2010

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lunes, 30 de junio de 2008

Metamorfosis

Aspiro el humo del tercer cigarro desde que llegaste. En realidad tú lo aspiras.
Al principio cuando te pregunté si tenías encendedor mostraste desacuerdo, mismo que olvidaste al recordar que soy yo la única persona por la que sientes suficiente confianza, o quizá suficiente odio, como para contarle cosas que no te has atrevido a contarle a nadie.
Y en nada tiene qué ver que sea tu terapeuta, somos amigas desde los once años, y desde entonces no he logrado explicarme cómo es que soportas además de la nube de humo invadiendo el mismo aire que va a parar a tus pulmones, el hecho de que esté checando indiferente, la pantalla de mi ordenador mientras finjo escucharte.
Tengo la misma expresión de "ya he oído suficiente" y al notar de pronto tu silencio, me hace recordar que sigues ahí, seguro vas a querer que apagué esa máquina y empiece con la misma aburrida charla de diván. ¿No se supone que estás ahí para desahogarte y yo simplemente te escucho? No tiene sentido que te llene de consejos que ni yo he sabido aplicar, además, qué es tan importante como para llegar de improviso a mi casa a las seis de la mañana a despertarme sabiendo perfectamente que los lunes duermo hasta las diez. En fin, qué más, pongo expresión de estar interesada y cierro la laptop, de todas formas ya estaba harta de las páginas de poemas en donde a la gente le es permitido escribir lo que sea, por eso es que jamás abrí un blog.
Y bien, y ahora qué dilema detallarías, qué nueva filosofía de vida me sacaría de la manga para que terminara pronto la mezcla de cerveza y lágrimas típica de cada cierre de sesión.
"Dime, las lágrimas ¿ensucian o lavan?", me tomas por sorpresa, mi cerebro no está en buenas condiciones como para crear de la nada una respuesta, lo sabes y por eso continúas, en ocasiones siento que sería lo mismo si incluyeras tu charla en algún mensaje de contestadora o lo hablaras en voz alta contigo misma, no veo la diferencia. Pero claro, prefieres en contacto interpersonal como si eso sirviera de algo.
Continúas mientras mi mente divaga en el futuro éxito que tendrías de decidirte a publicar tus anécdotas o escribir una novela, o quizá yo, si no fueras mi mejor amiga lo pensaría.
Y así van pasando los minutos y mi cerebro y mi estómago se ponen de acuerdo y coinciden en el hambre, el tabaco ya no pudo engañarlos, debí haber programado una alarma en el celular para emergencias como esas, qué más, te diré que es hora de un intermedio o lo que sea.
Justo estaba por sugerirlo cuando me espetaste sin avisar dos palabras que me helaron la sangre, no tanto por la declaración sino por una mezcla de indignación egoísta pues se suponía que yo sabía todo sobre ti y otro tanto por una ansiedad insoportable que en momentos daba asfixia, la misma que por tantos años nos había conducido por el camino de interminables monólogos y asentimientos mecánicos con la cabeza.
"Soy gay", fue lo que dijiste, y no era posible, no es que sea homófoba o albergue en el fondo algún tipo de discriminación, sino que, al no poder lidiar conmigo misma al menos pensé que a ti podía entenderte, y que a pesar del poco interés que mostraba sabías que realmente me esforzaba en ayudarte. No era posible que te hubieras guardado ese secreto durante quién sabe cuanto tiempo, tal vez un mes, dos años o toda la vida, callando el dolor, soportándolo tú sola. Me di asco por no haber podido ser mejor amiga.
