una retrospectiva a tu pasado sin instrucciones para su olvido.

Puedo ser un ave sin alas derrumbándose sobre tu cuerpo, una desesperanza cayéndote como un frío regaderazo sobre la espalda, ser un reflejo y recordarte sobre la lluvia que cubre mi pavimento, una memoria extraída de un diario olvidado, una correspondencia sin destinatario.

Para ti seré un tú recreado y formando una sola historia entre tus brazos, una típica verdad a medias, un letargo injustificado y lo que quieras que sea.


¡Feliz Año!


martes, 18 de diciembre de 2007

Verdades incómodas


Hace mucho que quería publicar algo, pero que no sonara muy "efecto diciembre", es decir, dejar un rato los recuerdos guardados antes de que llegué fin de año, para intentar dejar buenas vibras para el 2008, y ya estaba planeando algo un poco más alegre y menos "emo" ¬¬, cuando de pronto se me ocurrió escribir sobre un hecho que a todos los lectores nos avergüenza.

Resulta que hoy en el centro en pleno Morelos, al estar esperando a que cambiara el semáforo el Dr. Lecter y yo, un tipo con acento foráneo se nos acerca preguntándonos: ¿Ustedes leen?

Y al principio yo puse cara de "No, gracias", pero hablaba de lectura y los libros que empezó a mostrarnos se veían tentadores, así que no nos quedó de otra (a parte, el semáforo seguía en verde, y pues para dónde correr) que ver la super oferta que tenía exclusivamente para nosotros.

Nos mostró mini libros de metafísica, el más allá, religiosos etc., temas que la verdad no me apasionan, pero uno nunca sabe qué puede descubrir en ellos. Total que nos dijo que los libros eran "gratis"... y la cooperación voluntaria, sí, "Lo que ustedes quieran darme, diez pesos..." Y pues saqué justamente diez pesos al meter la mano en la bolsa de la mochila que llevaba.

Ya qué, pensé, y es que porqué carajo todos piensan que en estas fechas uno trae el bolsillo lleno de monedas de oro y miles de pesos dispuestos a aventar y repartir por las calles.

Así que elegí uno titulado "Karma, la justicia inefable" que me salió totalmente regalado por diez pesos. La verdad ¿qué son diez pesos por un libro?, ¡nada!, y luego dicen que la cultura es cara. Sí, sí, y qué si me estafaron, al menos ya tengo material que sustituya el vacío que me deje Saramago al terminar de leer su libro, me dije.

"Gracias", nos dijo aquel desconocido, seguido de otras palabras nada gratas "Ya ven que México es el país con menos lectores, qué bueno que ustedes leen". Yo no sabía si darle toda la razón, o maldecirlo por restregárnoslo en la cara, porque la verdad sí duele que te recuerden cosas como esas.

Mucho se ha dicho de que México no es un país de lectores, nada de qué asustarse, es cierto, qué más podría decir yo, pero en vez de andarnos avergonzando por ello debemos (cliché) "hacer algo". Pero, y ese "algo" ¿qué es? ¿Ir de puerta en puerta ofreciendo libros baratos para ver si así la gente te pela?, ¿decir que quien lea tantos libros en un año obtiene una gran recompensa? La lectura no se trata de eso, de andar obligándola ni de premiarla, no es una competencia, cada quien es libre de leer lo que quiera o de no leer.

Me puse a buscar estadísticas (en vez de leer, ironías) en la web y descubrí datos muy interesantes, he aquí un fragmento que me llamó mucho la atención:
Según los resultados del "Programa Internacional de Evaluación de Estudiantes (¡sólo estudiantes!) a cargo de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), que mostraron el déficit lector de los estudiantes mexicanos de entre 15 y 16 años, y que ubicaron a México en los últimos lugares [...] se afirma que en los adultos de 22 países participantes se observó que el nivel de la aptitud para la lectura contribuye a predecir qué tanto éxito tendrán las personas en el mercado laboral..."

¿Será cierto?

De todas formas, cierto o no, pienso que no deberíamos tener que buscar algún pretexto para tomar un libro y leerlo, una excusa cualquiera o en el peor de los casos una evaluación vergonzosa que nos posicione como último lugar en la lista del número de lectores que hay en el país.

Leer es algo que se aprende pero si no se procura con el tiempo se olvida, ¿porqué México es un país de no-lectores?, escusas comunes y sus respuestas:

A) No tengo tiempo, ando muy cansado.- Mentira!! Se puede leer un libro completo en dos meses o menos nada más en el transcurso de ida y vuelta de la escuela-trabajo a tu casa en el camión, y pues si traes carro, el tiempo que te ahorras en el tráfico (porque el camión se tarda mucho más en llegar), una hora, media hora diaria y con eso puedes terminar de leer el Diario de Ana Frank en aproximadamente dos meses y medio.

B) Los libros están muy caros, no tengo dinero.- La respuesta para este caso ya la vimos, si hasta por la calle te andan ofreciendo libros por diez pesos, cuando cambia de local una librería rematan libros hasta en ¡¡¡5 pesos!!! Eso de que la literatura es cara ya quedó en otros tiempos.

C) No me gusta, me aburre.- Bueno, pues ni modo, ahí qué le hacemos, es el punto más trágico de todos, no podemos obligar a que te guste algo que no se ha enseñado o no se ha mostrado de una manera "llamativa". Tampoco se puede taparle la nariz al otro para que abra los ojos y lea, ni que fuera medicina.

En resumen, y para no desvariar más, habrá miles de excusas, la flojera nunca dejará de existir, pero ¿en verdad necesitamos que vengan extranjeros a nuestro país a recalcarnoslo en lugar de nosotros mismos reflexionar y decir, "bueno, hoy voy a apagar la tele media hora más temprano y leer de perdido, el periódico".

PD: Si alguien sabe de las campañas en las cuales se dejaban libros en las plazas públicas para que quien quisiera los leyera y después los volviera a dejar para que alguien más también se beneficiara, si sólo fue una extraña utopía, un sueño, si en verdad se llevaron a cabo y si llegaron hasta estas tierras, les agradecería enormemente que se tomaran la molestia de informarme.

Gracias.

El texto completo pueden leerlo aquí, su autora es María Alicia Peredo Merlo.
www.publicaciones.cucsh.udg.mx/pperiod/espiral/espiralpdf/espiral33/167-188.pdf -

martes, 11 de diciembre de 2007

No sabes

No sabes que últimamente cuento los días
que se me atraviesan para verte
No sabes que acostumbro mirarte
cuando no me miras.

No sabes que me gusta el silencio
la soledad, los libros y los gatos
No sabes cuál es mi música favorita
ni los libros que leo.

No sabes que estoy hecha de cenizas
que frecuento caminar entre el fuego
No sabes que cada día renazco y luego muero
ni los fantasmas que oculto bajo las cobijas.

No sabes que los ojos y las palabras se desgastan
pero tu voz, se me ha quedado grabada
No sabes que pensar en ti no es esperanza
no sabes y admiro tu desconocimiento.

No sabes las palabras que desprendo de tu ausencia
de los poemas escritos con lágrimas
No sabes que acostumbro a olvidar las promesas
ni que callo y hablo más de lo que quisiera

No sabes
no me conoces
No sabes…
sólo mi nombre.

Hoy

Las falsas cortinas limitan mi vista hacia la noche, intento no quedarme dormida y buscar una frase, o varias, que describan este día. Descarto cada idea instalada fugazmente en mi cabeza, como un proceso de evaluación riguroso, intentado que la más mínima cotidianidad luzca poética. Si no la realidad, en su afán de gobernarlo todo, habrá ganado y así, tratando que mi cansancio rime y mi esquizofrenia suene metafórica, es como creo un espacio donde el silencio es sólo para mí; donde las palabras son todo lo que necesito para sobrevivir, como si en ese lapso yo misma estuviese hecha de letras.
Escribo, ordeno y libero los fantasmas que se ocultan entre las pastas de los libros y la capa de polvo que forman con el librero.
Limpio y, falsamente, siento que elimino el rastro que me ata a los recuerdos.
Escribo, porque es más fácil agachar la mirada y formar símbolos que enfrentarme cada día al monstruo que habita debajo de la cama, a los crujidos de la madera, al tic-tac del reloj y al viento que traspasa la ventana mientras duermo.

