Hoy tuve otra de las pesadillas.
Freddy Krueger entraba por mi ventana mientras yo aún dormía, dejando caer sobre mí las cortinas con lirios estampados, intentando asfixiarme. Luego yo despertaba, mirando aterrada cómo la única luz de toda la casa, la del pasillo, la que por años he dejado encendida por miedo a la total oscuridad, se extinguía. Freddy lo sabía, sabía que la oscuridad era mi temor más grande y que podía volverse aún mayor dentro de mis pesadillas.
Freddy Krueger entraba por mi ventana mientras yo aún dormía, dejando caer sobre mí las cortinas con lirios estampados, intentando asfixiarme. Luego yo despertaba, mirando aterrada cómo la única luz de toda la casa, la del pasillo, la que por años he dejado encendida por miedo a la total oscuridad, se extinguía. Freddy lo sabía, sabía que la oscuridad era mi temor más grande y que podía volverse aún mayor dentro de mis pesadillas.
De pronto sólo sus garras metálicas brillaron en la noche, las sentí sobre mi yugular palpitante en un escalofrío que recorrió todo mi cuerpo, y ya cuando imaginaba el filo de plata de esas cuchillas enterrándose profundo en mi garganta, entonces, entonces intercambiábamos identidades. Ahora yo era Krueger con garras en lugar de dedos y la piel achicharrada. Yo quien sostenía a una persona por los cabellos con la mano izquierda y la degollaba con la derecha.
La sangre me cubrió el rostro desfigurado y mi jersey a rayas rojas y negras, quedé paralizada.
"One, two, three, Freddy viene por ti" "Four, five, six, Freddy habita dentro de ti", un coro de niños cantaba espeluznantemente a lo lejos; "Seven, eight, nine, ten, Freddy está justo donde tú ves", salió una voz de dentro de mí pero yo no lo decía, la imitación perfecta de mi voz y mis labios hablando, pero no era yo, sin embargo, el espejo que se alzaba delante de mí opinaba lo contrario.