Recordé que durante la infancia y parte de la adolescencia jamás en mi familia oí mencionar algún prejuicio injustificado acerca de los homosexuales, a pesar de ser conservadora, la verdad es que tampoco escuché de ellos algo positivo. Simplemente lo anularon como parte de mis conocimientos generales quizá por temor a que algún día se me ocurriera ser así, como si eso fuera cuestión de tan poca seriedad. Al igual que el sexo, continuaron creyendo que si en casa no se hablaba de una cosa las personas no correrán el riesgo de experimentarla. Pero qué ingenuidad.
Las acciones no se evitan con el silencio. Al final te vienes enterando por otros medios nada confiables como la televisión, y la única ventaja es que no existen en ti influencias homofóbicas pero al mismo tiempo, el concepto que te formas es muy personal, vago y lleno de dudas. Como el humo que minutos atrás dejé de exhalar, así de inconsistente.
Apenas me daba cuenta dónde estaba, las ideas se me revolvían en la cabeza, tú siempre habías sido diferente a mis amigos y amigas gay, todo este tiempo habías estado contándole tu vida a una desconocida. Porque así es lo que se siente ¿no?, cuando ocultas algo tan normal pero a la vez tan complejo a las personas que más quieres, sientes que no son ellos, que por más que aleguen conocerte mientras no lo sepan nunca dejarán de ser extraños.
No me preguntes. Sólo continúa, que de pronto el silencio se vuelve más denso, pero entiendo, es mi turno de hablar.
Hace tiempo que decidí escarbar en mis viejos diarios, aquellos con dibujitos y calcomanías en la portada, hojas de colores y adornos que poco a poco se iban desprendiendo, al igual que me iba siendo arrebatada mi infancia. Quise recordar cómo era en esa época, si hubo un tiempo en el que no estuve llena de egoísmo e indiferencia, recordar los juegos, pues eso era sobre lo que escribía.
Nunca imaginé lo que descubriría en esas hojas casi veinte años después, era como si yo misma me hubiera arrancado de la memoria cada palmo de tinta, qué podía ser tan doloroso como para que mi propio cerebro decidiera bloquearlo en un plan de olvido perfecto.
Pero para su desgracia conservaba en los diarios la evidencia, hojeándolos recordé como si fuera otra vida la que mis ojos leían, desde los días en los que sin preocupación alguna pasaba las tardes en bicicleta o jugando a las escondidas, hasta la difícil transición hacia la adolescencia.
Pronto noté la presencia de una serie de palabras o claves, letras en cursiva o escritas con tinta de distinto color; leí en mi propio diario, escrito con mis propias lágrimas el incipiente miedo de que alguien por error o a propósito leyera aquellas confidencias, y es por eso que adopté una especie de código secreto para nombrarla. A ella. A quien mencionaba enmarcando siempre su nombre entre comillas, ya que no me atreví nunca a expresar claramente lo que sentía, pues a mi parecer lo que me estaba pasando era peor que el pecado más imperdonable aunque tan sólo hubiera leído hasta entonces dos veces la Biblia Ilustrada y rezado una vez al año cada Navidad con mi familia.
Sí, tenía trece y estaba enamorada, sé muy bien diferenciar entre admirar a alguien y enamorarse, si estaba confundida entonces lo he estado siempre, años, años de hacer añicos los impulsos, alejándome por temor a que los demás notaran la diferencia entre el nerviosismo de hablar en público, al de tenerla cerca.
Fue así como el sentimiento mutó, el propio mecanismo del dolor fingió anestesia, evité de todas formas quedarme a solas conmigo misma pues así no podría desconocerme, tampoco quería saber quién era.
Hablaba en voz alta.
Sigues frente a mí, inmóvil, jamás podría imaginar si la expresión en tu rostro es de profunda tristeza o de inmensa alegría, "Después de todo las lágrimas desgastan, transforman pero nunca ensucian", me dices mientras me doy cuenta que he sido yo la que todo este tiempo ha asistido a la terapia.

