2010

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martes, 17 de junio de 2008

Cómo llenar 25 solicitudes y no conseguir trabajo en el intento

"El trabajo ayuda siempre, puesto que trabajar no es realizar lo que uno imaginaba, sino descubrir lo que uno tiene dentro."

Año tras año mi vida laboral ha sido un fracaso. Empecé a los dieciséis con la supuesta iniciativa de independizarme económica y psicológicamente de mis padres, pero siempre, en cada puerta que tocaba me exigían la mayoría de edad o no ser estudiante, ¿acaso un nuevo tipo de discriminación?
En fin, que sobreviví mis diecisiete con trabajos eventuales de capturista, conservando la esperanza de que tal vez algún día sería remunerado el escribir.

Ya para cuando cumplí dieciocho, descubrí sorprendida que mi credencial de elector había llegado tan rápido y al mismo tiempo que desaparecían mis ganas de ser un individuo útil a la sociedad. Total, si ésta se las había ingeniado 18 años para subsistir sin enriquecerse a expensas de mi trabajo, podía esperar.

Pero en eso surgió la voz de mi malvadaconciencia que me recordó que para cualquier empleo en el futuro cada vez más cercano, era absolutamente necesario contar con experiencia. Ni modo.

Estaba harta de ser rechazada en las ofertas que en verdad me interesaban o tener que recibir quince días de capacitación sin salario en lugares realmente desagradables.
Y así, casualmente justo luego de dos largos meses esperando a que el teléfono sonara para decirme que por fin me contratarían, resultaba que el día que se dignaban era un fin de semana antes de entrar a clases y ni cómo acomodar el horario de tiempo completo que me ofrecían.

Ya tengo diecinueve, y sí, mis búsquedas siguen siendo un fracaso, tanto que la vez pasada Yuli y yo compramos el block de 25 solicitudes y nos propusimos llenarlas todas e irnos a lanzarlas al puente peatonal más cercano y en una de esas sí conseguíamos trabajo.

Pero el desempleo no es en vano, tiene sus ventajas, lo realmente malo es el trabajo que hasta te tienen que pagar para que lo hagas, ¿que cuáles ventajas?, pues te enseña muchas cosas, al menos esto es lo que he aprendido durante 19 largos años de inutilidad laboral:

1.- Aprendes que el significado de la expresión "tiempo completo" no quiere decir exactamente ocho horas, sino desde antes que abra el establecimiento hasta dos horas después del cierre, aproximadamente.

2.- Descubres asombrada que en algunos empleos (no diré en cuales, pero en algunas de ellas te venden cajitas de la felicidad) sus trabajadores laboran por "puro gusto" sin importarles los 400 a la semana o a la quincena que reciban, los turnos extra y días festivos, en fin, qué desengaño, y yo que me la vivía creyendo que era por pura necesidad.

3.- Tachas de hipócrita a la frase que dice "Lo importante en lo de adentro", pues no es lo mismo presentarse a una entrevista con converse, mezclilla y camiseta militar que ir por una vez bien peinada en tu vida, perfumada y con ropa "normal". Superficialismos, "Pocos ven lo que somos, pero todos ven lo que aparentamos" ¿verdad Maquiavelo?

4.- Descubres que los gerentes o jefes de piso cuando más los necesitas se hacen los locos, andan comiendo, es precisamente su día libre o, simplemente, tomaron la decisión de largarse a descansar.

5.- Te sientes mentalmente insuficiente al contestar un examen pre-entrevista de opción múltiple, en el cual se evalúan tus habilidades de liderazgo, trabajo en equipo y compromiso, que más parece una encuesta del tipo revistas de "Lola" para descubrir si el chavo que te gusta te quiere o no (mayoría de A, quizá, mayoría de B tal vez sí, mayoría de C, alomejor no); o en una de esas ser un perfil para el FBI (que en este caso estaría representado por los guardias del estacionamiento), que en un futuro no muy lejano les permitiría dar con el paradero del próximo empleado al que, asediado por el estrés y las horas extra, decida inexplicablemente colocar una bomba en su trabajo, o, porqué no, incluirlas en las entregas a domicilio y así los clientes no tendrían queja alguna de que sus ke-papas no llegaron en caliente.

