2010

lunes, 7 de julio de 2008

Eterno retorno

¡Levántate, ya eres mujer!
Abriste los ojos sin sorpresa - ¿Mujer?, si a penas tengo once. Te levantaste con lentitud, dejando aferradas las horas de sueño perdidas a las cobijas de una cama que no tenderías. Era un día normal, como todos, fin de semana sin ir a la escuela, ver televisión o salir a dar la vuelta en bicicleta al campo, que va, no podría ser distinto tan sólo por el hecho del cielo nublado, era otoño y no era raro que fuera de los primeros amaneceres gélidamente grisáceos.
Aún tenías pegadas en las orejas aquellas extrañas palabras que te habían arrebatado el sueño. "Levántate", bueno, era hora, pero eso del "ya eres mujer" te provocó un escalofrío, ¿qué se suponía?, ¿cómo era posible eso del ya?, ¿qué antes del ser uno es diferente al cuando ya es?, ¿se convierte acaso en distinta persona, muda de piel, cambia de apariencia?
El súbito estremecimiento te obligó a reparar en el reflejo que te devolvía la superficie del pequeño espejo del cuarto de baño. Tus dientes estaban bien, seguían ahí, había algo en ellos que desde que comenzaron a salir te producía rechazo, bueno, la única ventaja de la no dentadura sería no tener que cepillarla. Tu cabello tal vez hubiese crecido medio milímetro durante la noche, pero a juzgar por el negro azabache y los largos mechones lisos, seguía siendo el mismo. Por instinto tocaste tus orejas y las jalaste a fin de que pareciesen más grandes de lo que realmente eran, pero eso no te divirtió, tus labios guardaron una mueca de tristeza y tu nariz se comprimió al inhalar hasta ser tan fina que en el rostro se veía desproporcionada.
Y cuando estabas a punto de salir del cuarto por inercia, sentiste que algo dentro del espejo te sujetó como diciendo "A propósito me has ignorado". No podías escapar, magnéticamente cerraste los párpados a fin de evitar aquel encuentro no deseado. Tenías arrugas en la frente y alrededor de los ojos a causa del esfuerzo por continuar cerrándolos. Fue entonces cuando una sensación desconocida, como una presencia no identificada y por lo tanto no bienvenida, invadiendo tu espacio celosamente personal, te obligó a poner fin a la resistencia.
Abriste los ojos con miedo, aquellos otros, grandes, negros, profundos e idénticos que les cerraban el paso, te devolvieron con crudeza el hecho inevitable de la transición que sin tu pleno consentimiento había sido aprobada y, peor aún, llevada a cabo mientras dormías. Eso se llama cobardía, asesinar por al espalda, hubieras pensado, a no ser porque la verdad innegable de la metamorfosis de la infancia veíase contenida dentro de tus propios ojos.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Lo que a una persona le ocurre es característico de ella. Ella representa un molde y todas las piezas encajan. A medida que la vida avanza, una tras otras caen en su sitio según algún designio predestinado

Anónimo dijo...

La caracterizacion del personaje en medio de su introspecciòn, es el refeljo de superlatividad egolatra. El caracter y la personalidad son estructurados desde antes de nacer. Es un mito chafo, el creer que el caracter se fortalce con las experiencias. La vida no avanza, al contrario retrocede.

Pa la muestra, los abuelos que se ocmportan como niños, tratando de desmentir por alguna razon la verdad de su caracter ya pre-formado.

Anónimo dijo...

Las personas con trastornos de la personalidad son tan rígidas que no pueden adaptarse a la realidad, lo cual debilita su capacidad operacional.
El que no conoce por propia experiencia la influencia nefasta de los arquetipos le será difícil sustraerse de tal influencia negativa cuando la confronte en la práctica con su experiencia. Sobrevalorará o subestimará todo esto, porque posee sólo una noción intelectual, pero no una norma empírica.

Anónimo dijo...

La capacidad de adaptación del individuo a situaicones agrestes o sorpresivas, tienen por encomio ritual, la decaracterización epifenoménica de la transliteración obliterofluctuativa del tiempo. Dicho de otra manera, la meditacion trascendental del indiviuod lleva a la màxima torre del conocimiento, máxime cuando no tenemos el baggage empñirico de adentrarnos a conocer los bolsillos interiores de nuestras propias almas.

¿habrìa que ver de que lado masca la iguana?