lunes, 3 de diciembre de 2007

Noviembre

Hoy viniste a visitarnos. Con tus ojos irreconocibles y tu rostro pálido. Tu piel surcada de recuerdos como extrañas veredas que no alcanzo a entender, tus alforzadas manos.
Te miré y te acercaste a saludarme, en tus ojos pareciera que te olvidas poco a poco de quien besa tu mejilla, como si no reconocieras en mí a la parte de ti que me forma; no sabes cuánto deseé que te quedaras para siempre esta vez, que no tuvieras que dar media vuelta para seguir caminando.
Quisiera irme contigo, para abrazarte todas las veces que por vergüenza no lo he hecho, para dormir a tu lado mientras escucho tu voz proveniente de épocas desconocidas. No mereces lo que te está pasando, no mereces el sufrimiento ni la culpa que insistes en llevar a cuestas, ni los remordimientos que te acechan.
Te quiero mucho como para dejarte autodestruir así, sí, te quiero aunque siempre en mi garganta se atoren estas dos palabras cada vez que siento deseos de decírtelas.
Llévame contigo. Sé que te sientes sola y no necesitada, !yo te necesito!
Y sé que por ocuparme de cosas sin importancia te desperdicio, quisiera ser niña de nuevo para que tú volvieras a abrazarme contra tu pecho y sentarnos sobre la mecedora sobre la cual me contabas esas historias que por la noche me quitaban el miedo, ángel de alas deslustradas y aureola marchita.
Necesito dejar de parecer fantasma con mi silencio, decirte todo lo que siento, pero eso sólo significaría aceptar la inminente llegada de un destino que no quiero.
Quisiera que tus blancas alas me envolvieran de nuevo y me arrullaran mientras me cuentas las historias de cuando eras niña y acaricias mi cabello.
¿Por qué en lugar de estar aquí sentada escribiendo, no hago nada para alcanzarte y que de tu voz y tu presencia no sólo quede el eco?
Abue, quisiera que tus cabellos siguieran siendo dorados y que tus alas no tuvieran que caer de tu espalda por el peso de la gravedad. Sé que haces lo que puedes para recuperarte, que ella no debió dejarte, que no puedo hacer nada para que dejes de pensar en ella.
Ángel, no soporto verte llorar, ver tus lágrimas cual agua bendita descendiendo de tus ojos, cuánto quisiera arrancar la tristeza de tu rostro, regalarte mis fuerzas, restarte los años que me quedan, volver a ser yo la niña la cual necesitaba que tú la cuidaras, secar tu soledad, los días aferrados como cadenas a tu espalda.

Título que prefirió permanecer en el anonimato

Te observo y quisiera adivinar lo que sueñas. ¿Recuerdas?, ¿las figuras a lápiz que trazaste y que hoy se desdibujan con el paso del tiempo? Las tardes que desperdiciamos acariciando al silencio. Antes de que la imagen que tenía de ti se destruyera, tu nombre me contaba cuentos por las noches, tu voz permanecía sentada frente a mí junto a la puerta. Las cicatrices no eran necesarias, eran sombras adheridas al pavimento, inconsistencias. Te veía ahí, bajando las escaleras, acariciando las páginas de aquel libro que murió calcinado en el incendio.
Tus ojos me asfixiaban y ahora siento que esa ausencia de aire me hace falta, que la luz sigue traspasando las rendijas de la puerta pero sigo fingiendo que no la veo, que las que asoman debajo dejaron de ser tus huellas.
El polvo que dejaste danza enmudecido sobre el suelo de concreto, las hojas de aquel árbol detienen su azañas para leerme el pensamiento, pero nada importa, nada pasa, no hay respuestas en el cielo.
Todas tus palabras se escondieron tras las nubes y tu abrazo se transforma en un mecanismo de tortura para mi cuerpo, ya no en lluvia, como solía hacerlo.
Ojalá existieran los mundos que para mí inventaste, fingirme tu compañía a través de ellos, de las pinceladas de sensaciones que diste sobre mi cuerpo.
Pero sólo está la noche, muda, triste, creyendo que con su sobredosis logrará suprimir el dolor que el hueco de tu ausencia me provocó sin anestesia.
Llega y me da la mano para que hulla con ella.
Cierro los ojos, tomo su oscura mano y dejo que me envuelva, se acerca a mí, con sus ojos transparentes y sonrisa pétrea. Me dice, este es otro de tus sueños raros, despierta.

lunes, 26 de noviembre de 2007

Ojalá fuera amnésica

La únicas dos farolas encendidas esta noche me guiñan sus ojos rasgados al ocultarse y aparecerse alternadamente tras los orificios de la celosía. Dos ojos de fuego suspendidos en el fondo negro de esta fría noche que parecen observarme mientras finjo que escribo. Me miran atravesando el silencio, desplazándose conmigo hacia donde me muevo. A los árboles el otoño no les ha favorecido, de pie, alzando ante las calles su armadura ausente de follaje, sobre la pesada mancha de algún coche extraviado, sobre la escala de grises de todos los tejados, en especial uno a mi derecha, aquel que por mis maltratos perdió varias de sus ramas en un verano desaparecido.
¿Porqué de pronto me dio por recordar mi infancia?, ¿será la época, la temperatura, el hecho de saber que no tendré nada qué hacer durante los próximos dos meses? Simples excusas. La verdad es que esta época roba de mi memoria tantas cosas bellas, por eso me rehuso a limpiar mi cuarto, y así evitar enfrentarme con los recuerdos de todo un año que han permanecido olvidados en un cajón, esparcidos sobre la cama, y ya últimamente tirados en el suelo. Además, el polvo me produce alergia (sí, para acabarla), temo que mucha de la ropa amontonada ni siquiera sea mía y prefiero dejar en paz a los fantasmas que se ocultan bajo las cobijas.
A parte, me he llegado a encontrar con poemas que escribía en la secundaria que me dan pena propia y que no sé en qué o en quién estaba pensando cuando los escribía. Sí, sé que tal vez en unos años diré lo mismo de lo que escribo ahora, y qué.
Como sea, mi silencio es interrumpido por la voz de mi madre quién me dice que me quedaré ciega si continúo escribiendo en la oscuridad. Y qué también, Beethoven perdió el oído haciendo lo que más le gustaba y ahora nadie se lo reprocha.
La inspiración se une a la escena, camuflajeada en el crujir del trozo de hule que solían poner para que la lluvia no hiciera de mi casa un parque acuático (con todo y cascada incluida en las escaleras), en los pasos de alguien que se acerca, en una puerta ajena que se azota y en el frío congelándome el pensamiento que es el único en convencerme de que adentro estaré más cómoda, aunque como típica antisocial en contacto con personas, me quede sin palabras.

sábado, 17 de noviembre de 2007

Después

El viento inhalado perdió tu aroma
el asfalto, extravió las huellas de tu rastro
el vacío se ha llenado de aire contaminado.
Tus ojos han dejado de cambiar en el semáforo.

Tu nombre dejó de sujetar mis brazos
los árboles cedieron ante la embestida del tiempo
veo esperanzas caer desde lo alto.

Tu ausencia se rehusa a proyectar sombra
los ojos duermen en su tumba, bajo los párpados
me voy, por si te quedaban dudas.

La carta en la botella regresa a mí con las olas
mis sueños han dejado de tener tu rostro
las heridas no sanan, el dolor es otro
me voy, es todo.

El blog sigue vivo!

No era ocio, en realidad he querido escribir desde hace mucho pero... ¿a quién engaño?, si apenas hoy me propuse publicar algo, aprovechando un día más desperdiciado y el clima lluvioso, y lo que resultó fue que mi computadora me traicionó diciéndome "Ah, conque ahora sí quieres escribir, pues fíjate que no", y con el rotundo letrero de fondo blanco "No se puede mostrar la página" me cerró la puerta en las narices sin decir adiós. Sí, el monitor de la computadora también es otro objeto con los que hablo y qué.
Total, ni siquiera sabía lo que iba a escribir, así que me salí un rato para ver si la inspiración entraba cuando yo abriera la puerta y mi computadora se arreglaba sola. "¿De quién es la culpa si te la pasas descargando quién sabe que cosas y llenando de mierda la memoria?"
Me salí a pensar en los misterios de la vida, en que si las cosas tanto malas como buenas en verdad me pasan por que las merezco, en que me da miedo la persona en la que me estoy convirtiendo. Ejemplo: esta semana exploté en contra de cierto maestro, en plena clase, le dije que no estaba poniendo atención y hacía otro trabajo porque por su culpa no lo había terminado, que si exigía respeto de nuestra parte primero debería a nosotros respetarnos, según él somos unos ineptos, holgazanes carentes de criterio. "¿Ustedes creen que eso es arquitectura?" dijo mofándose de nuestras desveladas, de nuestras ojeras, y ahí sí no le contesté porque en eso sonó mi teléfono, pero en mi garganta luchaba la pregunta "¿Y usted cree que lo que hace es dar clase, que con sus comentarios nos motiva, que con intentar hacernos sentir miserables dejará de sentir usted mismo su miseria?". No me gusta hablar mal de la gente, sólo en casos especiales cuando no hay otra alternativa.
Pero eso no es lo que me preocupa, sino que luego de eso, en mi mente se formulaban las hipótesis más siniestras, como si se apoderara de mí la mente de John (Saw) para trazar un laberinto de ideas que me conducían a una sola frase "Valora tu vida", "Debes hacer que valoren su vida". A lo que una vocecilla le respondió: Y tú, ¿valoras la tuya?
Empiezo a pensar que el otoño no me hace nada bien, con las alergias, los días DEMASIADO cortos, ha dejado de ser mi época favorita.
Y regresando a lo que planeaba escribir, ya que por fin se pudo "reestablecer el servidor", me di cuenta de que las palabras se habían quedado olvidadas en el camino de la calle a mi casa, aferradas al pavimento como una extraña mancha translúcida. Son charcos que dejó la lluvia, mentira, eran las ganas que tengo de vaciar mis ojos en el aire, palabras acuosas, las lágrimas que han sido robadas a mi almohada.

