Tantas horas de ayuno han hecho que mi estómago ya no sienta hambre, que mi cuerpo deje de reclamarme alimentos, tan sólo me siento un tanto débil y con una sensación de ardor en el esófago. El cuello duele, como si se hubiese puesto en huelga y ya no quisiera sostener más mi cabeza, pero no me interesa. He paseado mis ojos durante todo el día y parte de la noche entre relatos, blogs, correos, libros virtuales y por último en instrucciones del funcionamiento de un mp4 a tal grado que mi cerebro ya no distingue que el espejo no es la pantalla de la computadora reproduciendo un video. Me he sobrecargado de trozos distintos de "algos" y mis circuitos se han alterado.
Primero, decidí que sería bueno retomar mi lectura de esta madrugada, la de los cuentos de suspenso pero era demasiada la tentación de la computadora, así que, sin oponer resistencia una vez más fui arrastrada por aquel maravilloso mundo virtual que me permite hacer como si el estar sola no fuera nada, pensar que la alimentación no es necesaria y que el levantarte a las dos de la tarde sin encontrar a nadie en tu casa es perfectamente normal. El msn, no, blogs, tampoco, ¿por qué no desgastarse un poco la vista con los tantos libros que el martes en uno de mis accesos obsesivos descargué? Me decidí por en de "Viven", que por cierto ya vi la película al menos cinco veces. Pero como siempre, en las primeras diez páginas me aburrí y opté por entrar a internet para satisfacer mis necesidades de distracción (léase evadir urgentemente todo tipo de cosas autonombradas "prioridades"). Leí letras de canciones que estaba harta de tararear sin saber realmente lo que decía, por un momento tuve el impulso de eliminar a todos mis contactos por el simple hecho de nunca estar cuando más los necesitaba, aunque luego llegué a la conclusión de que precisamente por ese tipo de pensamientos era tan antisocial. Total, era sábado, no había comido nada, ni peinádome ni contestado llamadas, me había levantado tan tarde que dudaba que esta noche conseguiría dormir. Mi aspecto era el de un típico escritor en una crisis severa de letras, como Johnny Deep en la "Ventana secreta" o Jack en "El resplandor", con el pequeño detalle de que no soy escritora sino simple aficionada. Aunque últimamente me he estado encerrando en mi caparazón de "a mí qué me importa" respecto a las noticias locales e internacionales en la tele y los periódicos, como si el mundo del que tanto hablasen no fuera en realidad en el que yo viviera. Medios de comunicación, lo mismo informan que alteran, ayudan que manipulan, hacen que deshacen, por eso es que renuncié hace mucho a ser periodista. A parte que descubrí que no era mi vocación.
En fin, para qué me peino, pensé, sin nadie puede verme. Y así seguí durante horas en mi sedentaria posición mientras mis ojos se hacían chiquitos por la luz del monitor, y en una de ésas me topé con un blog interesantísimo en mi recorrido que incluía un artículo sobre el feminismo que me dejó pensando (y eso ya es algo); creo que me identifiqué demasiado con la autora pues últimamente he vivido una serie de acontecimientos que me han creado resentimientos hacia desconocidos, sobre todo al afirmar "¿Qué piensan de las barbies, cuyos pies ya vienen en puntillas? ¿Esto no nos daba una lección a temprana edad de lo que teníamos que llegar a ser cuando fuéramos grandes?" en su discusión sobre que las mujeres que se autoproclaman feministas y usan tacones caen en una contradicción. Me hizo recordar los estúpidos anuncios de cerveza, la imagen falsa que se proyecta de las mujeres en la pantalla que si no termina por adoptarse acaba por asumirse y te aguantas. No sé, creo que si empezara a quejarme sobre esto nunca terminaría, yo en particular me considero poco e incluso nada femenina.
Y pasando a otros temas, luego de quebrarme la cabeza intentando sin resultado convertir un archivo de extensión .avi a uno .amv y leyendo instrucciones complicadas con ejemplos poco ilustrativos que de mucha ayuda no sirvieron, recordé que con todo esto, tenía que comer. Mi estómago, cansado de que lo ignorase durante el día entero decidió hacerse el digno y se me quitó el hambre. Así que cuando devoré como náufrago rescatado esa hamburguesa creí que mi cuerpo no lo soportaría y moriría, o al menos, vomitaría. Sólo espero que no me pase como en la segunda guerra a algunos sobrevivientes judíos al ser rescatados de los alemanes por las tropas estadounidenses, cuando al permanecer por semanas alimentándose con pan mohoso que se deshacía con el aire, al ser liberados y provistos de comida de verdad, murieron a consecuencia de que sus estómagos no soportaron tamañas porciones de un solo golpe.
Y bueno, ya con comida digeriéndose en mi cuerpo, llegué al descubrimiento de que me urgía tanto por decir. Y sí amigos imaginarios ya sé que ya se cansaron, así que la segunda parte quedará pendiente, no se desesperen.