6.- Te enteras del lado oscuro que hay detrás de las empresas al descubrir que entre el intrincado laberinto que te conduce a Recursos Humanos, se encuentran puertas restringidas que dan a habitaciones en donde son ilícitamente practicadas las luchas clandestinas, torturas tipo "Hostal" y "Juego macabro", habitaciones repletas de payasos diabólicos y que al final si quieres salir tendrás que elegir al azar sólo una de ellas, ya que forzosamente sólo una conduce hacia la salida, o sino, lástima, pierdes el juego y vas directo a la oficina de Recursos Humanos, entre comillas pues en realidad se trata de una habitación repleta de caníbales oficinistas, y tú vienes siendo su recurso humano = comida.

7.- Luego de llenar tanta solicitud, terminas aprendiéndote tu CURP (que de otra forma jamás lo habrías hecho al menos que seas Ranabel) y la dirección con todo y número de las anteriores escuelas donde estudiaste, las mentiras que pones en las referencias personales que hasta terminas creyéndolas, y aprendes la lección de no llenarlas nunca en voz alta ni mucho menos mientras platicas con un amigo, ya que ocurrirán desgracias que podrían arruinar la solicitud como por ejemplo escribir en el apartado de "Cuál es tu meta en la vida", respuestas tales como "titularnos", "superarnos" o "Terminar nuestros estudios".

8.- Trabajar es fácil, conseguir trabajo es lo difícil, pero en esa búsqueda conocemos aspectos de nosotros mismos que dudábamos de su existencia, al fin de cuentas yo cambiaría la frase inicial por "El esforzarse ayuda siempre, puesto que el esfuerzo no es al fin encontrar lo que uno imaginaba, sino descubrir lo que se es capaz de hacer durante la búsqueda."

martes, 18 de diciembre de 2007

Verdades incómodas


Hace mucho que quería publicar algo, pero que no sonara muy "efecto diciembre", es decir, dejar un rato los recuerdos guardados antes de que llegué fin de año, para intentar dejar buenas vibras para el 2008, y ya estaba planeando algo un poco más alegre y menos "emo" ¬¬, cuando de pronto se me ocurrió escribir sobre un hecho que a todos los lectores nos avergüenza.

Resulta que hoy en el centro en pleno Morelos, al estar esperando a que cambiara el semáforo el Dr. Lecter y yo, un tipo con acento foráneo se nos acerca preguntándonos: ¿Ustedes leen?

Y al principio yo puse cara de "No, gracias", pero hablaba de lectura y los libros que empezó a mostrarnos se veían tentadores, así que no nos quedó de otra (a parte, el semáforo seguía en verde, y pues para dónde correr) que ver la super oferta que tenía exclusivamente para nosotros.

Nos mostró mini libros de metafísica, el más allá, religiosos etc., temas que la verdad no me apasionan, pero uno nunca sabe qué puede descubrir en ellos. Total que nos dijo que los libros eran "gratis"... y la cooperación voluntaria, sí, "Lo que ustedes quieran darme, diez pesos..." Y pues saqué justamente diez pesos al meter la mano en la bolsa de la mochila que llevaba.

Ya qué, pensé, y es que porqué carajo todos piensan que en estas fechas uno trae el bolsillo lleno de monedas de oro y miles de pesos dispuestos a aventar y repartir por las calles.

Así que elegí uno titulado "Karma, la justicia inefable" que me salió totalmente regalado por diez pesos. La verdad ¿qué son diez pesos por un libro?, ¡nada!, y luego dicen que la cultura es cara. Sí, sí, y qué si me estafaron, al menos ya tengo material que sustituya el vacío que me deje Saramago al terminar de leer su libro, me dije.

"Gracias", nos dijo aquel desconocido, seguido de otras palabras nada gratas "Ya ven que México es el país con menos lectores, qué bueno que ustedes leen". Yo no sabía si darle toda la razón, o maldecirlo por restregárnoslo en la cara, porque la verdad sí duele que te recuerden cosas como esas.