viernes, 22 de febrero de 2008

Disociaciones

Nunca me he sentido cómoda usando zapatos.

Tenía doce años apenas cuando descubrí que nunca sería perfecta, que por más que me esforzara no lograría hacer todo lo que se supone deberían hacer las señoritas de mi edad porque, para empezar, no tenía ganas.

No entendía porque un mundo al que siempre había visto de una forma definida comenzaba a difuminarse desde sus orillas, dispersando sus siluetas, haciéndome difícil distinguirlas.

Fue así como a base de tropiezos de distintas magnitudes, avancé olvidando lo que un día me perturbaba al grado de no dormir por las noches y pasar los días conversando con las voces, en ese entonces incipientes, que empezaban a ocupar terreno en mi cabeza y exigían compañía.

Y hoy, después de varios años en penumbras te observo, y me observo a la vez, como dos piezas idénticas, me encuentro con ese par de ojos asustados y entonces enceguezco pues, paradójicamente al sentirte cerca no puedo dejar de desconocerme.

Contigo siento que regreso al inicio, a esa parte de mí que por años había tratado de evitar hasta el punto en el que llegué a creer que ya no existía, pues de ninguna forma sobrevive aquello a lo que jamás se alimenta.

Contigo aprendo, y no existe nada que me atraiga de una persona más que su intelecto, esa es mi sentencia, mi debilidad, mi defecto. Te recuerdo y me odio a mí misma por pensarte, porque por más que las cosas cambien nunca me perdonaría por haberme atrevido a contradecir mi propia naturaleza.

De un instante a otro te has convertido en mi línea de horizonte, y yo, preguntándome si sentirás lo mismo, únicamente concibo enfocar un sólo punto de luz a lo lejos: el de tu rostro.

Quiero ser tu culpa, tomarte de la mano y sentir que los límites dejan de sobreponerse, atentar contra los falsos supuestos de que no fuimos hechos para ocupar el mismo espacio.

¿Tú? La pregunta ha sido lanzada al aire sin esperanzas de ser siquiera escuchada.

Me dirijo hacia el espejo, y mis ojos marchitos se pierden atravesando la mancha escarlata de las iniciales MC trazadas sobre la imagen desconocida que la reflexión me devuelve.

Nunca me he sentido cómoda usando zapatos, prefiero caminar con pies desnudos, palpando la contradicción de cada pedazo de tierra bajo mis talones, regresar a lo básico, porque al fin de cuentas, no es el camino sino uno mismo quien decide calzar el tipo de destino que más se adapte al ritmo de sus pasos.

domingo, 3 de febrero de 2008

Porque los días vienen y van


Desandaré mis pasos si es posible, sólo para cruzarme con tus ojos, que la distancia no existe, que el asfalto recorrido no significa un destino trazado.
Me volveré concreto, para sentir el contacto de tus firmes pisadas sobre mi cuerpo, me mimetizaré con éste si es posible, para ser tu sombra sobre el suelo.
Las ciudades no son más que un invento, para diferenciar los pedazos de tierra que erróneamente llamamos nuestros, un concepto utilizado para nombrar los espacios por los cuales sentimos miedo, barreras ilusorias que nos hacen creer que vivimos en mundos completamente ajenos.

Desandaré mis pasos porque estoy seguro de que cualquier dirección que elija me llevará hacia ti, que cerraré los ojos y sobre mis párpados te verás reflejada, no habrá aceras grises ni negros asfaltos, desaparecerá todo cuanto existe y ningún obstáculo me impedirá tu presencia.
Vamos, sigue caminando que retrocederé lo más posible y me aferráré con fuerza a tu brazo, no temas, sé que has llegado al cruce de caminos en el que por última vez tomé tu mano, pero ambos destinos no serán los mismos por más que te culpes y por más que te niegues a aceptarlo.
Anda, te estaré esperando del otro lado como siempre, el mundo es la misma enorme ciudad y no puedes cambiarlo.

Lo siento, debí esperar a que cambiara la luz en el semáforo.

viernes, 28 de diciembre de 2007

Epílogo


Oigo tus pasos y guardo silencio, espero a que me cubras de palabras ya antes ensayadas y a que reavivas el fuego en mi refugio de cenizas. Te observo cual sombra sin nombre y sin rostro, un sueño nuevo cada noche, un amanecer distinto.