martes, 6 de noviembre de 2007

No sabía que los blogs también pasaran por crisis

Mi blog ha amenazado con suicidarse si mi grado de abandono sobrepasa los límites que no sé cuando se tomó la libertad de establecerme, ni mucho menos cuáles serán éstos, ni en qué condiciones serían considerados como sobrepasados.
Uno crea un blog con la más noble idea, como cuando cría a un gato, lo alimenta y le da todos los cuidados necesarios y, ¿para qué?, si los sacrificios sé vuelven pólizas vencidas cuando éstos adquieren la capacidad de independencia, de indiferencia más bien diría; para que luego salgan con que quieren suicidarse como el grillo que ayer saltó por la ventana desde el tercer piso durante el examen de inglés.
La primera advertencia del blog fue esta: "Debido a tus descuidos injustificados consecuencia de haber dejado de publicar más de lo permitido y en tiempos cada vez más espaciados, y al no haberte comprometido a una atención constante y digna de mi persona, dejándome morir de hambre de letras y abandonándome por considerarme sólo un pasatiempo, he decidido que prefiero suicidarme a esperar a que el silencio y el polvo me consuman. " Sí, esas fueron sus amables palabras antes de gritarme "¡Renuncio!", y marcharse.
Por si eso fuera poco, mi expresión no cambió, estaba loca, ¿quién demonios se pone a discutir con su blog? ¿Será el efecto de los marcadores a los que he estado expuesta desde octubre, o de plano ver tanta película como que sí me afectó? Porque últimamente hablo con los objetos, si antes hablaba con mis gatos, eso ya es pasado, pues al menos son seres vivos y no materia inerte, no que ahora me pongo a platicar con las láminas de dibujo, con los colores y hasta con el papel sobre el que dibujo o escribo. Si de por sí ya era raro hablar conmigo misma en voz alta, ahora me la paso regañando a mi práctica de laboratorio por no estar terminada, a mi suéter, por caérseme al piso a cada rato, y a los dibujos que hago, por quedarme tan feos al ser comparados.
El otro día me propuse inventar un monstruo inspirada en un artículo que leí hace una semana en el periódico, le di un rostro, un pasado, una personalidad, y ya estaba yo muy emocionada pues llevaba dos hojas enteras sin parar de escribir, cuando de pronto me detuve a leerlo para ver si funcionaba, y lo que me llevé fue un gran susto al comprobar cuánto se parecía a mí. No, no quiero a un ser que represente mi lado oscuro, nada de eso, quiero que sea independiente, que no se parezca a mí, pero veo que es imposible no dejar un pedazo mío en cada texto, con cada fragmento de poema no contener toda una historia; y lo que quiero ahorita es esconderme un rato, invernar antes de época por mientras que soy absorbida completamente por la escuela. Son etapas, pienso, en las que de pronto no me gusta nada de lo que escribo y entiendo que la inspiración no es una fuente inagotable. Prefiero enmudecer un tiempo, esperar a que la crisis de creatividad pase, que muden las hojas de los árboles, al igual que a mi blog le pasará lo mismo con sus inútiles ganas de suicidarse.

jueves, 1 de noviembre de 2007

Retrospectiva

Durante el día, por tanto trabajo olvidé las pesadillas que me provocaron los maratones de películas, pues al menos en la última semana he visto una diaria: "Saw 4", "Holocausto Caníbal", "El despertar del diablo", "Hannibal, el inicio", "1408", etc. No es que sea masoquista, pienso que una dosis de miedo de vez en cuando ayuda a superar mis temores anclados desde la época en la que veía a "Chucky", escondida tras el sillón de la recámara, con las manos en posición exacta para interponerse entre mis ojos y la pantalla a cualquier asomo de peligro. Fue por él por quien dejé a mis muñecas, tapándolas por las noches con sábanas para que no pudieran observarme dormir, por él fue por quien las decapitaba.
Luego apareció Jason, inspeccionando calendarios para ver qué día trece caía en viernes porque solían pasar maratones completos de sus películas, del asesino a diestra y siniestra de la sierra, de quien te podía encontrar y matar a la vez en un bosque o en tu propia casa, el de la máscara de hockey, el mostruo del lago que revivía sin importar cuantas veces acabaran con él.
Por él tuve mis pesadillas, pero no tantas como con Krueger, el culpable de no querer cerrar mis ojos por las noches, de orillarme a pellizcarme el brazo para comprobar que no me había quedado dormida, de él no podía esconderme, y el dormir no me funcionaba como opción para sentirme tranquila.
Después siguieron el Payaso Esso y antes, la niña del Exorcista, mi capacidad de impresionarme se perdía, así que opté por ampliar mis géneros de películas, pero mis inclinaciones no cambiaban, "Destino Final" y la magnífica saga de "Jigsaw" "Juego Macabro" o "Juego del Miedo". Me pareció brillante y perturbador cómo el llamado asesino del rompecabezas ponía tu propia vida entre tus manos y de ti dependía si la aferrabas o no, además su forma de engañarte para que no supieras quién era en realidad la presa y quién el verdadero depredador.
Sí, Saw es el candidato perfecto que sustituyó a Freddy en mis pesadillas.
Así que hoy me la pasé sin hacer nada en todo el día, sin avanzar tarea, tirada en la cama observando absorta los posters cinematográficos que adornan las paredes de mi cuarto, ocultando el tono violáceo, las cuarteaduras y las telarañas. Sin inspiración y sin ganas, deseando que la semana que aún no empieza ya termine, lo mismo que la que viene y la que sigue, y la que sigue...
D.D.

domingo, 28 de octubre de 2007

Rêves

Hoy tuve otra de las pesadillas.
Freddy Krueger entraba por mi ventana mientras yo aún dormía, dejando caer sobre mí las cortinas con lirios estampados, intentando asfixiarme. Luego yo despertaba, mirando aterrada cómo la única luz de toda la casa, la del pasillo, la que por años he dejado encendida por miedo a la total oscuridad, se extinguía. Freddy lo sabía, sabía que la oscuridad era mi temor más grande y que podía volverse aún mayor dentro de mis pesadillas.
De pronto sólo sus garras metálicas brillaron en la noche, las sentí sobre mi yugular palpitante en un escalofrío que recorrió todo mi cuerpo, y ya cuando imaginaba el filo de plata de esas cuchillas enterrándose profundo en mi garganta, entonces, entonces intercambiábamos identidades. Ahora yo era Krueger con garras en lugar de dedos y la piel achicharrada. Yo quien sostenía a una persona por los cabellos con la mano izquierda y la degollaba con la derecha.
La sangre me cubrió el rostro desfigurado y mi jersey a rayas rojas y negras, quedé paralizada.
"One, two, three, Freddy viene por ti" "Four, five, six, Freddy habita dentro de ti", un coro de niños cantaba espeluznantemente a lo lejos; "Seven, eight, nine, ten, Freddy está justo donde tú ves", salió una voz de dentro de mí pero yo no lo decía, la imitación perfecta de mi voz y mis labios hablando, pero no era yo, sin embargo, el espejo que se alzaba delante de mí opinaba lo contrario.

martes, 23 de octubre de 2007

Sin que me lo pidas

Toma mi silencio, te lo regalo
es tuyo, te lo doy envuelto
porque sueltos no puedo darte los pedazos
porque secos han caído mis esfuerzos al suelo.

Toma estos ojos, entre tus dedos
que ciega antes ya me había quedado
si éstos al verte se me escapan corriendo
pues siempre te pertenecieron.

Toma mi tiempo, lo descuelgo
de la pared donde cada día lo he colgado
porque tus brazos son mi segundero
y el minutero tus pasos.

Toma mis labios y llévatelos
pues sin pronunciar tu nombre de qué sirven
si enmudecen al querer hablarte
si callan mucho más de lo que dicen.

Llévate mi aire, no lo quiero
porque me quema como fuego al respirarte
porque tu ausencia se me impregna en los pulmones
y llena de vacío todo mi cuerpo.

Vete con mi voz
de todas formas ya extinta
muda, seca, caída
es tuya, te la doy.

Mis manos frías
mis negros ojos
mis cuencas vacías
el ruido y el polvo.

Aunque no me pertenezca
toma mi espera junto al semáforo
mi indiferencia
mi obsesión
mis ausencias
mis letras.