Mucho se ha dicho de que México no es un país de lectores, nada de qué asustarse, es cierto, qué más podría decir yo, pero en vez de andarnos avergonzando por ello debemos (cliché) "hacer algo". Pero, y ese "algo" ¿qué es? ¿Ir de puerta en puerta ofreciendo libros baratos para ver si así la gente te pela?, ¿decir que quien lea tantos libros en un año obtiene una gran recompensa? La lectura no se trata de eso, de andar obligándola ni de premiarla, no es una competencia, cada quien es libre de leer lo que quiera o de no leer.

Me puse a buscar estadísticas (en vez de leer, ironías) en la web y descubrí datos muy interesantes, he aquí un fragmento que me llamó mucho la atención:
Según los resultados del "Programa Internacional de Evaluación de Estudiantes (¡sólo estudiantes!) a cargo de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), que mostraron el déficit lector de los estudiantes mexicanos de entre 15 y 16 años, y que ubicaron a México en los últimos lugares [...] se afirma que en los adultos de 22 países participantes se observó que el nivel de la aptitud para la lectura contribuye a predecir qué tanto éxito tendrán las personas en el mercado laboral..."

¿Será cierto?

De todas formas, cierto o no, pienso que no deberíamos tener que buscar algún pretexto para tomar un libro y leerlo, una excusa cualquiera o en el peor de los casos una evaluación vergonzosa que nos posicione como último lugar en la lista del número de lectores que hay en el país.

Leer es algo que se aprende pero si no se procura con el tiempo se olvida, ¿porqué México es un país de no-lectores?, escusas comunes y sus respuestas:

A) No tengo tiempo, ando muy cansado.- Mentira!! Se puede leer un libro completo en dos meses o menos nada más en el transcurso de ida y vuelta de la escuela-trabajo a tu casa en el camión, y pues si traes carro, el tiempo que te ahorras en el tráfico (porque el camión se tarda mucho más en llegar), una hora, media hora diaria y con eso puedes terminar de leer el Diario de Ana Frank en aproximadamente dos meses y medio.

B) Los libros están muy caros, no tengo dinero.- La respuesta para este caso ya la vimos, si hasta por la calle te andan ofreciendo libros por diez pesos, cuando cambia de local una librería rematan libros hasta en ¡¡¡5 pesos!!! Eso de que la literatura es cara ya quedó en otros tiempos.

C) No me gusta, me aburre.- Bueno, pues ni modo, ahí qué le hacemos, es el punto más trágico de todos, no podemos obligar a que te guste algo que no se ha enseñado o no se ha mostrado de una manera "llamativa". Tampoco se puede taparle la nariz al otro para que abra los ojos y lea, ni que fuera medicina.

En resumen, y para no desvariar más, habrá miles de excusas, la flojera nunca dejará de existir, pero ¿en verdad necesitamos que vengan extranjeros a nuestro país a recalcarnoslo en lugar de nosotros mismos reflexionar y decir, "bueno, hoy voy a apagar la tele media hora más temprano y leer de perdido, el periódico".

PD: Si alguien sabe de las campañas en las cuales se dejaban libros en las plazas públicas para que quien quisiera los leyera y después los volviera a dejar para que alguien más también se beneficiara, si sólo fue una extraña utopía, un sueño, si en verdad se llevaron a cabo y si llegaron hasta estas tierras, les agradecería enormemente que se tomaran la molestia de informarme.

Gracias.