En ti me identifico, descubro el remedio al bullicio y encuentro el universo prohibido. Me desarmas, me dejó conquistar por ti aún antes de empezar la batalla. Puedo sentir tus ojos leyéndome en la distancia, actor multifacético, amante insubordinado, no sabes que quisiera ser tu musa de cabellos largos, tu delirio de esquizofrenia y amnesia.

Y me dices que no piense, que me deshaga de los coágulos en el pecho, que muera esta noche contigo en el incendio. Y suspiro en secreto como si de pronto la chispa de idealismo que llevo encontrara en ti su complemento, y hago lo posible por besarte y no enamorarme, porque no existes, al despertar serás otro sueño.

Aún así, realismo es una palabra que desconozco al descubrirte, pues puedo ser yo también una simple invención de tu cerebro si así me lo pides.

Puedo ser tu muerte en el incendio y tu claustrofobia en noviembre, el efecto mariposa en tu cabeza y el recuerdo asesinado cuando finjo amnesia.

Es por eso que le invento vidas a los gatos y alas a los conejos, por eso es que he cambiado mi perspectiva y no sabes que aún después de todo te amaría sin que me lo pidieras, que ante ti soy un libro sin portada y sin título, un sueño vuelto pesadilla, un hoy de nostalgia y un intento de suicidio que gracias a ti sigue vivo; un por qué tú, sin permiso, una retrospectiva a tu pasado sin instrucciones para su olvido.

Puedo ser un ave sin alas derrumbándose sobre tu cuerpo, una desesperanza cayéndote como un frío regaderazo sobre la espalda, ser un reflejo y recordarte sobre la lluvia que cubre mi pavimento, una memoria extraída de un diario olvidado, una correspondencia sin destinatario.

Para ti seré un tú recreado y formando una sola historia entre tus brazos, una típica verdad a medias, un letargo injustificado y lo que quieras que sea.


¡Feliz Año!


lunes, 3 de diciembre de 2007

Título que prefirió permanecer en el anonimato

Te observo y quisiera adivinar lo que sueñas. ¿Recuerdas?, ¿las figuras a lápiz que trazaste y que hoy se desdibujan con el paso del tiempo? Las tardes que desperdiciamos acariciando al silencio. Antes de que la imagen que tenía de ti se destruyera, tu nombre me contaba cuentos por las noches, tu voz permanecía sentada frente a mí junto a la puerta. Las cicatrices no eran necesarias, eran sombras adheridas al pavimento, inconsistencias. Te veía ahí, bajando las escaleras, acariciando las páginas de aquel libro que murió calcinado en el incendio.
Tus ojos me asfixiaban y ahora siento que esa ausencia de aire me hace falta, que la luz sigue traspasando las rendijas de la puerta pero sigo fingiendo que no la veo, que las que asoman debajo dejaron de ser tus huellas.
El polvo que dejaste danza enmudecido sobre el suelo de concreto, las hojas de aquel árbol detienen su azañas para leerme el pensamiento, pero nada importa, nada pasa, no hay respuestas en el cielo.
Todas tus palabras se escondieron tras las nubes y tu abrazo se transforma en un mecanismo de tortura para mi cuerpo, ya no en lluvia, como solía hacerlo.
Ojalá existieran los mundos que para mí inventaste, fingirme tu compañía a través de ellos, de las pinceladas de sensaciones que diste sobre mi cuerpo.
Pero sólo está la noche, muda, triste, creyendo que con su sobredosis logrará suprimir el dolor que el hueco de tu ausencia me provocó sin anestesia.
Llega y me da la mano para que hulla con ella.
Cierro los ojos, tomo su oscura mano y dejo que me envuelva, se acerca a mí, con sus ojos transparentes y sonrisa pétrea. Me dice, este es otro de tus sueños raros, despierta.