Mis desvelos para ti son
aunque nunca lo sepas
mis sueños
mis poemas
mis ideas
y todo lo que soy.

sábado, 13 de octubre de 2007

No juzgues a un libro por su portada

Yo no soy un libro, quizás es por eso que siempre me juzgan por mi portada, por mi apariencia, por mi aire de niña malcriada y todo me vale. Pero he aprendido a vivir con eso desde los doce, empezando por mi propia familia, quien pensaba que por vestir de negro formaba parte de sectas satánicas que sacrificaban animales.
¿Y a qué viene todo esto? Pues resulta que hoy fui a la Feria del Libro que hoy se inauguró aquí en Monterrey, y noté las miradas de algunas personas cómo pensando "¿a poco tú lees?", tan sólo por mi atuendo negro de camuflaje y mi cabello despeinado. "No, Dalia, que no te dieran el papelito que a todos los demás les dieron en la entrada no significa discriminación de ningún tipo", me dice mi conciencia, pero total, todo eso me llevó a recordar mis inicios como lectora, el ¿porqué me gustó leer?
Recuerdo claramente las imágenes de mi primera Biblia ilustrada, eran dibujos de la creación del universo con unas cuantas palabras al fondo, y hablaba de cómo Dios creo las galaxias, las estrellas, los planetas. Recuerdo todo lo demás que seguía, la vida en la Tierra, Adán y Eva, Caín y Abel, etc. Mi percepción de niña que está aprendiendo a leer no alcanzaba a entender porqué alguien podía asesinar a su propio hermano, y se quedaba fascinada de cómo es que Moisés y su gente atravesaron el mar si ahogarse.
Luego viene a mi mente un pequeño libro de cuentos en el que sobresale uno titulado "La niña de los fósforos" de Hans Christian Andersen, una historia que no recuerdo mucho, pero sí la enorme tristeza que me provocaba saber a esa pobre niña en el frío en vísperas de Navidad, el que nadie le había comprado ninguna caja de fósforos ese día, la agonía de encender uno a uno esos cerillos que la llevaron a encontrarse con su abuela. Sobre todo, no se me olvida la frase "Muerta, muerta de frío en la Nochebuena!"
"La reina de las nieves", del mismo autor, con su universo de hielo me trajo una concepción desconocida del invierno, después vinieron muchos otros, cada vez con palabras más difíciles para mi entendimiento, pero cada molestia de tomar cinco veces por página el pesado diccionario en lugar de frenarme me animaban a buscar nuevos retos, más libros sin imágenes y menos cuentos para niños.
Sé cómo empecé a leer, pero lo que no sé es cómo fue que nació mi amor por la lectura que me ha dado todo lo que tengo, si fue en la primaria en la biblioteca y los libros que me llevaba cada fin de semana, si fue de pronto en un afán de descubrir cosas nuevas, poco a poco, porque no creo que una mañana me haya despertado así nada más con las ganas de leer un libro.
Son tantas cosas y tantas personas a las que les debo, a mis maestros de la secundaria y de la prepa, a mis padres por cumplirme mis caprichos de llevarme a Cintermex cada año a surtir de títulos mi librero "Te compro otros cuando ya hayas terminado de leer los demás", gracias, quisiera que supieran que no desperdiciaron su dinero.
La Feria del Libro influyó mucho en mi adición a las letras y sigue haciéndolo hasta ahora, por eso no quería dejar de nombrarla hoy que se inaugura, porque por tanto tiempo ha sido como un hábitat incomparable a ningún otro, como refugio entintado y con olor a nuevo y mi escondite de palabras para cuando siento que la realidad no me basta, o cuando quiero inventarme otra.

viernes, 12 de octubre de 2007

¿Por qué tú?

Causante de los coágulos en el pecho
de arrancar diestro de mis pulmones el oxígeno
de petrificar el espacio en el que me muevo
creador experto de vacíos y silencios.

Tú, ¿porqué?
que ignoras que al pensar en ti escribo esto
lo que con tu sola voz inventas,
con el suave roce de tus ojos de lejos.

Flecha perdida
que tuvo en mí un mal aterrizaje,
la mejor de todas mis heridas
veneno esparcido en mi sangre.

Un mar de preguntas
que nunca tuvieron respuesta
La cursilería de mis letras,
de mis intentos de poemas.

Intento exprimirte como tinta
esparcida en mis labios blancos, de cenizas
pero estás ahí para sustituir los espacios
para hacerme sentir que más te quiero a cada línea.

viernes, 5 de octubre de 2007

El de nombre advenedizo
el de siempre, pero no el mismo
el de miradas que se salen
por no caber en los pasillos.

Nunca te involucres
con tristezas ambulantes
con fantasmas de rostros amarillos
y de ojos siempre ausentes.

No me des esperanzas falsas
ni me alimentes el alma
no hagas que me invente
besos con las palabras.

No querrás las largas noches
en las que tus manos sean mi mejor pluma
ni escribir con ellas en mi piel letras
que nunca se borran.

No querrás pasar tu tiempo
en el que viendo tus ojos yo vea historias
en el que con la mente perdida en la memoria
sustituya el roce de tu piel por el papel.

No querrás palabras cursis
provenientes de lo que lees más que de mi boca
ni poemas en lugar de abrazos
ni miradas soñadoras.

Lo que menos quieres son poetisas locas
que te desarmen dejándote indefenso
que te invadan con verbos, adjetivos, puntos y comas, acentos
que tomen una pluma y te apuñalen el pecho.

NO te involucres nunca
porque cambiaré todo tu ruido por mi silencio
porque con mi indiferencia cubriré tu cuerpo de hielo
porque tomaré tu corazón y te exprimiré los sentimientos.

No te involucres conmigo nunca
porque tendrás que conformarte con poemas
en lugar de besos
con versos melosos y una avalancha de te quieros.

Con suspiros arrancados de lluvia roída por el pavimento
con corazones mutilados y alas inservibles
con conejos y diarios y frecuentes incendios autoprovocados
con melancolías de cenicero.

domingo, 30 de septiembre de 2007

Mémoires

Cinco de la mañana. Sigo si una historia que fluya de la nada desde mi cabeza. Pero ya no hay palabras, y la imagen de escritora fracasada me persigue desde que decidí olvidarte para siempre. Como poco, duermo en exceso. He cambiado el montón de manuscritos nocturnos por manchas de cerveza en mi ropa, por colillas de cigarro que devoran el papel como buscando ansiosas la textura de la mesa de madera. Se apagaron las historias que alguna vez me acompañaron estando sola, si pudiera conseguir algunas limosnas de mi memoria sin encontrarte a ti, sin encontrarme a mí, pero la amnesia prometida al fondo de la siguiente botella es pasajera, y jamás podré convencerme de que mi vida pudo haber sido otra. ¿A dónde fueron las líneas que alguna vez pelearon por ocupar el lugar privilegiado en el papel inundado de tinta, las letras que burlaban circunstancias para venir y aterrizar con sus paracaídas de tinta?
Los poemas que un día fueron mi alimento, las veces en las que no dormía por escribirlos y ahora por buscar algo que escribir no duermo.
¿Dónde quedaron los personajes que cada noche brotaban de mis pensamientos, alzando sus manos para ser notados, reclamando por un nombre?
Las siluetas de tinta desfilando sobre el fondo blanco, llenándolo de vida.
¿Dónde?
Las letras se han lanzado de mi escritorio en busca de un mejor destino, la tinta de mi estilógrafo se ha congelado para no tener que compartir conmigo tantos espacios vacíos.
Si estuvieras, si no hubieras muerto, ¿todo esto sería distinto?

domingo, 23 de septiembre de 2007

Correspondencias

Han pasado annios desde que te fuiste sin despedirte. El tiempo que nos separa es tanto que ya he dejado de preguntarme dónde estarás, si algún día vas a regresar, cuál es tu razón para habernos abandonado. Ahora sólo me pregunto egoístamente si alguna vez tú llegas a pensar en mí, si recuerdas las veces en las que nos divertíamos tanto, las tardes en las que no parábamos de reír. Si ya olvidaste cuando comíamos chatarra hasta enfermarnos del estómago, la ley que inventamos de "come todo lo que veas sin importar de quién sea", las mannianas en las que te despertábamos para que jugaras, ¿te acuerdas cuando en los fines de semana el amanecer nos sorprendía despiertas?

Porque algunas noches antes de dormir sigo sonniándote con los ojos abiertos, sigo pensando en las tantas veces en las que me mirabas y hacías que inexplicablemente desaparecieran las lágrimas. En los silencios, los sobrenombres ridículos, la vez en la que grabamos estupideces en un cassette, las horas que te aguantabas el suennio para que a mí, por andar viendo películas que no debía, se me quitara el miedo.

He dejado de preguntarme además, qué hice mal o qué no hice bien para que tomaras la decisión de irte para siempre y dejar todas tus cosas en tu cuarto como recordatorio o como reclamo, como desafiándonos a que intentáramos limpiarlo.

Quizás crecimos, cambiamos y pensaste erróneamente que ya no te necesitaríamos, que nos daríamos cuenta que el mundo que creaste era falso y que estar contigo ya no sería necesario.
Pues ya crecí, soy adulta y déjame decirte que por ningún motivo cambiaría todos los momentos que ahora sólo veo através de estos vidrios llorosos porque ya no estás tú para limpiarlos, que sé que nada de lo que me dijiste fue falso, sigo pensando que fui afortunada al conocerte en mi infancia, al heredar tu gusto por los gatos.

Tal vez las pastillas debilitaron tu cuerpo, tal vez no hice nada para para ayudarte a soportar la soledad sobre tu espalda. Pienso que quizá te acuerdas de mí como en un suennio, que al despertar va perdiéndose en el transcurso del día, hasta convertirse en algo que se olvida, algo desechable.
Todos estos annios, ¿desperdiciaste tu vida con nosotros para luego abandonarnos?