El texto completo pueden leerlo aquí, su autora es María Alicia Peredo Merlo.
www.publicaciones.cucsh.udg.mx/pperiod/espiral/espiralpdf/espiral33/167-188.pdf -

lunes, 26 de noviembre de 2007

Ojalá fuera amnésica

La únicas dos farolas encendidas esta noche me guiñan sus ojos rasgados al ocultarse y aparecerse alternadamente tras los orificios de la celosía. Dos ojos de fuego suspendidos en el fondo negro de esta fría noche que parecen observarme mientras finjo que escribo. Me miran atravesando el silencio, desplazándose conmigo hacia donde me muevo. A los árboles el otoño no les ha favorecido, de pie, alzando ante las calles su armadura ausente de follaje, sobre la pesada mancha de algún coche extraviado, sobre la escala de grises de todos los tejados, en especial uno a mi derecha, aquel que por mis maltratos perdió varias de sus ramas en un verano desaparecido.
¿Porqué de pronto me dio por recordar mi infancia?, ¿será la época, la temperatura, el hecho de saber que no tendré nada qué hacer durante los próximos dos meses? Simples excusas. La verdad es que esta época roba de mi memoria tantas cosas bellas, por eso me rehuso a limpiar mi cuarto, y así evitar enfrentarme con los recuerdos de todo un año que han permanecido olvidados en un cajón, esparcidos sobre la cama, y ya últimamente tirados en el suelo. Además, el polvo me produce alergia (sí, para acabarla), temo que mucha de la ropa amontonada ni siquiera sea mía y prefiero dejar en paz a los fantasmas que se ocultan bajo las cobijas.
A parte, me he llegado a encontrar con poemas que escribía en la secundaria que me dan pena propia y que no sé en qué o en quién estaba pensando cuando los escribía. Sí, sé que tal vez en unos años diré lo mismo de lo que escribo ahora, y qué.
Como sea, mi silencio es interrumpido por la voz de mi madre quién me dice que me quedaré ciega si continúo escribiendo en la oscuridad. Y qué también, Beethoven perdió el oído haciendo lo que más le gustaba y ahora nadie se lo reprocha.
La inspiración se une a la escena, camuflajeada en el crujir del trozo de hule que solían poner para que la lluvia no hiciera de mi casa un parque acuático (con todo y cascada incluida en las escaleras), en los pasos de alguien que se acerca, en una puerta ajena que se azota y en el frío congelándome el pensamiento que es el único en convencerme de que adentro estaré más cómoda, aunque como típica antisocial en contacto con personas, me quede sin palabras.

sábado, 13 de octubre de 2007

No juzgues a un libro por su portada

Yo no soy un libro, quizás es por eso que siempre me juzgan por mi portada, por mi apariencia, por mi aire de niña malcriada y todo me vale. Pero he aprendido a vivir con eso desde los doce, empezando por mi propia familia, quien pensaba que por vestir de negro formaba parte de sectas satánicas que sacrificaban animales.
¿Y a qué viene todo esto? Pues resulta que hoy fui a la Feria del Libro que hoy se inauguró aquí en Monterrey, y noté las miradas de algunas personas cómo pensando "¿a poco tú lees?", tan sólo por mi atuendo negro de camuflaje y mi cabello despeinado. "No, Dalia, que no te dieran el papelito que a todos los demás les dieron en la entrada no significa discriminación de ningún tipo", me dice mi conciencia, pero total, todo eso me llevó a recordar mis inicios como lectora, el ¿porqué me gustó leer?
Recuerdo claramente las imágenes de mi primera Biblia ilustrada, eran dibujos de la creación del universo con unas cuantas palabras al fondo, y hablaba de cómo Dios creo las galaxias, las estrellas, los planetas. Recuerdo todo lo demás que seguía, la vida en la Tierra, Adán y Eva, Caín y Abel, etc. Mi percepción de niña que está aprendiendo a leer no alcanzaba a entender porqué alguien podía asesinar a su propio hermano, y se quedaba fascinada de cómo es que Moisés y su gente atravesaron el mar si ahogarse.
Luego viene a mi mente un pequeño libro de cuentos en el que sobresale uno titulado "La niña de los fósforos" de Hans Christian Andersen, una historia que no recuerdo mucho, pero sí la enorme tristeza que me provocaba saber a esa pobre niña en el frío en vísperas de Navidad, el que nadie le había comprado ninguna caja de fósforos ese día, la agonía de encender uno a uno esos cerillos que la llevaron a encontrarse con su abuela. Sobre todo, no se me olvida la frase "Muerta, muerta de frío en la Nochebuena!"
"La reina de las nieves", del mismo autor, con su universo de hielo me trajo una concepción desconocida del invierno, después vinieron muchos otros, cada vez con palabras más difíciles para mi entendimiento, pero cada molestia de tomar cinco veces por página el pesado diccionario en lugar de frenarme me animaban a buscar nuevos retos, más libros sin imágenes y menos cuentos para niños.
Sé cómo empecé a leer, pero lo que no sé es cómo fue que nació mi amor por la lectura que me ha dado todo lo que tengo, si fue en la primaria en la biblioteca y los libros que me llevaba cada fin de semana, si fue de pronto en un afán de descubrir cosas nuevas, poco a poco, porque no creo que una mañana me haya despertado así nada más con las ganas de leer un libro.
Son tantas cosas y tantas personas a las que les debo, a mis maestros de la secundaria y de la prepa, a mis padres por cumplirme mis caprichos de llevarme a Cintermex cada año a surtir de títulos mi librero "Te compro otros cuando ya hayas terminado de leer los demás", gracias, quisiera que supieran que no desperdiciaron su dinero.
La Feria del Libro influyó mucho en mi adición a las letras y sigue haciéndolo hasta ahora, por eso no quería dejar de nombrarla hoy que se inaugura, porque por tanto tiempo ha sido como un hábitat incomparable a ningún otro, como refugio entintado y con olor a nuevo y mi escondite de palabras para cuando siento que la realidad no me basta, o cuando quiero inventarme otra.