jueves, 1 de noviembre de 2007

Retrospectiva

Durante el día, por tanto trabajo olvidé las pesadillas que me provocaron los maratones de películas, pues al menos en la última semana he visto una diaria: "Saw 4", "Holocausto Caníbal", "El despertar del diablo", "Hannibal, el inicio", "1408", etc. No es que sea masoquista, pienso que una dosis de miedo de vez en cuando ayuda a superar mis temores anclados desde la época en la que veía a "Chucky", escondida tras el sillón de la recámara, con las manos en posición exacta para interponerse entre mis ojos y la pantalla a cualquier asomo de peligro. Fue por él por quien dejé a mis muñecas, tapándolas por las noches con sábanas para que no pudieran observarme dormir, por él fue por quien las decapitaba.
Luego apareció Jason, inspeccionando calendarios para ver qué día trece caía en viernes porque solían pasar maratones completos de sus películas, del asesino a diestra y siniestra de la sierra, de quien te podía encontrar y matar a la vez en un bosque o en tu propia casa, el de la máscara de hockey, el mostruo del lago que revivía sin importar cuantas veces acabaran con él.
Por él tuve mis pesadillas, pero no tantas como con Krueger, el culpable de no querer cerrar mis ojos por las noches, de orillarme a pellizcarme el brazo para comprobar que no me había quedado dormida, de él no podía esconderme, y el dormir no me funcionaba como opción para sentirme tranquila.
Después siguieron el Payaso Esso y antes, la niña del Exorcista, mi capacidad de impresionarme se perdía, así que opté por ampliar mis géneros de películas, pero mis inclinaciones no cambiaban, "Destino Final" y la magnífica saga de "Jigsaw" "Juego Macabro" o "Juego del Miedo". Me pareció brillante y perturbador cómo el llamado asesino del rompecabezas ponía tu propia vida entre tus manos y de ti dependía si la aferrabas o no, además su forma de engañarte para que no supieras quién era en realidad la presa y quién el verdadero depredador.
Sí, Saw es el candidato perfecto que sustituyó a Freddy en mis pesadillas.
Así que hoy me la pasé sin hacer nada en todo el día, sin avanzar tarea, tirada en la cama observando absorta los posters cinematográficos que adornan las paredes de mi cuarto, ocultando el tono violáceo, las cuarteaduras y las telarañas. Sin inspiración y sin ganas, deseando que la semana que aún no empieza ya termine, lo mismo que la que viene y la que sigue, y la que sigue...
D.D.

domingo, 28 de octubre de 2007

Rêves

Hoy tuve otra de las pesadillas.
Freddy Krueger entraba por mi ventana mientras yo aún dormía, dejando caer sobre mí las cortinas con lirios estampados, intentando asfixiarme. Luego yo despertaba, mirando aterrada cómo la única luz de toda la casa, la del pasillo, la que por años he dejado encendida por miedo a la total oscuridad, se extinguía. Freddy lo sabía, sabía que la oscuridad era mi temor más grande y que podía volverse aún mayor dentro de mis pesadillas.
De pronto sólo sus garras metálicas brillaron en la noche, las sentí sobre mi yugular palpitante en un escalofrío que recorrió todo mi cuerpo, y ya cuando imaginaba el filo de plata de esas cuchillas enterrándose profundo en mi garganta, entonces, entonces intercambiábamos identidades. Ahora yo era Krueger con garras en lugar de dedos y la piel achicharrada. Yo quien sostenía a una persona por los cabellos con la mano izquierda y la degollaba con la derecha.
La sangre me cubrió el rostro desfigurado y mi jersey a rayas rojas y negras, quedé paralizada.
"One, two, three, Freddy viene por ti" "Four, five, six, Freddy habita dentro de ti", un coro de niños cantaba espeluznantemente a lo lejos; "Seven, eight, nine, ten, Freddy está justo donde tú ves", salió una voz de dentro de mí pero yo no lo decía, la imitación perfecta de mi voz y mis labios hablando, pero no era yo, sin embargo, el espejo que se alzaba delante de mí opinaba lo contrario.