Tía, ¿a dónde fuiste?, ¿porqué siento que tú piensas que te hemos olvidado?
¿Qué vas a hacer cuando de pronto mires por sobre tu hombro y descubras que es demasiado tarde, que los años no son como una cinta, un cassette regrabable?

Gracias a ti, que me compraste ese primer diario fue como empecé a escribir, así que no me salgas con que no dejaste nada bueno en mí, con que el silencio entre nosotras tiene algún significado, con que no te extrannio...

miércoles, 19 de septiembre de 2007

Vivre à des moyennes

Odio los términos medios
el punto exacto
en el que el desequilibrio es lo único cierto

Medio poeta
medio escritora
medio arquitecta.

Mitad versos estructurados
mitad prosa poética.

El poema es o no es
las personas son o no son
las rimas llegan o no llegan
y no puedo seguir siendo "media yo".

Medio dormida
medio despierta
ya no puedo vivir a medias!,
o estoy o no estoy.

Con los ojos entrecerrados
medio loca o medio muerta,
entre la pérdida y la espera
no puedo dejar de sentirme incompleta.

domingo, 16 de septiembre de 2007

Porque en la lluvia te recuerdo...

Lo incierto se refleja en mi rostro, las tareas pendientes, en mi estómago. El tiempo me sujeta el cuerpo, aferrándose a mí con cadenas que penden desde mis párpados, pies y muñecas, anclándome a un suelo que no me permite volar. ¿De qué sirven estas alas ahora, si estoy atada a la rutina con mi propia piel como una jaula? ¿De qué me sirven, reprimidas y plegadas sobre mi espalda? Si afuera hay una lluvia que mi caparazón de obligaciones no me permite sentir, si mis ojos se mojan con lágrimas grises por lo difícil que me resulta vivir. Por no saber si al bajar del autobús la lluvia seguirá siendo lluvia, o se transformará en miles de pequeñas púas, falsos témpanos de hielo cayéndome desde el cielo, encajándoseme como balas acertadas en cada poro de mi cuerpo, dejándome de bruces en la calle con los ojos fijos y el rostro pálido, a merced de nadie. Por la angustia de que esas gotas indefensas me golpeen la cabeza como piedras y me desangre. Uno nunca sabe.
Hasta ahora la lluvia ha sido buena, compañera perfecta de mis soledades, aunque la vida es tan incierta que cualquier día de estos ella podría perforarme como miles de agujas convirtiéndome en su alfiletero, tal vez sus gotas dejen de ser tan dóciles y se vuelvan de fuego, o el ácido que emanen, en mí derrita cada célula de mi cuerpo, dejando no más que una negra e irreconocible mancha en el pavimento.

miércoles, 12 de septiembre de 2007

Diario

4 de Julio de 1999. Empecé con ésto, con una fecha escrita en cursiva y la frase a la expectativa de "Querido diario", con una libreta de hojas de colores con lunas durmientes y sonrientes soles, notas musicales y tintas rosas, verdes y azules. Fue un día importante en mi vida, en mi inocencia de diez años, quizá el más importante de todos, pues fue aquel en el que conversé por primera vez con la pluma y el papel. Palabras que poco decían de mí misma, pero mucho revelaban las ganas que tenía de registrar las cosas que formaban parte de mi mundo de niña. Intrascendencias, puedo pensar ahora al leerlas, pero más allá de la profundidad escasa de las letras, fueron esas experiencias acumuladas las que con el tiempo me hicieron descubrir formas distintas de ver mi propia vida, universos alternos, puliendo con cada palabra las alas que poco a poco me nacerían. La enciclopedia de mí misma, no me bastaba con vivir una vez las tristezas tenía que dejar grabada por siempre su huella por si acaso la memoria algun día me fallara.
Cambié los juegos y fragmentos de mis tardes para escribir lo que para mí tal vez en ese entonces también era un juego, pero el que con el paso de los años se convertiría en mi mayor obsesión, en mi anestesia en contra de los malos tiempos.
Y aún conservo la primera estrofa, intacta, la primer palabra que a esa edad jamás imaginaba hacía que lugares remotos me llevaría, la primera página como la puerta a un mundo anónimo que me tomaba del brazo con sus manos amarillas.
El diario quiso volar, y sus páginas se desojaron, pero están ahí unidas por el lado izquierdo con cinta para que yo pueda vivir mi vida las veces que yo quiera, recordando...

viernes, 7 de septiembre de 2007

Dr. Lecter

Primero que nada, sabes que no podría resumir en unas cuantas líneas todos los momentos valiosos que hemos pasado, y que ya es un poco tarde pues hace treinta minutos que ya no es tu cumpleaños, pero quería dejarte algo, y aunque ese algo no sea lo mejor, y que de todas formas te daré un regalo, entre desvelos y parasomnio, para ti siempre habrá un espacio.

Sabes que te quiero porque eres auténtico, porque me haces ser mejor yo, porque no importa que no recordemos cómo fue que empezamos a ser amigos, la primer palabra que nos dijimos en el dojo de karate, eres mi mejor amigo porque contigo las largas conversaciones parecen tan cortas, porque apenas un par de días sin vernos hacen que platiquemos por horas, por llegar al límite de hablar en persona, por teléfono y por el msn en un mismo día sin aburrirnos, porque podemos encontrarle cosas chistosas hasta a las malas películas (como la de la muñequilla), porque sé que aunque leas esto no lo firmarás, por la confianza que te tengo. Un anónimo dijo "El verdadero amigo es aquel que a pesar de saber como eres te quiere".

Y estuve escarbando en el cajón de los recuerdos y me di cuenta de que los tuyos no caben, necesitan más espacio; cómo olvidar las anécdotas como el día en que navegamos en la lancha que nos encontramos en el paseo Santa Lucía, o cuando nos mojamos en las fuentes y saltamos cuadros. Supongo que no has olvidado aquella vez en el "turibús", la cuenta de los golpes en la cabeza, cuando agandallamos bien sordeados los sándwiches del gimnasio (pero que nadie lo sepa), y por supuesto, la frase "ah, órale" que surgió aquel día en Fime como expresión necesaria cuando alguien dice algo (por ejemplo tu papá) y no sabes qué decirle después, el subirnos por las escaleras que bajan y bajar por las que suben que creo que fue el día en el que por poco nos quedamos encerrados en Interplaza. Ah y la vez en el mall cuando casi nos agarra la policía...

"¿Qué cosa más grande que tener a alguien con quien te atrevas a hablar como contigo mismo?"

Y sí, sé que me estoy volviendo cursi y ñoña y que no puedo culpar al sueño, así que mejor te veo dentro de unas horas para jugar videojuegos como todos unos adultos maduros y sabes qué, como no puedo cargar en el camión con el pastel te haré uno yo misma en la escuela a base de gises de colores para que sepas lo dañina que es la adicción a esas barritas.

Atte
: Clarice

sábado, 1 de septiembre de 2007

Cuando te derrumbas

Esta historia la escribí a los dieciséis, en un tiempo en donde empezaba a perder el miedo y la vergüenza que me provocaban mostrar mis textos a terceros, y los cuales aún al presionar "publicar entrada" siguen existiendo.

Aquel hombre salió aquella tarde de su rutina, caminó por las mismas calles, mirando las mismas casas, viendo caer las mismas gotas de lluvia sobre su cara. Cuando cruzaba avenidas, tropezaba con las piedras que de soledad fue dejando como rastro, cada día era lo mismo, irse por la mañana, salir del trabajo y llegar a casa sin que nadie estuviera esperándolo.
Su casa era enorme para alguien tan insignificante como él, y tan pequeña como para envolver aquellos asuntos que desde siempre lo habían perturbado.

Por fin llegó. En lo que antes había sido un abundante jardín, veíase ahora una escalera estrecha de piedra que iba a dar hacia la ventana más alta de la construcción. La única con la luz encendida, su único refugio contra el aplastante mundo. Desde hacia varios meses que no entraba por la puerta de la vivienda por una sola razón: la basura y el polvo acumulados. Cualquiera que curioseara por las ventanas, podría darse cuenta del caos y el completo desorden que arrasaba con el lugar, cubriéndolo con una oscuridad que caía desde el techo hasta el suelo, como un manto aterciopelado de abandono e indiferencia.

Y en medio de tantas sillas rotas, periódicos viejos, latas vacías, papeles, ropa sucia, recuerdos olvidados y sombras de debilidad, se ocultaba un pequeño pájaro herido a punto de ser aplastado por todos esos desperdicios.

Era imposible caminar por la cocina, la sala, el comedor y hasta por el baño, por esta razón, el hombre construyó una improvisada escalera evitando así tener que pasar por toda esa montaña de complicaciones. Pensó que así podría olvidarse de todo lo que antes le había servido, y hoy sólo representaba un montón de basura sin importancia. Se olvidó, al igual que todas las cosas pudriéndose allí, al igual que como se olvidan los años, de que tomar la salida más rápida o más corta, a la larga resultaría contraproducente, porque en la vida, los problemas no desaparecen, sólo se acumulan.