lunes, 23 de julio de 2007

Desesperanzas

El cielo nublado como único escaparate. El autobús se desplaza por entre las grises calles, las personas entran y salen, los semáforos repiten sus guiños tricolores. Me acomodo en asiento y recuesto mi cabeza sobre el respaldo con el sentimiento de satisfacción por haber ordenado bien mi horario, habrá que levantarse temprano, volver a jugar carreras contra el reloj, de nuevo a detestar el tráfico. Mi cabeza otra vez querrá desprenderse de mi cuello luchando contra la gravedad al igual que mis párpados y mi cuerpo entero se arrastrará una vez más sobre el suelo. Miro por la ventanilla, que pequeño es mi universo. Me estorban a la vista los anuncios panorámicos, cables de luz, la estructura del metro; Colón apunta hacia la esfera mientras una paloma danza sobre su cabeza, las calles se contorsionan para que no pueda llegar a tiempo y me pierda entre ellas. Restaurantes y tiendas luchando por atraer más clientes que la competencia sin importarles el sacrificio de los empleados, sus bajos sueldos y sus horas extras. Taxis invadiendo la cuidad como una plaga verde extendiéndose para convertirse en estadísticas, ser un ejemplo más del desempleo. Vendedores ambulantes, payasos, cantantes, ellos no son quienes se multiplican y nos invaden, la pobreza es quien lo hace.
La cuidad es un caos, un espectáculo barato. Quisiera que en lugar de los grandes letreros pintados en bardas de "Compro su Auto", en cada espacio disponible existieran más acciones poéticas aunque ya a nadie le interesa, que en lugar de mirar por la ventana una avalancha de publicidad pudiera mirar más árboles, más naturaleza. El exceso cansa, aburre, contamina.
Y que los Oxxos y Super 7 producidos en serie se volvieran bibliotecas aunque ya nadie lee, las farmacias se sustituyeran por parques y plazas y las Casas de empeño y préstamo no fueran necesarias. Que los bares y antros se convirtieran en escuelas y los hoteles de lujo reservados a unos cuantos pudieran ser hospitales públicos. Sigue soñando.
Hay demasiado ruido contaminándome, así que cierro los ojos y subo el volumen de mis audífonos y espero que la lluvia no arruine mis planes. La cuidad tiene tan pocas esperanzas de transformarse.
Y sí, de nuevo la lluvia cambió por completo mis actividades, ojalá pudieran haber nubes en los pensamientos de las personas para que también, al igual que la lluvia pudiésemos cambiar el destino, arrojando aquella propaganda que pretende decirnos cómo actuar para que se ahogara entre la corriente de agua de las calles.