2010

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domingo, 27 de abril de 2008

Simulacro


Escribo… para engañar al silencio, para llenar los espacios que al marcharte vas dejando, la mayoría de las veces para cubrir mi rastro mientras me alejo.

Escribo porque a veces la tristeza no me deja más voz, hasta que la anestesia termina y entonces tu nombre me hace compañía.

Con los días aún conservo el eco de tus palabras, parecen seguirme como lluvia, reflejadas en el cielo nublado como tu piel blanca, sin sombras, y recuerdo cada una de las cosas que dijiste preguntándome la diferencia entre ser normal y la norma, pues para estar contigo no necesito aprobaciones, ni licencias, que si encontrarme a orillas de tus ojos es delito entonces lo confieso.

Escribo para poder perdonarme, el dolor se olvida, tú sólo te vas.

domingo, 10 de febrero de 2008

Para ti, ¿quién más?

Llueve
y la lluvia ha dejado de saberme a tu recuerdo
la noche se ha vuelto transparente
memorias acuarela desfilan sobre el lienzo negro.

Los dedos de agua resbalan por el vidrio
te acaricio en la distancia
no es lo mismo
no es esa tu silueta detrás de la ventana.

Llueve
y el maullido de mis gatos hambrientos me entristece
un "rompecabezas" nunca es ruido suficiente
como si fuera fácil encontrar un último verso para dedicarte.

La tierra humedecida me sabe a tus besos
los charcos en el suelo me devuelven tu rostro
seguramente es otro sueño.

Mañana despierto y podré olvidar la lluvia
pero tú
tú estás fuera del alcanze de cualquier razonamiento.

PD: A veces quisiera regalarte algo más que vagas letras bruscas, piezas de rompecabezas que jamás estarán en su lugar, que algún día olvidarás tras la lluvia... a veces simplemente quisiera pensar que no me conoces.

Feliz Cumpleaños!

lunes, 3 de diciembre de 2007

Noviembre

Hoy viniste a visitarnos. Con tus ojos irreconocibles y tu rostro pálido. Tu piel surcada de recuerdos como extrañas veredas que no alcanzo a entender, tus alforzadas manos.
Te miré y te acercaste a saludarme, en tus ojos pareciera que te olvidas poco a poco de quien besa tu mejilla, como si no reconocieras en mí a la parte de ti que me forma; no sabes cuánto deseé que te quedaras para siempre esta vez, que no tuvieras que dar media vuelta para seguir caminando.
Quisiera irme contigo, para abrazarte todas las veces que por vergüenza no lo he hecho, para dormir a tu lado mientras escucho tu voz proveniente de épocas desconocidas. No mereces lo que te está pasando, no mereces el sufrimiento ni la culpa que insistes en llevar a cuestas, ni los remordimientos que te acechan.
Te quiero mucho como para dejarte autodestruir así, sí, te quiero aunque siempre en mi garganta se atoren estas dos palabras cada vez que siento deseos de decírtelas.
Llévame contigo. Sé que te sientes sola y no necesitada, !yo te necesito!
Y sé que por ocuparme de cosas sin importancia te desperdicio, quisiera ser niña de nuevo para que tú volvieras a abrazarme contra tu pecho y sentarnos sobre la mecedora sobre la cual me contabas esas historias que por la noche me quitaban el miedo, ángel de alas deslustradas y aureola marchita.
Necesito dejar de parecer fantasma con mi silencio, decirte todo lo que siento, pero eso sólo significaría aceptar la inminente llegada de un destino que no quiero.
Quisiera que tus blancas alas me envolvieran de nuevo y me arrullaran mientras me cuentas las historias de cuando eras niña y acaricias mi cabello.
¿Por qué en lugar de estar aquí sentada escribiendo, no hago nada para alcanzarte y que de tu voz y tu presencia no sólo quede el eco?
Abue, quisiera que tus cabellos siguieran siendo dorados y que tus alas no tuvieran que caer de tu espalda por el peso de la gravedad. Sé que haces lo que puedes para recuperarte, que ella no debió dejarte, que no puedo hacer nada para que dejes de pensar en ella.
Ángel, no soporto verte llorar, ver tus lágrimas cual agua bendita descendiendo de tus ojos, cuánto quisiera arrancar la tristeza de tu rostro, regalarte mis fuerzas, restarte los años que me quedan, volver a ser yo la niña la cual necesitaba que tú la cuidaras, secar tu soledad, los días aferrados como cadenas a tu espalda.

