2010

domingo, 28 de octubre de 2007

Rêves

Hoy tuve otra de las pesadillas.
Freddy Krueger entraba por mi ventana mientras yo aún dormía, dejando caer sobre mí las cortinas con lirios estampados, intentando asfixiarme. Luego yo despertaba, mirando aterrada cómo la única luz de toda la casa, la del pasillo, la que por años he dejado encendida por miedo a la total oscuridad, se extinguía. Freddy lo sabía, sabía que la oscuridad era mi temor más grande y que podía volverse aún mayor dentro de mis pesadillas.
De pronto sólo sus garras metálicas brillaron en la noche, las sentí sobre mi yugular palpitante en un escalofrío que recorrió todo mi cuerpo, y ya cuando imaginaba el filo de plata de esas cuchillas enterrándose profundo en mi garganta, entonces, entonces intercambiábamos identidades. Ahora yo era Krueger con garras en lugar de dedos y la piel achicharrada. Yo quien sostenía a una persona por los cabellos con la mano izquierda y la degollaba con la derecha.
La sangre me cubrió el rostro desfigurado y mi jersey a rayas rojas y negras, quedé paralizada.
"One, two, three, Freddy viene por ti" "Four, five, six, Freddy habita dentro de ti", un coro de niños cantaba espeluznantemente a lo lejos; "Seven, eight, nine, ten, Freddy está justo donde tú ves", salió una voz de dentro de mí pero yo no lo decía, la imitación perfecta de mi voz y mis labios hablando, pero no era yo, sin embargo, el espejo que se alzaba delante de mí opinaba lo contrario.

martes, 23 de octubre de 2007

Sin que me lo pidas

Toma mi silencio, te lo regalo
es tuyo, te lo doy envuelto
porque sueltos no puedo darte los pedazos
porque secos han caído mis esfuerzos al suelo.

Toma estos ojos, entre tus dedos
que ciega antes ya me había quedado
si éstos al verte se me escapan corriendo
pues siempre te pertenecieron.

Toma mi tiempo, lo descuelgo
de la pared donde cada día lo he colgado
porque tus brazos son mi segundero
y el minutero tus pasos.

Toma mis labios y llévatelos
pues sin pronunciar tu nombre de qué sirven
si enmudecen al querer hablarte
si callan mucho más de lo que dicen.

Llévate mi aire, no lo quiero
porque me quema como fuego al respirarte
porque tu ausencia se me impregna en los pulmones
y llena de vacío todo mi cuerpo.

Vete con mi voz
de todas formas ya extinta
muda, seca, caída
es tuya, te la doy.

Mis manos frías
mis negros ojos
mis cuencas vacías
el ruido y el polvo.

Aunque no me pertenezca
toma mi espera junto al semáforo
mi indiferencia
mi obsesión
mis ausencias
mis letras.

Mis desvelos para ti son
aunque nunca lo sepas
mis sueños
mis poemas
mis ideas
y todo lo que soy.