Obviamente, él cerraba los ojos ante todo ese cúmulo de polvo que le cegaba la vista. Por las noches, al subir hasta su habitación, la única a salvo de el desastre, soñaba en que un día despertaría, y, mágicamente, el desorden ya no estaría. Oía a lo lejos como el cantar de un ave que había sido herida por el viento, pero creyó que entre aquel caos, no podría haber un ser viviendo ahí. Sintió que ya no tenía porque preocuparse por limpiar su vida nunca. De todos modos siempre volvería a ensuciarse. El escepticismo controló su existencia, tantas decepciones lo volvieron insensible, pensaba que así, viendo su vida como si fuera la de alguien más, evitaría el sufrimiento y nunca sentiría el dolor. Las lágrimas eran inútiles e inservibles.

Tanta era su convicción de que las cosas se arreglarían, que una noche, al escuchar claramente el crujido de uno de los agrietados muros, y el sonido de cosas que caían, como algo a punto de hacer erupción, lo ignoró totalmente, atribuyendo esto a los truenos que anunciaban otra lluvia más. La noche transcurría, la naturaleza siempre sigue su curso, la gravedad también.

Lo último que supo fue que no sentía su pierna izquierda, ni su tórax, como si toneladas de escombro se le hubieran precipitado encima y se mantuvieran firmes, ahora no sólo aplastándolo, sino que también lo asfixiaban; sobre su existencia se apiñaban todas aquellas cosas que ignoró constantemente como si fueran basura. Ahora esos desperdicios lo enterraron en sus propias debilidades, y pensó que moriría; intentó recordar...

Todavía estaba muy oscuro, dio vueltas sobre su desgastado colchón, como cuando uno tiene pesadillas. Percibió un estremecimiento en lo más profundo de su alma, de nuevo creyó escuchar el extraño canto de aquel ave, pero esta vez más insistente, tratando de advertirle. Fue entonces cuando la tierra tembló estrepitosamente desde su centro, como lanzando un grito de desesperación hacia la superficie. Las paredes se tambalearon y después se notó invisible el rugido del destino, cumpliendo con su deber.

Bajo su cama todo se derrumbó, y él se vio cayendo encima de lo que ayer seguía siendo basura. Los escombros despedían lentamente un humo que ascendía hasta las nubes, y bajo todo esto, con los ojos inexpresivos, con profundo arrepentimiento, lloró. Ahora el polvo no habitaba sólo sus ojos, sino también su cuerpo entero. Con pensamientos pesimistas y sangre tiñendo los trozos de lo que antes había sido su hogar, una lágrima cubrió como lluvia dorada esos pedazos del pasado, e inexplicablemente, pareció como si éstos fueran tocados por un potente ácido, deshaciéndose y así, lentamente, mientras más se entregaba a su dolor, los escombros daban paso a la luz del sol. Pensó que era un sueño y siguió creyendo que moriría, mas cuando oyó el canto renovado de aquel ave, supo que no lo era.

Y el ave, (la esperanza) viva aún, salió volando por encima de todo, dando vueltas sobre ruinas que desaparecían, recuperada ya de sus heridas, igual que el hombre, porque ambos se arriesgaron a sufrirlas.

martes, 28 de agosto de 2007

Asesinando al recuerdo

Sostengo el cuchillo entre mis dedos, "No puedo". La hoja brillaba con un resplandor asesino, los finos dientes ansiaban encajarse y hundirse hasta lo más profundo de la piel. Sólo un segundo, un segundo de apretar los dientes para atacarla directo al corazón y el trabajo estaría terminado. Ahí está, la miro a los ojos en un intento desesperado por decirle que no lo quiero hacer pero que es necesario; ella me devuelve la mirada, lo sabe, sino porque estaría tan asustada. Su mirada intenta comunicarme algo pero al fin su boca habla: "Házlo ya", más que ordenarme pareció que lo suplicaba. No puedo mirarla, aunque está frente a mí en aquella escena triste y trágica.
La noche no es suficiente para ocultar el crimen que estoy a punto de cometer. Ella se arrodilla y su mirada se pierde quizá para que la muerte la tome por sorpresa. Sujeto con fuerza aquella arma homicida y el brillo plateado resplandece contra su cuello. Entonces el filo resbala hacia su estómago, apenas rozando su piel, su respiración deja de percibirse, y el cuchillo al fin encuentra su objetivo: el corazón.
Ella cierra los ojos, y por instinto, también cierro los míos. Silencio. Mi mano ensangrentada retira con fuerza el arma de su cuerpo. ¿Será suficiente? Por si acaso una segunda, una tercera puñalada, espero. La sangre ha dejado de fluir a borbotones, ella cayó al suelo, y yo estoy ahí mismo, pensando en lo que he hecho.
No está muerta, se levanta y vuelve a mirarme con el rostro apagado y me pregunta "¿Está muerto?", "Eso parece", le contesto. Y entonces, sonriente, miro a esa pobre mujer al pararme frente al espejo, ensangrentada mi playera azul, ensangrentado su pecho.
Y al abrir el puño de mi mano izquierda me muestro a mí misma lo que de dentro he sacado, cubierto todo de sangre:
el pedazo de tu recuerdo.

jueves, 23 de agosto de 2007

"Sin dormir pienso en ti"

Hoy como desde hace varios días relegué mi pluma y silencié mis manos, y mis ojos se llenaron de tinta para escribir lágrimas sobre un rostro cada vez más desconocido y cansado.
No entiendo, la semana se pasa tan rápido, cosas que quisiera decir mueren reprimidas. ¿Porqué tengo que escribir a escondidas de mí misma?
Sospecho que la falta de tiempo para expresarme lastimó mi ojo izquierdo y ahora está mucho más hinchado, aunque empezaba a quedarme ciega desde antes de que ocurriera esto, pues ya no distinguía mas que el horizonte pesado y vaporoso del sueño. Sueño ¡no me limites!, odio tenerte cuando no puedo. Sal de mí por las mañanas, vete de paseo, aléjate, porque lo abarcas todo, hinchas mi cerebro al igual que la inflamación a mi ojo izquierdo. Dices que es mi culpa, que son pocas cinco horas, que no duermo lo que debo, pero ya me cansé de que tomes el control absoluto de mis párpados, que te undas sobre mi cuerpo.
Déjame en paz, en mis noches de insomnio te das el lujo de ausentarte, sé que siempre ha sido así, una lucha constante entre lo que soy y entre lo que ya no quiero ser. Y sé también que no pienso desperdiciar un tercio de mi vida durmiendo.
Así que mañana que despierte y abra los ojos el mundo me parecerá otro, tu aroma adictivo saldrá de mi habitación, y tu cansancio contagioso, no sé cómo le harás, escóndete, tras los libros, bajo la cama, imprégnate al mosaico, enciérrate en el clóset o suicídate por la ventana.
Inspiración, ¿dónde andas? El sueño llega primero y me atrapa, me entra el miedo al saberme humana e imperfecta, me olvido de todo porque todo me cansa, las preocupaciones, las tareas inacabadas, las narices que gotean, los desvelos injustificados, todo eso me noquea, me entristece como gotas de un rocío inexistente descendiendo de entre mis pestañas.


PD: Gracias David por darme el título para este escrito que no tenía nombre, gracias por escucharme, hacerme sentir mejor, darme esperanzas y fuerzas para enfrentar el destino e inspirarme con tus frases sabias.


sábado, 18 de agosto de 2007

Recreaciones

El cielo gris y el viento negro
me aferro a los minutos pero nunca volverán
la luz es una línea imaginaria
la vida es una simple colección de soledad.

El silencio me habla
acompañándome mientras escribo
sentado en la silla más cercana
la que ha dejado vacía la esperanza.

Cierra los ojos,
haz de tus cabellos una soga y cuélgate del cielo
amarra a tu memoria los rastros de los años
y borra tus huellas de este blanco desierto.

Recuérdame
como yo te recuerdo
algo que se resiste a ser olvidado
el rostro inconforme del arrepentimiento
el espacio vacío que permanecerá entre tus brazos.

martes, 14 de agosto de 2007

Morir en el incendio

Parte uno (Basado en sueños reales).