domingo, 30 de septiembre de 2007

Mémoires

Cinco de la mañana. Sigo si una historia que fluya de la nada desde mi cabeza. Pero ya no hay palabras, y la imagen de escritora fracasada me persigue desde que decidí olvidarte para siempre. Como poco, duermo en exceso. He cambiado el montón de manuscritos nocturnos por manchas de cerveza en mi ropa, por colillas de cigarro que devoran el papel como buscando ansiosas la textura de la mesa de madera. Se apagaron las historias que alguna vez me acompañaron estando sola, si pudiera conseguir algunas limosnas de mi memoria sin encontrarte a ti, sin encontrarme a mí, pero la amnesia prometida al fondo de la siguiente botella es pasajera, y jamás podré convencerme de que mi vida pudo haber sido otra. ¿A dónde fueron las líneas que alguna vez pelearon por ocupar el lugar privilegiado en el papel inundado de tinta, las letras que burlaban circunstancias para venir y aterrizar con sus paracaídas de tinta?
Los poemas que un día fueron mi alimento, las veces en las que no dormía por escribirlos y ahora por buscar algo que escribir no duermo.
¿Dónde quedaron los personajes que cada noche brotaban de mis pensamientos, alzando sus manos para ser notados, reclamando por un nombre?
Las siluetas de tinta desfilando sobre el fondo blanco, llenándolo de vida.
¿Dónde?
Las letras se han lanzado de mi escritorio en busca de un mejor destino, la tinta de mi estilógrafo se ha congelado para no tener que compartir conmigo tantos espacios vacíos.
Si estuvieras, si no hubieras muerto, ¿todo esto sería distinto?

martes, 28 de agosto de 2007

Asesinando al recuerdo

Sostengo el cuchillo entre mis dedos, "No puedo". La hoja brillaba con un resplandor asesino, los finos dientes ansiaban encajarse y hundirse hasta lo más profundo de la piel. Sólo un segundo, un segundo de apretar los dientes para atacarla directo al corazón y el trabajo estaría terminado. Ahí está, la miro a los ojos en un intento desesperado por decirle que no lo quiero hacer pero que es necesario; ella me devuelve la mirada, lo sabe, sino porque estaría tan asustada. Su mirada intenta comunicarme algo pero al fin su boca habla: "Házlo ya", más que ordenarme pareció que lo suplicaba. No puedo mirarla, aunque está frente a mí en aquella escena triste y trágica.
La noche no es suficiente para ocultar el crimen que estoy a punto de cometer. Ella se arrodilla y su mirada se pierde quizá para que la muerte la tome por sorpresa. Sujeto con fuerza aquella arma homicida y el brillo plateado resplandece contra su cuello. Entonces el filo resbala hacia su estómago, apenas rozando su piel, su respiración deja de percibirse, y el cuchillo al fin encuentra su objetivo: el corazón.
Ella cierra los ojos, y por instinto, también cierro los míos. Silencio. Mi mano ensangrentada retira con fuerza el arma de su cuerpo. ¿Será suficiente? Por si acaso una segunda, una tercera puñalada, espero. La sangre ha dejado de fluir a borbotones, ella cayó al suelo, y yo estoy ahí mismo, pensando en lo que he hecho.
No está muerta, se levanta y vuelve a mirarme con el rostro apagado y me pregunta "¿Está muerto?", "Eso parece", le contesto. Y entonces, sonriente, miro a esa pobre mujer al pararme frente al espejo, ensangrentada mi playera azul, ensangrentado su pecho.
Y al abrir el puño de mi mano izquierda me muestro a mí misma lo que de dentro he sacado, cubierto todo de sangre:
el pedazo de tu recuerdo.

jueves, 9 de agosto de 2007

Las alas del conejo...