sábado, 13 de octubre de 2007

No juzgues a un libro por su portada

Yo no soy un libro, quizás es por eso que siempre me juzgan por mi portada, por mi apariencia, por mi aire de niña malcriada y todo me vale. Pero he aprendido a vivir con eso desde los doce, empezando por mi propia familia, quien pensaba que por vestir de negro formaba parte de sectas satánicas que sacrificaban animales.
¿Y a qué viene todo esto? Pues resulta que hoy fui a la Feria del Libro que hoy se inauguró aquí en Monterrey, y noté las miradas de algunas personas cómo pensando "¿a poco tú lees?", tan sólo por mi atuendo negro de camuflaje y mi cabello despeinado. "No, Dalia, que no te dieran el papelito que a todos los demás les dieron en la entrada no significa discriminación de ningún tipo", me dice mi conciencia, pero total, todo eso me llevó a recordar mis inicios como lectora, el ¿porqué me gustó leer?
Recuerdo claramente las imágenes de mi primera Biblia ilustrada, eran dibujos de la creación del universo con unas cuantas palabras al fondo, y hablaba de cómo Dios creo las galaxias, las estrellas, los planetas. Recuerdo todo lo demás que seguía, la vida en la Tierra, Adán y Eva, Caín y Abel, etc. Mi percepción de niña que está aprendiendo a leer no alcanzaba a entender porqué alguien podía asesinar a su propio hermano, y se quedaba fascinada de cómo es que Moisés y su gente atravesaron el mar si ahogarse.
Luego viene a mi mente un pequeño libro de cuentos en el que sobresale uno titulado "La niña de los fósforos" de Hans Christian Andersen, una historia que no recuerdo mucho, pero sí la enorme tristeza que me provocaba saber a esa pobre niña en el frío en vísperas de Navidad, el que nadie le había comprado ninguna caja de fósforos ese día, la agonía de encender uno a uno esos cerillos que la llevaron a encontrarse con su abuela. Sobre todo, no se me olvida la frase "Muerta, muerta de frío en la Nochebuena!"
"La reina de las nieves", del mismo autor, con su universo de hielo me trajo una concepción desconocida del invierno, después vinieron muchos otros, cada vez con palabras más difíciles para mi entendimiento, pero cada molestia de tomar cinco veces por página el pesado diccionario en lugar de frenarme me animaban a buscar nuevos retos, más libros sin imágenes y menos cuentos para niños.
Sé cómo empecé a leer, pero lo que no sé es cómo fue que nació mi amor por la lectura que me ha dado todo lo que tengo, si fue en la primaria en la biblioteca y los libros que me llevaba cada fin de semana, si fue de pronto en un afán de descubrir cosas nuevas, poco a poco, porque no creo que una mañana me haya despertado así nada más con las ganas de leer un libro.
Son tantas cosas y tantas personas a las que les debo, a mis maestros de la secundaria y de la prepa, a mis padres por cumplirme mis caprichos de llevarme a Cintermex cada año a surtir de títulos mi librero "Te compro otros cuando ya hayas terminado de leer los demás", gracias, quisiera que supieran que no desperdiciaron su dinero.
La Feria del Libro influyó mucho en mi adición a las letras y sigue haciéndolo hasta ahora, por eso no quería dejar de nombrarla hoy que se inaugura, porque por tanto tiempo ha sido como un hábitat incomparable a ningún otro, como refugio entintado y con olor a nuevo y mi escondite de palabras para cuando siento que la realidad no me basta, o cuando quiero inventarme otra.

domingo, 23 de septiembre de 2007

Correspondencias

Han pasado annios desde que te fuiste sin despedirte. El tiempo que nos separa es tanto que ya he dejado de preguntarme dónde estarás, si algún día vas a regresar, cuál es tu razón para habernos abandonado. Ahora sólo me pregunto egoístamente si alguna vez tú llegas a pensar en mí, si recuerdas las veces en las que nos divertíamos tanto, las tardes en las que no parábamos de reír. Si ya olvidaste cuando comíamos chatarra hasta enfermarnos del estómago, la ley que inventamos de "come todo lo que veas sin importar de quién sea", las mannianas en las que te despertábamos para que jugaras, ¿te acuerdas cuando en los fines de semana el amanecer nos sorprendía despiertas?

