2010

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martes, 12 de enero de 2010

Fragmentos de felicidad.

Escucho tu voz. El mundo se detiene.

Intento decirte te quiero, colarlo en las frases de siempre, pero lo único que sale de mi garganta es más frío en lugar de palabras. Dime que no pasa nada, que todo va bien, distráeme de la vida, háblame de la nada, cuéntame que no te hago falta.

Es muy tarde, tu voz se ha instalado en un rincón de mi alma y cada segundo abarca más espacio.
Y luego qué. ¿Qué hay después de lo que siento por ti?

El corazón no escucha, no sabe razonar, ni siquiera se toma la molestia de preguntar qué es lo que quiero. Destruyes con una palabra lo que trato de construir cada día, mis esfuerzos por no lastimarnos caen al suelo y camino sobre ellos.

Tú haces posible que mis latidos y pensamientos se unan y formen una sola cosa. Hablas y en mi mente aparece la imagen de aquella vez en que resplandeciste bajo el sol de invierno. Nunca me he sentido tan bien con nadie más como cuando hablo contigo, lo verdadero no cambia con el tiempo.

¿Qué es lo que esperas? Si lo supiera cometería menos errores. Dices mi nombre y sonríes, creo que pasaré la vida descifrando cómo se puede ser así de feliz en tan poco tiempo y espacio, el cómo vuelves la felicidad tangible, visible. Sonríes en lo que tal vez para ti significa una simple sonrisa provocada por alguno de mis chistes malos, pero para mí son años de lucha interior transcurriendo en cámara lenta.

Adiós, y te vas como si ya supieras cual va a ser cada una de mis reacciones, como si siempre estuvieras un paso más allá.
Te vas y el mundo no muestra señal alguna de haber reanudado su marcha, pareciera que todo lo que pasa sucede dentro de mi cabeza, tengo un sabor a papel en el alma, un vacío en la garganta.
Nunca dejaré de escribir porque eso me recuerda que te has ido.

jueves, 22 de mayo de 2008

Trozos de papel

Sólo restos, en mi habitación ya no queda ningún espacio libre sobre el suelo, el miedo se amontona en la cima más alta de la ropa acumulada, mientras que el espejo es sólo una mancha de lágrimas suspendidas que me observan dormir durante la noche.

El polvo a pasado a formar parte de cada superficie sólida, y entre pedazos de gris pardo que estorbaron en la maqueta, UHU y pintura como nuevos acabados en la madera, se esconden debajo las palabras que por tanto tiempo guardé como si fueran el peor de los secretos, como manchas de acrílico permanentes, señales de que tarde o temprano dejan de existir antídotos en contra del silencio.

Pero ya no puedo.

Como si la Dalia con la que he convivido durante 19 años no hubiera sido más que un sueño, y, ahora que despierto, tu rostro es lo único que veo.

Quiero que sepas que me desplomo sin moverme, que me vuelvo torpe al pronunciar tu nombre, que el espejo multiplica la ansiedad de saber que no hay forma de que puedas sentir lo mismo y lo entiendo.

Pero hoy vi algo en tus ojos, algo que, a pesar de ser tan imposible, me alentó a escribirte. Quisiera pensar que es esperanza.

Y lo único que sé es que tú me completas, sin ti no soy más que fragmentos, perdona, pero no tuve el valor de decírtelo hoy al despedirme.

Ya puedes vomitar.

Sé que esto es ridículo, que nunca esperé sentirlo...

Gracias por leer, aunque en estos momentos aún tenga dudas sobre si debo decírtelo, porque sé que me arrepentiré y lo más doloroso sería que tú también lo hicieras, y porque la luz se fue mientras trataba de expresar esto en letras e intento eliminar supersticiones absurdas, si lo has leído entonces no seré tan cobarde, sólo que a partir de ahora me verás con una bolsa en la cabeza. Tal vez nunca lo sepas y esto quede como recordatorio de mi inmadurez.

No pretendo incomodarte así que puedo fingir amnesia, como dije, si no sientes lo mismo lo entiendo, si me dices que es difícil entonces me alejo, es todo.

¿Te quiero?

Los signos de interrogación salen sobrando.

viernes, 2 de mayo de 2008

Odio los hospitales


El único molde de yeso
tus ojos
en los que mi alma se escayola
y entonces dejo de sentirme presa

porque tus manos se vendan
alrededor de mi tristeza
y embalsaman
cualquier agonía que me luxa

y me ciega
te diré te amo
como mejor lo sé hacer
con un beso.

Ahora que he sustituído
las muletas por alas...
cuando he visto
la muerte reír ante mí

por momentos pensé
en morir de una vez
creí que al gritar mi voz
dejaría de ser escuchada,

y entonces te recordé
tu imagen jamás revelada
vino a mí
como un destello de luz imposible

me dije:
tienes qué vivir Dalia
tienes que decirle
que en verdad lo amas...

miércoles, 26 de marzo de 2008

La parte de mi corazón que no quiero tener

He llorado en el rincón de siempre, pero ningún lugar funciona como refugio a mi vergüenza, he limpiado mi rostro muchas veces, pero de nada sirve si no puedo desempañar el vaho de mis ojos. Me arrodillé, pedí disculpas, pero ni yo misma podría perdonarme.
Dormí, tuve pesadillas, desee nunca despertar y no volver a soñar nunca.
He mirado mi reflejo y descubierto que una vez más, la imagen de ahí dentro ha dejado hace mucho de imitar mis movimientos.
Usé máscaras color tristeza, adorné con cicatrices la fachada de mis problemas. Sabes lo que se siente, despertar un día sin estar segura ni del suelo en el que pisas, creer quien eres y de pronto desconocerte, ser exiliada de tu propia vida, caminar por instinto, sin saber si realmente lo que quieres es retroceder. Nunca planeé esto para mi autobiografía.

Ya he llorado en el rincón de siempre, la esquina entre el escritorio y la pared, abracé las rodillas contra mi pecho como cuando era niña, a oscuras otra vez me derrumbé. Porque sé que ningún lugar sirve como refugio al sufrimiento, párpados translúcidos en una pesadilla, que ninguna cosa que haga podría ser remedio para arreglar emociones, insepultas, que rondan por los cementerios de la memoria y que ocultan, los más terribles secretos para los que nunca existirán rosas blancas, ni lágrimas, ni tumbas.

viernes, 22 de febrero de 2008

Yes Yes

Hablamos, y poco a poco te conozco. Te conozco y temo. Temo darme cuenta de que no soy o de que no eres ese alguien necesario, que somos diferentes, y que aún sabiendo todo el uno sobre el otro no dejemos de ser como dos extraños sin reconocerse.
Quizá a lo que más tengo miedo, por egoísta, es a descubrir que no soy lo que yo misma preciso, que entre tus labios y mis ojos además de un oscuro abismo exista un comportamiento ficticio.
Sí, es ese terror de que al encontrarte pierda lo poco de mí misma que me queda, dejar de ser yo para convertirme en un extracto de lo que soy cuando estoy contigo.
Sí, hablamos, y día con día me cautivas aún más, y a pesar de saberte un poco más cerca, aún así me intrigas. Me gustas tal cual eres, inteligente, sin poses, me gusta pensar también que lentamente en tu cabeza voy ocupando un espacio, sin prisas, y que un día sin pensarlo esté lo más próximo a tu corazón.
Prefiero conocerte despacio, ganarme tu confianza, ir paso a paso pues con la misma distancia que hoy separa a mi alma de tu cuerpo, así te quiero.