Esperé el momento, inmóvil hasta verificar que nadie podía notar mi presencia, estaba oscureciendo cuando decidí que ya era buena hora de acabar con todo esto. Así que decidí salir de mi escondite y avanzé cautelosa hasta llegar a la primer columna del enorme edificio que se alzaba ante mi vista. Era tan gruesa que podía ocultarme tras ella mientras llevaba a cabo mi plan sin que nadie me descubriera, entonces, decidida, saqué de mi maleta un par de fósforos que representaban el fin, o quizá el empeoramiento de todas mis pesadillas.
De rodillas, con el olor a pasto debajo, y encima de mí el cielo nublado, encendí el primero de aquellos fósforos, la más joven de mis esperanzas y observé cómo la pequeña llama significaba todas las veces en las que no pude dormir, o las noches eternas en las que me quedaba despierta, sin palabras. Arrojé de una maldita vez cual piromaníaca el cerillo hacia la columna, esperando hasta que el fuego la recorriera, para ver qué hacía entonces la vida cuando le quemara despacio sus enormes pies, ¿cómo se sostendría?
Ya estaba el primer paso, así que me alejé para llegar a la segunda mientras en mi mente aún se reflejaba la imagen de aquel árbol a punto de arder. Hize lo mismo, acerqué el cerillo lo suficiente hasta que la esquina hubo absorbido el fuego y me pegunté cómo era posible que esa pequeña astilla pudiera derribar algo millones de veces mayor que ella.
Avancé hacia la tercer columna sintiéndome una especie de héroe de nadie, sabiendo que por mi culpa muchos morirían; esta vez un sólo fósforo no bastó, encendí dos y los dos lanzé, mientras mi corazón se aceleraba al saber que sólo faltaba una más...
Llegué hasta la última, el trabajo ya casi estaba hecho, no esperé más para ver cómo el último cimiento se consumía, me alejé un poco para poder ver de lejos mis esfuerzos cuando de pronto el fuego lo cubrió todo, el pasto, los muros y la enorme barda por la cual pensé escapar.
Mi cuerpo no lo soportaba, el calor era intenso y me envolvía por todos lados, acorralándome en mis propios remordimientos por lo que había hecho.
Quemándome, hice todo lo que pude por subir a la barda en llamas y saltar hacia la calle dónde una vez ahí corrí como si el incendio me persiguiera, reclamando venganza. A lo lejos pude ver todo el edificio, cómo se quemaban todos los recuerdos y los momentos en que sufrí y ya no serían mas que residuos, cenizas que jamás resurgirían. Lo que fui una vez ya nunca me persiguiría, había muerto, yo lo vi quemarse en el incendio.

jueves, 9 de agosto de 2007

Las alas del conejo...

Lápiz labial, una taza de café enfriándose. Te despediste de mí aquella tarde, mientras los rayos del sol fallecían no sin antes colarse por la transparencia del vidrio que daba para la calle, como si fuese esa inútil cafetería su único destino.
Mis ojos se llenaron de aire al momento en el que diste un giro a la conversación, después de que me atreví a pedirte que te casaras conmigo. Recuerdo que tomé tus manos y sin aliento casi, te confesé que quería pasar contigo el resto de mi vida, pero retiraste tus manos como si éstas fueran quemadas por brasas ardientes y evitaste mirarme. Ya desde antes me sabía la respuesta, mucho antes de preguntarte, aún así decidí arriesgarme porque una obstinada parte de mí albergaba la más mínima esperanza.
Continuaste garabateando sobre una servilleta, y el silencio extendiéndose, pesado y asfixiante sobre nuestras cabezas. Por momentos creí que mi voz se había extinguido para siempre, noté cuan calientes eran los sorbos de café en mi garganta, hasta que extendiste hacia mí aquella servilleta, no sobre la cual garabateabas, sino con la que habías limpiado minutos antes tus labios, tu café aún seguía intacto y me preguntaste como si nada hubiera pasado "¿Crees que esto es un conejo?" Y no sé decir precisamente qué fue lo que me molestó más, si el hecho de que me mostraras esa estúpida mancha de maquillaje, o que simplemente no te hubieras atrevido a decirme que no, que no querías casarte conmigo.
Tomé aire pero me pareció que en realidad estaba respirando fuego, y te contesté: "¿Y tú crees que nada te he dicho, que puedes ignorarme?", "Tiene forma de un conejo -continuaste- mira, sus orejas y patas..." Te arrebaté aquel boceto no planeado y te obligué a que me miraras. Tu expresión había sido reconocida y era algo que nunca soportabas, querías huir, pero lo habías hecho tantas veces que no te quedó más remedio que devolverme la mirada y contestarme: "No es que no quiera casarme contigo, es que no quiero casarme", notaste que esa breve explicación no había sido suficiente, en realidad, nada de lo que pudieras haber dicho lo habría sido, y continuaste "Nunca te lo dije porque no pensaba que esto pasaría, perdóname".
No tenía ánimos de discutir, así que callé imitándome a recordar cada instante que estuvimos juntos como si estuvieran a punto de arrancarse de mí, como si mis esperanzas fueran de agua y con las palabras que acababas de decir hubieras removido el tapón de desagüe.
Miré hacia la calle a través del vidrio oscurecido intentando desaparecer, sabiendo que lo que decías era cierto, y te odié momentáneamente por hacerme sentir culpable, que en primer lugar no debí enamorarme. "Entiendo", al fin hablé como pensando en voz alta, "En marzo me iré a Francia, por lo de la beca, no era seguro pero acaban de confirmármelo, quería decírtelo antes, ésa era la gran sorpresa pero te me adelantaste" "Lo siento", fueron las dos palabras con las que intentaste justificarte, segundos antes de levantarte y salir por esa puerta por la que tantas veces te vi entrar, y de abandonarme tal cual taza de café que ni siquiera tocaste.
Me miraste por última vez y apretaste mi mano inmóvil sobre la mesa junto a la servilleta, y diste la media vuelta para salir en busca de tu propio camino, del cual yo no formaba parte. Pedí otro café mientras contemplaba al tuyo enfriarse, y a tu fantasma ocupando el lugar que por tanto tiempo tú ocupaste, y quise desesperadamente atribuir la humedad en mis ojos al café caliente o a lo amargo que me sabía ahora que ya no estabas, quise negar rotundamente que esa sensación acuosa en mi mirada era debida a las lágrimas. Así que discretamente tomé una servilleta para despistarlas y me topé con el bosquejo que dejaron tus labios en el blanco, el conejo escarlata de un beso tuyo sobre la nada. Y entonces vi que ese conejo parecía cobrar vida, tener movimiento, e imaginé las miles de figuras que cuando me besabas dejabas como rastro sobre mi cuerpo, como una secuencia animada recorriéndome por completo. Y accidentalmente derramé un sorbo de café sobre aquel lienzo improvisado y vi poco a poco como al conejo se le formaban una especie de alas en la espalda, y que se alejaba de mí, ya no saltando sino volando, volando junto con todas mis esperanzas.
Pd: Agradecimientos al Sr. Durán por que fueron él y su blog quienes me dieron la imagen del
conejo mutante sobre la servilleta.

viernes, 3 de agosto de 2007

Instrucciones para escribir (según yo)

Segunda parte de "Un típico sábado".
1. No despiertes sino hasta las dos de la tarde, no importa cuántos ruidos provengan de tu alrededor, esfuérzate por mantener los ojos cerrados y si es posible cubre tu cabeza con la almohada para que la molesta luz del sol deje de entrar por la ventana.
2. Claro que para esto tienes que dormirte lo más tarde que puedas, inventa algo que te entretenga, no sé, lee un rato, juega scrabble, prende la tele no importa que sólo transmitan los infomerciales o ese del "stop skin laser"; o si de plano nada de lo anterior te retiene, juega con tu gato y verás que el intentar desesperadamente safar tu mano de sus dientes te distraerá lo suficiente para mantenerte despierta hasta altas horas de la madrugada.
3. Ya que te levantes sin sueño a las dos de la tarde, baja a la cocina a ver si alguien te preparó el desayuno, no te sientas culpable, estás de vacaciones y necesitas descansar.
Pero pase lo que pase no pruebes nada, ni sobras de lo de ayer ni otras de la múltiples opciones. Bueno, ya si no aguantas el hambre tómate un yomi de vainilla y como a las tres horas uno de chocolate, o no estaría mal aquel mango que despreciaste cuando según tú había mejores cosas que comer.
4. Recuerda comer ese poco alimento mientras realizas cualquier otro tipo de actividad, excepto bañarte, ir al baño o dormir. De preferencia mientras lees un libro en la computadora, así lo comerás tan rápido que no sentirás su sabor y tu estómago te exigirá más. Pero no lo escuches, debes seguir todos y cada uno de estos pasos para que al tomar la pluma tu mente no se quede en blanco.
5. Por supuesto, lee varias cosas al mismo tiempo, ya sea un blog, una canción, un libro y hasta la información nutrimental del producto que acabas de tomarte. Puedes escuchar música mientras lo haces, es opcional, ayuda a evitar el ruido de la calle.
6. Sin importar cuántas ganas tengas de salir no salgas, la inspiración sólo te encuentra cuando estás aislada, cuando te sientes sola y que a nadie le importas. Necesitas silencio para concentrarte, las demás personas sólo te distraerían, así que olvídate del mundo y de sus problemas superficiales.
7. No te bañes, aunque seas la persona más limpia y aseada del planeta la inspiración sólo llega a aquellos individuos a los que les despreocupa su aspecto y permanecen varios días sin peinarse. Si en verdad lo deseas, entonces no olvides "El agua no va a ayudarte".
8. Recuerda además, sentirte culpable por no tener ni un peso disponible para comprar comida a tu gato, por no hablarle a tu madre desde el martes pasado y por ignorar a tu padre al que sólo ves dos o tres horas diarias como máximo. Aún así, no te autocompadezcas, la autocompasión nunca es buena.
9. Después de cumplir con los pasos anteriores sin excepción, entonces es justo que puedas comer una hamburguesa como premio por tu perseverancia y dedicación. Recuerda comerla desesperadamente pero con elegancia, para no inspirar pena ajena ni lástima en tus hermanas.
10. Una vez cumplidas estas especificaciones sube a tu habitación, aproximadamente a las doce de la noche a intentar seguir con la lectura que dejaste. Como si el dormir en exceso no fuera suficiente, recuéstate primero en tu cama a estirar un poco la espalda y reflexiona sobre todas las actividades importantes que desempeñaste en el transcurso del día. Puede que al principio las ideas parezcan confusas y poco claras, pero de pronto, habrá en tu cabeza una sensación extraña como de algo a punto de desbordarse, como si dentro de ti se multiplicaran todas las palabras que tenías acumuladas.
11. Entonces corre por una pluma y libreta, pero con expresión de absoluta calma y comienza a escribir. Engaña a esas palabras, házles creer que no las necesitas más de lo que ellas te necesitan a ti para existir, escribe tranquilamente, como siempre, como si dentro de ti no hubiese cambiado nada. Describe cómo te sientes, lo que hiciste a lo largo del día y deja que una a una las letras se acomoden para formar las frases exactas.
Siéntate derecha y no te distraigas, empieza a recordar las sensaciones que te hicieron llegar hasta ese lugar donde estás ahora sentada, y piensa que lo importante no es lo que dejas sino lo que no dejas de escribir.

