2010

domingo, 30 de septiembre de 2007

Mémoires

Cinco de la mañana. Sigo si una historia que fluya de la nada desde mi cabeza. Pero ya no hay palabras, y la imagen de escritora fracasada me persigue desde que decidí olvidarte para siempre. Como poco, duermo en exceso. He cambiado el montón de manuscritos nocturnos por manchas de cerveza en mi ropa, por colillas de cigarro que devoran el papel como buscando ansiosas la textura de la mesa de madera. Se apagaron las historias que alguna vez me acompañaron estando sola, si pudiera conseguir algunas limosnas de mi memoria sin encontrarte a ti, sin encontrarme a mí, pero la amnesia prometida al fondo de la siguiente botella es pasajera, y jamás podré convencerme de que mi vida pudo haber sido otra. ¿A dónde fueron las líneas que alguna vez pelearon por ocupar el lugar privilegiado en el papel inundado de tinta, las letras que burlaban circunstancias para venir y aterrizar con sus paracaídas de tinta?
Los poemas que un día fueron mi alimento, las veces en las que no dormía por escribirlos y ahora por buscar algo que escribir no duermo.
¿Dónde quedaron los personajes que cada noche brotaban de mis pensamientos, alzando sus manos para ser notados, reclamando por un nombre?
Las siluetas de tinta desfilando sobre el fondo blanco, llenándolo de vida.
¿Dónde?
Las letras se han lanzado de mi escritorio en busca de un mejor destino, la tinta de mi estilógrafo se ha congelado para no tener que compartir conmigo tantos espacios vacíos.
Si estuvieras, si no hubieras muerto, ¿todo esto sería distinto?

domingo, 23 de septiembre de 2007

Correspondencias

Han pasado annios desde que te fuiste sin despedirte. El tiempo que nos separa es tanto que ya he dejado de preguntarme dónde estarás, si algún día vas a regresar, cuál es tu razón para habernos abandonado. Ahora sólo me pregunto egoístamente si alguna vez tú llegas a pensar en mí, si recuerdas las veces en las que nos divertíamos tanto, las tardes en las que no parábamos de reír. Si ya olvidaste cuando comíamos chatarra hasta enfermarnos del estómago, la ley que inventamos de "come todo lo que veas sin importar de quién sea", las mannianas en las que te despertábamos para que jugaras, ¿te acuerdas cuando en los fines de semana el amanecer nos sorprendía despiertas?

Porque algunas noches antes de dormir sigo sonniándote con los ojos abiertos, sigo pensando en las tantas veces en las que me mirabas y hacías que inexplicablemente desaparecieran las lágrimas. En los silencios, los sobrenombres ridículos, la vez en la que grabamos estupideces en un cassette, las horas que te aguantabas el suennio para que a mí, por andar viendo películas que no debía, se me quitara el miedo.

He dejado de preguntarme además, qué hice mal o qué no hice bien para que tomaras la decisión de irte para siempre y dejar todas tus cosas en tu cuarto como recordatorio o como reclamo, como desafiándonos a que intentáramos limpiarlo.

Quizás crecimos, cambiamos y pensaste erróneamente que ya no te necesitaríamos, que nos daríamos cuenta que el mundo que creaste era falso y que estar contigo ya no sería necesario.
Pues ya crecí, soy adulta y déjame decirte que por ningún motivo cambiaría todos los momentos que ahora sólo veo através de estos vidrios llorosos porque ya no estás tú para limpiarlos, que sé que nada de lo que me dijiste fue falso, sigo pensando que fui afortunada al conocerte en mi infancia, al heredar tu gusto por los gatos.

Tal vez las pastillas debilitaron tu cuerpo, tal vez no hice nada para para ayudarte a soportar la soledad sobre tu espalda. Pienso que quizá te acuerdas de mí como en un suennio, que al despertar va perdiéndose en el transcurso del día, hasta convertirse en algo que se olvida, algo desechable.
Todos estos annios, ¿desperdiciaste tu vida con nosotros para luego abandonarnos?