sábado, 13 de octubre de 2007

No juzgues a un libro por su portada

Yo no soy un libro, quizás es por eso que siempre me juzgan por mi portada, por mi apariencia, por mi aire de niña malcriada y todo me vale. Pero he aprendido a vivir con eso desde los doce, empezando por mi propia familia, quien pensaba que por vestir de negro formaba parte de sectas satánicas que sacrificaban animales.
¿Y a qué viene todo esto? Pues resulta que hoy fui a la Feria del Libro que hoy se inauguró aquí en Monterrey, y noté las miradas de algunas personas cómo pensando "¿a poco tú lees?", tan sólo por mi atuendo negro de camuflaje y mi cabello despeinado. "No, Dalia, que no te dieran el papelito que a todos los demás les dieron en la entrada no significa discriminación de ningún tipo", me dice mi conciencia, pero total, todo eso me llevó a recordar mis inicios como lectora, el ¿porqué me gustó leer?
Recuerdo claramente las imágenes de mi primera Biblia ilustrada, eran dibujos de la creación del universo con unas cuantas palabras al fondo, y hablaba de cómo Dios creo las galaxias, las estrellas, los planetas. Recuerdo todo lo demás que seguía, la vida en la Tierra, Adán y Eva, Caín y Abel, etc. Mi percepción de niña que está aprendiendo a leer no alcanzaba a entender porqué alguien podía asesinar a su propio hermano, y se quedaba fascinada de cómo es que Moisés y su gente atravesaron el mar si ahogarse.
Luego viene a mi mente un pequeño libro de cuentos en el que sobresale uno titulado "La niña de los fósforos" de Hans Christian Andersen, una historia que no recuerdo mucho, pero sí la enorme tristeza que me provocaba saber a esa pobre niña en el frío en vísperas de Navidad, el que nadie le había comprado ninguna caja de fósforos ese día, la agonía de encender uno a uno esos cerillos que la llevaron a encontrarse con su abuela. Sobre todo, no se me olvida la frase "Muerta, muerta de frío en la Nochebuena!"
"La reina de las nieves", del mismo autor, con su universo de hielo me trajo una concepción desconocida del invierno, después vinieron muchos otros, cada vez con palabras más difíciles para mi entendimiento, pero cada molestia de tomar cinco veces por página el pesado diccionario en lugar de frenarme me animaban a buscar nuevos retos, más libros sin imágenes y menos cuentos para niños.
Sé cómo empecé a leer, pero lo que no sé es cómo fue que nació mi amor por la lectura que me ha dado todo lo que tengo, si fue en la primaria en la biblioteca y los libros que me llevaba cada fin de semana, si fue de pronto en un afán de descubrir cosas nuevas, poco a poco, porque no creo que una mañana me haya despertado así nada más con las ganas de leer un libro.
Son tantas cosas y tantas personas a las que les debo, a mis maestros de la secundaria y de la prepa, a mis padres por cumplirme mis caprichos de llevarme a Cintermex cada año a surtir de títulos mi librero "Te compro otros cuando ya hayas terminado de leer los demás", gracias, quisiera que supieran que no desperdiciaron su dinero.
La Feria del Libro influyó mucho en mi adición a las letras y sigue haciéndolo hasta ahora, por eso no quería dejar de nombrarla hoy que se inaugura, porque por tanto tiempo ha sido como un hábitat incomparable a ningún otro, como refugio entintado y con olor a nuevo y mi escondite de palabras para cuando siento que la realidad no me basta, o cuando quiero inventarme otra.

viernes, 12 de octubre de 2007

¿Por qué tú?

Causante de los coágulos en el pecho
de arrancar diestro de mis pulmones el oxígeno
de petrificar el espacio en el que me muevo
creador experto de vacíos y silencios.

Tú, ¿porqué?
que ignoras que al pensar en ti escribo esto
lo que con tu sola voz inventas,
con el suave roce de tus ojos de lejos.

Flecha perdida
que tuvo en mí un mal aterrizaje,
la mejor de todas mis heridas
veneno esparcido en mi sangre.

Un mar de preguntas
que nunca tuvieron respuesta
La cursilería de mis letras,
de mis intentos de poemas.

Intento exprimirte como tinta
esparcida en mis labios blancos, de cenizas
pero estás ahí para sustituir los espacios
para hacerme sentir que más te quiero a cada línea.

viernes, 5 de octubre de 2007

El de nombre advenedizo
el de siempre, pero no el mismo
el de miradas que se salen
por no caber en los pasillos.

Nunca te involucres
con tristezas ambulantes
con fantasmas de rostros amarillos
y de ojos siempre ausentes.

No me des esperanzas falsas
ni me alimentes el alma
no hagas que me invente
besos con las palabras.

No querrás las largas noches
en las que tus manos sean mi mejor pluma
ni escribir con ellas en mi piel letras
que nunca se borran.

No querrás pasar tu tiempo
en el que viendo tus ojos yo vea historias
en el que con la mente perdida en la memoria
sustituya el roce de tu piel por el papel.

No querrás palabras cursis
provenientes de lo que lees más que de mi boca
ni poemas en lugar de abrazos
ni miradas soñadoras.

Lo que menos quieres son poetisas locas
que te desarmen dejándote indefenso
que te invadan con verbos, adjetivos, puntos y comas, acentos
que tomen una pluma y te apuñalen el pecho.

NO te involucres nunca
porque cambiaré todo tu ruido por mi silencio
porque con mi indiferencia cubriré tu cuerpo de hielo
porque tomaré tu corazón y te exprimiré los sentimientos.

No te involucres conmigo nunca
porque tendrás que conformarte con poemas
en lugar de besos
con versos melosos y una avalancha de te quieros.

Con suspiros arrancados de lluvia roída por el pavimento
con corazones mutilados y alas inservibles
con conejos y diarios y frecuentes incendios autoprovocados
con melancolías de cenicero.