Lápiz labial, una taza de café enfriándose. Te despediste de mí aquella tarde, mientras los rayos del sol fallecían no sin antes colarse por la transparencia del vidrio que daba para la calle, como si fuese esa inútil cafetería su único destino.
Mis ojos se llenaron de aire al momento en el que diste un giro a la conversación, después de que me atreví a pedirte que te casaras conmigo. Recuerdo que tomé tus manos y sin aliento casi, te confesé que quería pasar contigo el resto de mi vida, pero retiraste tus manos como si éstas fueran quemadas por brasas ardientes y evitaste mirarme. Ya desde antes me sabía la respuesta, mucho antes de preguntarte, aún así decidí arriesgarme porque una obstinada parte de mí albergaba la más mínima esperanza.
Continuaste garabateando sobre una servilleta, y el silencio extendiéndose, pesado y asfixiante sobre nuestras cabezas. Por momentos creí que mi voz se había extinguido para siempre, noté cuan calientes eran los sorbos de café en mi garganta, hasta que extendiste hacia mí aquella servilleta, no sobre la cual garabateabas, sino con la que habías limpiado minutos antes tus labios, tu café aún seguía intacto y me preguntaste como si nada hubiera pasado "¿Crees que esto es un conejo?" Y no sé decir precisamente qué fue lo que me molestó más, si el hecho de que me mostraras esa estúpida mancha de maquillaje, o que simplemente no te hubieras atrevido a decirme que no, que no querías casarte conmigo.
Tomé aire pero me pareció que en realidad estaba respirando fuego, y te contesté: "¿Y tú crees que nada te he dicho, que puedes ignorarme?", "Tiene forma de un conejo -continuaste- mira, sus orejas y patas..." Te arrebaté aquel boceto no planeado y te obligué a que me miraras. Tu expresión había sido reconocida y era algo que nunca soportabas, querías huir, pero lo habías hecho tantas veces que no te quedó más remedio que devolverme la mirada y contestarme: "No es que no quiera casarme contigo, es que no quiero casarme", notaste que esa breve explicación no había sido suficiente, en realidad, nada de lo que pudieras haber dicho lo habría sido, y continuaste "Nunca te lo dije porque no pensaba que esto pasaría, perdóname".
No tenía ánimos de discutir, así que callé imitándome a recordar cada instante que estuvimos juntos como si estuvieran a punto de arrancarse de mí, como si mis esperanzas fueran de agua y con las palabras que acababas de decir hubieras removido el tapón de desagüe.
Miré hacia la calle a través del vidrio oscurecido intentando desaparecer, sabiendo que lo que decías era cierto, y te odié momentáneamente por hacerme sentir culpable, que en primer lugar no debí enamorarme. "Entiendo", al fin hablé como pensando en voz alta, "En marzo me iré a Francia, por lo de la beca, no era seguro pero acaban de confirmármelo, quería decírtelo antes, ésa era la gran sorpresa pero te me adelantaste" "Lo siento", fueron las dos palabras con las que intentaste justificarte, segundos antes de levantarte y salir por esa puerta por la que tantas veces te vi entrar, y de abandonarme tal cual taza de café que ni siquiera tocaste.
Me miraste por última vez y apretaste mi mano inmóvil sobre la mesa junto a la servilleta, y diste la media vuelta para salir en busca de tu propio camino, del cual yo no formaba parte. Pedí otro café mientras contemplaba al tuyo enfriarse, y a tu fantasma ocupando el lugar que por tanto tiempo tú ocupaste, y quise desesperadamente atribuir la humedad en mis ojos al café caliente o a lo amargo que me sabía ahora que ya no estabas, quise negar rotundamente que esa sensación acuosa en mi mirada era debida a las lágrimas. Así que discretamente tomé una servilleta para despistarlas y me topé con el bosquejo que dejaron tus labios en el blanco, el conejo escarlata de un beso tuyo sobre la nada. Y entonces vi que ese conejo parecía cobrar vida, tener movimiento, e imaginé las miles de figuras que cuando me besabas dejabas como rastro sobre mi cuerpo, como una secuencia animada recorriéndome por completo. Y accidentalmente derramé un sorbo de café sobre aquel lienzo improvisado y vi poco a poco como al conejo se le formaban una especie de alas en la espalda, y que se alejaba de mí, ya no saltando sino volando, volando junto con todas mis esperanzas.
Pd: Agradecimientos al Sr. Durán por que fueron él y su blog quienes me dieron la imagen del
conejo mutante sobre la servilleta.