Tía, ¿a dónde fuiste?, ¿porqué siento que tú piensas que te hemos olvidado?
¿Qué vas a hacer cuando de pronto mires por sobre tu hombro y descubras que es demasiado tarde, que los años no son como una cinta, un cassette regrabable?

Gracias a ti, que me compraste ese primer diario fue como empecé a escribir, así que no me salgas con que no dejaste nada bueno en mí, con que el silencio entre nosotras tiene algún significado, con que no te extrannio...

miércoles, 19 de septiembre de 2007

Vivre à des moyennes

Odio los términos medios
el punto exacto
en el que el desequilibrio es lo único cierto

Medio poeta
medio escritora
medio arquitecta.

Mitad versos estructurados
mitad prosa poética.

El poema es o no es
las personas son o no son
las rimas llegan o no llegan
y no puedo seguir siendo "media yo".

Medio dormida
medio despierta
ya no puedo vivir a medias!,
o estoy o no estoy.

Con los ojos entrecerrados
medio loca o medio muerta,
entre la pérdida y la espera
no puedo dejar de sentirme incompleta.

domingo, 16 de septiembre de 2007

Porque en la lluvia te recuerdo...

Lo incierto se refleja en mi rostro, las tareas pendientes, en mi estómago. El tiempo me sujeta el cuerpo, aferrándose a mí con cadenas que penden desde mis párpados, pies y muñecas, anclándome a un suelo que no me permite volar. ¿De qué sirven estas alas ahora, si estoy atada a la rutina con mi propia piel como una jaula? ¿De qué me sirven, reprimidas y plegadas sobre mi espalda? Si afuera hay una lluvia que mi caparazón de obligaciones no me permite sentir, si mis ojos se mojan con lágrimas grises por lo difícil que me resulta vivir. Por no saber si al bajar del autobús la lluvia seguirá siendo lluvia, o se transformará en miles de pequeñas púas, falsos témpanos de hielo cayéndome desde el cielo, encajándoseme como balas acertadas en cada poro de mi cuerpo, dejándome de bruces en la calle con los ojos fijos y el rostro pálido, a merced de nadie. Por la angustia de que esas gotas indefensas me golpeen la cabeza como piedras y me desangre. Uno nunca sabe.
Hasta ahora la lluvia ha sido buena, compañera perfecta de mis soledades, aunque la vida es tan incierta que cualquier día de estos ella podría perforarme como miles de agujas convirtiéndome en su alfiletero, tal vez sus gotas dejen de ser tan dóciles y se vuelvan de fuego, o el ácido que emanen, en mí derrita cada célula de mi cuerpo, dejando no más que una negra e irreconocible mancha en el pavimento.

miércoles, 12 de septiembre de 2007

Diario

4 de Julio de 1999. Empecé con ésto, con una fecha escrita en cursiva y la frase a la expectativa de "Querido diario", con una libreta de hojas de colores con lunas durmientes y sonrientes soles, notas musicales y tintas rosas, verdes y azules. Fue un día importante en mi vida, en mi inocencia de diez años, quizá el más importante de todos, pues fue aquel en el que conversé por primera vez con la pluma y el papel. Palabras que poco decían de mí misma, pero mucho revelaban las ganas que tenía de registrar las cosas que formaban parte de mi mundo de niña. Intrascendencias, puedo pensar ahora al leerlas, pero más allá de la profundidad escasa de las letras, fueron esas experiencias acumuladas las que con el tiempo me hicieron descubrir formas distintas de ver mi propia vida, universos alternos, puliendo con cada palabra las alas que poco a poco me nacerían. La enciclopedia de mí misma, no me bastaba con vivir una vez las tristezas tenía que dejar grabada por siempre su huella por si acaso la memoria algun día me fallara.
Cambié los juegos y fragmentos de mis tardes para escribir lo que para mí tal vez en ese entonces también era un juego, pero el que con el paso de los años se convertiría en mi mayor obsesión, en mi anestesia en contra de los malos tiempos.
Y aún conservo la primera estrofa, intacta, la primer palabra que a esa edad jamás imaginaba hacía que lugares remotos me llevaría, la primera página como la puerta a un mundo anónimo que me tomaba del brazo con sus manos amarillas.
El diario quiso volar, y sus páginas se desojaron, pero están ahí unidas por el lado izquierdo con cinta para que yo pueda vivir mi vida las veces que yo quiera, recordando...