Entonces, y sólo entonces las palabras volverán a ti.

PD: Felicidades a Gloria y a Sonia que cumplen años hoy y mañana respectivamente, y no, ellas son reales, por supuesto que no son imaginarias.

Los dejo, la lluvia me espera.

sábado, 28 de julio de 2007

Un típico sábado

Tantas horas de ayuno han hecho que mi estómago ya no sienta hambre, que mi cuerpo deje de reclamarme alimentos, tan sólo me siento un tanto débil y con una sensación de ardor en el esófago. El cuello duele, como si se hubiese puesto en huelga y ya no quisiera sostener más mi cabeza, pero no me interesa. He paseado mis ojos durante todo el día y parte de la noche entre relatos, blogs, correos, libros virtuales y por último en instrucciones del funcionamiento de un mp4 a tal grado que mi cerebro ya no distingue que el espejo no es la pantalla de la computadora reproduciendo un video. Me he sobrecargado de trozos distintos de "algos" y mis circuitos se han alterado.
Primero, decidí que sería bueno retomar mi lectura de esta madrugada, la de los cuentos de suspenso pero era demasiada la tentación de la computadora, así que, sin oponer resistencia una vez más fui arrastrada por aquel maravilloso mundo virtual que me permite hacer como si el estar sola no fuera nada, pensar que la alimentación no es necesaria y que el levantarte a las dos de la tarde sin encontrar a nadie en tu casa es perfectamente normal. El msn, no, blogs, tampoco, ¿por qué no desgastarse un poco la vista con los tantos libros que el martes en uno de mis accesos obsesivos descargué? Me decidí por en de "Viven", que por cierto ya vi la película al menos cinco veces. Pero como siempre, en las primeras diez páginas me aburrí y opté por entrar a internet para satisfacer mis necesidades de distracción (léase evadir urgentemente todo tipo de cosas autonombradas "prioridades"). Leí letras de canciones que estaba harta de tararear sin saber realmente lo que decía, por un momento tuve el impulso de eliminar a todos mis contactos por el simple hecho de nunca estar cuando más los necesitaba, aunque luego llegué a la conclusión de que precisamente por ese tipo de pensamientos era tan antisocial. Total, era sábado, no había comido nada, ni peinádome ni contestado llamadas, me había levantado tan tarde que dudaba que esta noche conseguiría dormir. Mi aspecto era el de un típico escritor en una crisis severa de letras, como Johnny Deep en la "Ventana secreta" o Jack en "El resplandor", con el pequeño detalle de que no soy escritora sino simple aficionada. Aunque últimamente me he estado encerrando en mi caparazón de "a mí qué me importa" respecto a las noticias locales e internacionales en la tele y los periódicos, como si el mundo del que tanto hablasen no fuera en realidad en el que yo viviera. Medios de comunicación, lo mismo informan que alteran, ayudan que manipulan, hacen que deshacen, por eso es que renuncié hace mucho a ser periodista. A parte que descubrí que no era mi vocación.
En fin, para qué me peino, pensé, sin nadie puede verme. Y así seguí durante horas en mi sedentaria posición mientras mis ojos se hacían chiquitos por la luz del monitor, y en una de ésas me topé con un blog interesantísimo en mi recorrido que incluía un artículo sobre el feminismo que me dejó pensando (y eso ya es algo); creo que me identifiqué demasiado con la autora pues últimamente he vivido una serie de acontecimientos que me han creado resentimientos hacia desconocidos, sobre todo al afirmar "¿Qué piensan de las barbies, cuyos pies ya vienen en puntillas? ¿Esto no nos daba una lección a temprana edad de lo que teníamos que llegar a ser cuando fuéramos grandes?" en su discusión sobre que las mujeres que se autoproclaman feministas y usan tacones caen en una contradicción. Me hizo recordar los estúpidos anuncios de cerveza, la imagen falsa que se proyecta de las mujeres en la pantalla que si no termina por adoptarse acaba por asumirse y te aguantas. No sé, creo que si empezara a quejarme sobre esto nunca terminaría, yo en particular me considero poco e incluso nada femenina.
Y pasando a otros temas, luego de quebrarme la cabeza intentando sin resultado convertir un archivo de extensión .avi a uno .amv y leyendo instrucciones complicadas con ejemplos poco ilustrativos que de mucha ayuda no sirvieron, recordé que con todo esto, tenía que comer. Mi estómago, cansado de que lo ignorase durante el día entero decidió hacerse el digno y se me quitó el hambre. Así que cuando devoré como náufrago rescatado esa hamburguesa creí que mi cuerpo no lo soportaría y moriría, o al menos, vomitaría. Sólo espero que no me pase como en la segunda guerra a algunos sobrevivientes judíos al ser rescatados de los alemanes por las tropas estadounidenses, cuando al permanecer por semanas alimentándose con pan mohoso que se deshacía con el aire, al ser liberados y provistos de comida de verdad, murieron a consecuencia de que sus estómagos no soportaron tamañas porciones de un solo golpe.
Y bueno, ya con comida digeriéndose en mi cuerpo, llegué al descubrimiento de que me urgía tanto por decir. Y sí amigos imaginarios ya sé que ya se cansaron, así que la segunda parte quedará pendiente, no se desesperen.


lunes, 23 de julio de 2007

Desesperanzas

El cielo nublado como único escaparate. El autobús se desplaza por entre las grises calles, las personas entran y salen, los semáforos repiten sus guiños tricolores. Me acomodo en asiento y recuesto mi cabeza sobre el respaldo con el sentimiento de satisfacción por haber ordenado bien mi horario, habrá que levantarse temprano, volver a jugar carreras contra el reloj, de nuevo a detestar el tráfico. Mi cabeza otra vez querrá desprenderse de mi cuello luchando contra la gravedad al igual que mis párpados y mi cuerpo entero se arrastrará una vez más sobre el suelo. Miro por la ventanilla, que pequeño es mi universo. Me estorban a la vista los anuncios panorámicos, cables de luz, la estructura del metro; Colón apunta hacia la esfera mientras una paloma danza sobre su cabeza, las calles se contorsionan para que no pueda llegar a tiempo y me pierda entre ellas. Restaurantes y tiendas luchando por atraer más clientes que la competencia sin importarles el sacrificio de los empleados, sus bajos sueldos y sus horas extras. Taxis invadiendo la cuidad como una plaga verde extendiéndose para convertirse en estadísticas, ser un ejemplo más del desempleo. Vendedores ambulantes, payasos, cantantes, ellos no son quienes se multiplican y nos invaden, la pobreza es quien lo hace.
La cuidad es un caos, un espectáculo barato. Quisiera que en lugar de los grandes letreros pintados en bardas de "Compro su Auto", en cada espacio disponible existieran más acciones poéticas aunque ya a nadie le interesa, que en lugar de mirar por la ventana una avalancha de publicidad pudiera mirar más árboles, más naturaleza. El exceso cansa, aburre, contamina.
Y que los Oxxos y Super 7 producidos en serie se volvieran bibliotecas aunque ya nadie lee, las farmacias se sustituyeran por parques y plazas y las Casas de empeño y préstamo no fueran necesarias. Que los bares y antros se convirtieran en escuelas y los hoteles de lujo reservados a unos cuantos pudieran ser hospitales públicos. Sigue soñando.
Hay demasiado ruido contaminándome, así que cierro los ojos y subo el volumen de mis audífonos y espero que la lluvia no arruine mis planes. La cuidad tiene tan pocas esperanzas de transformarse.
Y sí, de nuevo la lluvia cambió por completo mis actividades, ojalá pudieran haber nubes en los pensamientos de las personas para que también, al igual que la lluvia pudiésemos cambiar el destino, arrojando aquella propaganda que pretende decirnos cómo actuar para que se ahogara entre la corriente de agua de las calles.