Porque algunas noches antes de dormir sigo sonniándote con los ojos abiertos, sigo pensando en las tantas veces en las que me mirabas y hacías que inexplicablemente desaparecieran las lágrimas. En los silencios, los sobrenombres ridículos, la vez en la que grabamos estupideces en un cassette, las horas que te aguantabas el suennio para que a mí, por andar viendo películas que no debía, se me quitara el miedo.

He dejado de preguntarme además, qué hice mal o qué no hice bien para que tomaras la decisión de irte para siempre y dejar todas tus cosas en tu cuarto como recordatorio o como reclamo, como desafiándonos a que intentáramos limpiarlo.

Quizás crecimos, cambiamos y pensaste erróneamente que ya no te necesitaríamos, que nos daríamos cuenta que el mundo que creaste era falso y que estar contigo ya no sería necesario.
Pues ya crecí, soy adulta y déjame decirte que por ningún motivo cambiaría todos los momentos que ahora sólo veo através de estos vidrios llorosos porque ya no estás tú para limpiarlos, que sé que nada de lo que me dijiste fue falso, sigo pensando que fui afortunada al conocerte en mi infancia, al heredar tu gusto por los gatos.

Tal vez las pastillas debilitaron tu cuerpo, tal vez no hice nada para para ayudarte a soportar la soledad sobre tu espalda. Pienso que quizá te acuerdas de mí como en un suennio, que al despertar va perdiéndose en el transcurso del día, hasta convertirse en algo que se olvida, algo desechable.
Todos estos annios, ¿desperdiciaste tu vida con nosotros para luego abandonarnos?

Tía, ¿a dónde fuiste?, ¿porqué siento que tú piensas que te hemos olvidado?
¿Qué vas a hacer cuando de pronto mires por sobre tu hombro y descubras que es demasiado tarde, que los años no son como una cinta, un cassette regrabable?

Gracias a ti, que me compraste ese primer diario fue como empecé a escribir, así que no me salgas con que no dejaste nada bueno en mí, con que el silencio entre nosotras tiene algún significado, con que no te extrannio...

miércoles, 12 de septiembre de 2007

Diario

4 de Julio de 1999. Empecé con ésto, con una fecha escrita en cursiva y la frase a la expectativa de "Querido diario", con una libreta de hojas de colores con lunas durmientes y sonrientes soles, notas musicales y tintas rosas, verdes y azules. Fue un día importante en mi vida, en mi inocencia de diez años, quizá el más importante de todos, pues fue aquel en el que conversé por primera vez con la pluma y el papel. Palabras que poco decían de mí misma, pero mucho revelaban las ganas que tenía de registrar las cosas que formaban parte de mi mundo de niña. Intrascendencias, puedo pensar ahora al leerlas, pero más allá de la profundidad escasa de las letras, fueron esas experiencias acumuladas las que con el tiempo me hicieron descubrir formas distintas de ver mi propia vida, universos alternos, puliendo con cada palabra las alas que poco a poco me nacerían. La enciclopedia de mí misma, no me bastaba con vivir una vez las tristezas tenía que dejar grabada por siempre su huella por si acaso la memoria algun día me fallara.
Cambié los juegos y fragmentos de mis tardes para escribir lo que para mí tal vez en ese entonces también era un juego, pero el que con el paso de los años se convertiría en mi mayor obsesión, en mi anestesia en contra de los malos tiempos.
Y aún conservo la primera estrofa, intacta, la primer palabra que a esa edad jamás imaginaba hacía que lugares remotos me llevaría, la primera página como la puerta a un mundo anónimo que me tomaba del brazo con sus manos amarillas.
El diario quiso volar, y sus páginas se desojaron, pero están ahí unidas por el lado izquierdo con cinta para que yo pueda vivir mi vida las veces que yo quiera, recordando...