viernes, 7 de septiembre de 2007

Dr. Lecter

Primero que nada, sabes que no podría resumir en unas cuantas líneas todos los momentos valiosos que hemos pasado, y que ya es un poco tarde pues hace treinta minutos que ya no es tu cumpleaños, pero quería dejarte algo, y aunque ese algo no sea lo mejor, y que de todas formas te daré un regalo, entre desvelos y parasomnio, para ti siempre habrá un espacio.

Sabes que te quiero porque eres auténtico, porque me haces ser mejor yo, porque no importa que no recordemos cómo fue que empezamos a ser amigos, la primer palabra que nos dijimos en el dojo de karate, eres mi mejor amigo porque contigo las largas conversaciones parecen tan cortas, porque apenas un par de días sin vernos hacen que platiquemos por horas, por llegar al límite de hablar en persona, por teléfono y por el msn en un mismo día sin aburrirnos, porque podemos encontrarle cosas chistosas hasta a las malas películas (como la de la muñequilla), porque sé que aunque leas esto no lo firmarás, por la confianza que te tengo. Un anónimo dijo "El verdadero amigo es aquel que a pesar de saber como eres te quiere".

Y estuve escarbando en el cajón de los recuerdos y me di cuenta de que los tuyos no caben, necesitan más espacio; cómo olvidar las anécdotas como el día en que navegamos en la lancha que nos encontramos en el paseo Santa Lucía, o cuando nos mojamos en las fuentes y saltamos cuadros. Supongo que no has olvidado aquella vez en el "turibús", la cuenta de los golpes en la cabeza, cuando agandallamos bien sordeados los sándwiches del gimnasio (pero que nadie lo sepa), y por supuesto, la frase "ah, órale" que surgió aquel día en Fime como expresión necesaria cuando alguien dice algo (por ejemplo tu papá) y no sabes qué decirle después, el subirnos por las escaleras que bajan y bajar por las que suben que creo que fue el día en el que por poco nos quedamos encerrados en Interplaza. Ah y la vez en el mall cuando casi nos agarra la policía...

"¿Qué cosa más grande que tener a alguien con quien te atrevas a hablar como contigo mismo?"

Y sí, sé que me estoy volviendo cursi y ñoña y que no puedo culpar al sueño, así que mejor te veo dentro de unas horas para jugar videojuegos como todos unos adultos maduros y sabes qué, como no puedo cargar en el camión con el pastel te haré uno yo misma en la escuela a base de gises de colores para que sepas lo dañina que es la adicción a esas barritas.

Atte
: Clarice

sábado, 1 de septiembre de 2007

Cuando te derrumbas

Esta historia la escribí a los dieciséis, en un tiempo en donde empezaba a perder el miedo y la vergüenza que me provocaban mostrar mis textos a terceros, y los cuales aún al presionar "publicar entrada" siguen existiendo.

Aquel hombre salió aquella tarde de su rutina, caminó por las mismas calles, mirando las mismas casas, viendo caer las mismas gotas de lluvia sobre su cara. Cuando cruzaba avenidas, tropezaba con las piedras que de soledad fue dejando como rastro, cada día era lo mismo, irse por la mañana, salir del trabajo y llegar a casa sin que nadie estuviera esperándolo.
Su casa era enorme para alguien tan insignificante como él, y tan pequeña como para envolver aquellos asuntos que desde siempre lo habían perturbado.

Por fin llegó. En lo que antes había sido un abundante jardín, veíase ahora una escalera estrecha de piedra que iba a dar hacia la ventana más alta de la construcción. La única con la luz encendida, su único refugio contra el aplastante mundo. Desde hacia varios meses que no entraba por la puerta de la vivienda por una sola razón: la basura y el polvo acumulados. Cualquiera que curioseara por las ventanas, podría darse cuenta del caos y el completo desorden que arrasaba con el lugar, cubriéndolo con una oscuridad que caía desde el techo hasta el suelo, como un manto aterciopelado de abandono e indiferencia.

