He llorado en el rincón de siempre, pero ningún lugar funciona como refugio a mi vergüenza, he limpiado mi rostro muchas veces, pero de nada sirve si no puedo desempañar el vaho de mis ojos. Me arrodillé, pedí disculpas, pero ni yo misma podría perdonarme.
Dormí, tuve pesadillas, desee nunca despertar y no volver a soñar nunca.
He mirado mi reflejo y descubierto que una vez más, la imagen de ahí dentro ha dejado hace mucho de imitar mis movimientos.
Usé máscaras color tristeza, adorné con cicatrices la fachada de mis problemas. Sabes lo que se siente, despertar un día sin estar segura ni del suelo en el que pisas, creer quien eres y de pronto desconocerte, ser exiliada de tu propia vida, caminar por instinto, sin saber si realmente lo que quieres es retroceder. Nunca planeé esto para mi autobiografía.
Ya he llorado en el rincón de siempre, la esquina entre el escritorio y la pared, abracé las rodillas contra mi pecho como cuando era niña, a oscuras otra vez me derrumbé. Porque sé que ningún lugar sirve como refugio al sufrimiento, párpados translúcidos en una pesadilla, que ninguna cosa que haga podría ser remedio para arreglar emociones, insepultas, que rondan por los cementerios de la memoria y que ocultan, los más terribles secretos para los que nunca existirán rosas blancas, ni lágrimas, ni tumbas.
Dormí, tuve pesadillas, desee nunca despertar y no volver a soñar nunca.
He mirado mi reflejo y descubierto que una vez más, la imagen de ahí dentro ha dejado hace mucho de imitar mis movimientos.
Usé máscaras color tristeza, adorné con cicatrices la fachada de mis problemas. Sabes lo que se siente, despertar un día sin estar segura ni del suelo en el que pisas, creer quien eres y de pronto desconocerte, ser exiliada de tu propia vida, caminar por instinto, sin saber si realmente lo que quieres es retroceder. Nunca planeé esto para mi autobiografía.
Ya he llorado en el rincón de siempre, la esquina entre el escritorio y la pared, abracé las rodillas contra mi pecho como cuando era niña, a oscuras otra vez me derrumbé. Porque sé que ningún lugar sirve como refugio al sufrimiento, párpados translúcidos en una pesadilla, que ninguna cosa que haga podría ser remedio para arreglar emociones, insepultas, que rondan por los cementerios de la memoria y que ocultan, los más terribles secretos para los que nunca existirán rosas blancas, ni lágrimas, ni tumbas.