Y en medio de tantas sillas rotas, periódicos viejos, latas vacías, papeles, ropa sucia, recuerdos olvidados y sombras de debilidad, se ocultaba un pequeño pájaro herido a punto de ser aplastado por todos esos desperdicios.

Era imposible caminar por la cocina, la sala, el comedor y hasta por el baño, por esta razón, el hombre construyó una improvisada escalera evitando así tener que pasar por toda esa montaña de complicaciones. Pensó que así podría olvidarse de todo lo que antes le había servido, y hoy sólo representaba un montón de basura sin importancia. Se olvidó, al igual que todas las cosas pudriéndose allí, al igual que como se olvidan los años, de que tomar la salida más rápida o más corta, a la larga resultaría contraproducente, porque en la vida, los problemas no desaparecen, sólo se acumulan.

Obviamente, él cerraba los ojos ante todo ese cúmulo de polvo que le cegaba la vista. Por las noches, al subir hasta su habitación, la única a salvo de el desastre, soñaba en que un día despertaría, y, mágicamente, el desorden ya no estaría. Oía a lo lejos como el cantar de un ave que había sido herida por el viento, pero creyó que entre aquel caos, no podría haber un ser viviendo ahí. Sintió que ya no tenía porque preocuparse por limpiar su vida nunca. De todos modos siempre volvería a ensuciarse. El escepticismo controló su existencia, tantas decepciones lo volvieron insensible, pensaba que así, viendo su vida como si fuera la de alguien más, evitaría el sufrimiento y nunca sentiría el dolor. Las lágrimas eran inútiles e inservibles.

Tanta era su convicción de que las cosas se arreglarían, que una noche, al escuchar claramente el crujido de uno de los agrietados muros, y el sonido de cosas que caían, como algo a punto de hacer erupción, lo ignoró totalmente, atribuyendo esto a los truenos que anunciaban otra lluvia más. La noche transcurría, la naturaleza siempre sigue su curso, la gravedad también.

Lo último que supo fue que no sentía su pierna izquierda, ni su tórax, como si toneladas de escombro se le hubieran precipitado encima y se mantuvieran firmes, ahora no sólo aplastándolo, sino que también lo asfixiaban; sobre su existencia se apiñaban todas aquellas cosas que ignoró constantemente como si fueran basura. Ahora esos desperdicios lo enterraron en sus propias debilidades, y pensó que moriría; intentó recordar...

Todavía estaba muy oscuro, dio vueltas sobre su desgastado colchón, como cuando uno tiene pesadillas. Percibió un estremecimiento en lo más profundo de su alma, de nuevo creyó escuchar el extraño canto de aquel ave, pero esta vez más insistente, tratando de advertirle. Fue entonces cuando la tierra tembló estrepitosamente desde su centro, como lanzando un grito de desesperación hacia la superficie. Las paredes se tambalearon y después se notó invisible el rugido del destino, cumpliendo con su deber.

Bajo su cama todo se derrumbó, y él se vio cayendo encima de lo que ayer seguía siendo basura. Los escombros despedían lentamente un humo que ascendía hasta las nubes, y bajo todo esto, con los ojos inexpresivos, con profundo arrepentimiento, lloró. Ahora el polvo no habitaba sólo sus ojos, sino también su cuerpo entero. Con pensamientos pesimistas y sangre tiñendo los trozos de lo que antes había sido su hogar, una lágrima cubrió como lluvia dorada esos pedazos del pasado, e inexplicablemente, pareció como si éstos fueran tocados por un potente ácido, deshaciéndose y así, lentamente, mientras más se entregaba a su dolor, los escombros daban paso a la luz del sol. Pensó que era un sueño y siguió creyendo que moriría, mas cuando oyó el canto renovado de aquel ave, supo que no lo era.

Y el ave, (la esperanza) viva aún, salió volando por encima de todo, dando vueltas sobre ruinas que desaparecían, recuperada ya de sus heridas, igual que el hombre, porque ambos se arriesgaron a sufrirlas.